Tras finalizar esta primera temporada, “Después de todo, la ciudad” continúa su andadura con una nueva serie rápida: cada último viernes de mes, un programa con un único invitado.
Andrés Rubio y la España fea
La fealdad de España, como dice Andrés Rubio en su libro, es una cuestión preocupante. Lo es, para empezar, porque no nos afecta a todos por igual. Si uno es pobre, es más que probable que su espacio público haya sido maltratado, que la ciudad que pise o el pueblo en el que viva esté llena de desmanes. Si, por el contrario, uno es rico, puede que sea el responsable, porque en nuestro país el territorio se ha contemplado con frecuencia como medio ilícito de enriquecimiento.
Podemos aprender de Francia, donde existen Órdenes de Arquitectos y Conservatorios del Litoral. También de Alemania y como se coordinan territorialmente sus länders. Pero nuestro modelo, afirma Rubio, es estadounidense y liberal. Y ha empeorado, si cabe, con la llegada de la democracia por la consiguiente atomización de los poderes públicos y las regulaciones.
España fea es el relato de la catástrofe del paisaje en nuestro país, que vertebra la identidad nacional con más profundidad que cualquier lengua; un desastre cultural y social que, por mucho que hunda las raíces en la economía, esconde en su seno el desapego por lo que es de todos.
El invitado
Andrés Rubio (Páramo del Sil, León, 1962) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Desde muy joven estuvo vinculado al periódico El País, donde fue reportero cultural, jefe de la sección de Cultura y, durante casi 20 años, del suplemento El Viajero. Ha firmado artículos sobre arquitectura española contemporánea en las revistas Bauwelt y Architecture. Es autor del documental La delirante historia de La Pagoda, sobre la figura del arquitecto Miguel Fisac, y fue cofundador de la galería de arte Mad is Mad, en Madrid. En 2022 ha publicado el ensayo España fea: el caos urbano, el mayor fracaso de la democracia (Debate).
Dolores Hayden: La gran revolución doméstica
¿Puede una cocina hacer ciudad? Desde que pasase a ser el centro de control del hogar, allá por el siglo xvii, la cocina privada se ha erigido en el sancta sanctorum de lo femenino, una distinción que esconde, en realidad, dos condenas. La primera, de naturaleza espacial: quien trabaja en esa estancia queda aislado del resto de las actividades familiares. La segunda, económica: el trabajo doméstico en la cocina (o en la crianza infantil) suele ser un trabajo no retribuido; la república independiente de tu casa, que diría Ikea, descansa sobre los hombros de mujeres invisibles.
Habría, además, una tercera consecuencia que rompe los lazos de lo común: si todo se resuelve de puertas adentro, ¿quién necesita vecinos, incluso servicios? Es la lógica de la casita suburbana. En último término, con todos sus aparatos y sus libros de recetas, nuestras cocinas privadas, más que hacer ciudad, contribuyen a su destrucción.
Sin embargo, y como ha demostrado la catedrática estadounidense Dolores Hayden, no siempre ha sido así. Existe una amplia historia de contestaciones a ese modelo. A mediados del siglo pasado comenzaron a surgir toda una serie de pioneras que entendieron el feminismo como una cuestión material, con propuestas tangibles que rompían las cadenas de la costumbre: cocinas cooperativas, guarderías comunes, labores domésticas en equipo…. Iniciativas que pretendían crear una ciudad más justa, emancipar a la mujer de esa realidad impuesta, hacer que lo privado y lo público se alimentasen entre sí.
La gran revolución doméstica es, por tanto, un relato de casas y ciudades en la primera y la segunda ola del feminismo, pero, sobre todo, de las personas que lo hicieron posible. Desde las sufragistas a las ingenieras domésticas, de las novelistas de ciencia ficción a las partidarias del derecho al aborto, la de Hayden es una historia valiosa porque apela al presente. Nos retrata aún hoy, y demuestra que la igualdad no es sólo cuestión de justicia y calidad de vida, sino incluso un paso necesario para cuidar de todos y también, por qué no, del planeta.
La invitada
Dolores Hayden (Nueva York, 1945) es arquitecta, historiadora urbana, poetisa y catedrática emérita de Arquitectura, Urbanismo y Estudios de Estados Unidos de la Universidad de Yale. Entre sus obras, dedicadas en su mayor parte al paisaje y las políticas urbanas, destacan La gran revolución doméstica (Puente editores, 2023; ed. orig. 1981), Redesigning the American dream (1984; de próxima aparición en español), The power of place (1995) y Building suburbia (2003). En el año 2022 recibió del II Premio Matilde Ucelay, concedido por el Ministerio de Transportes Movilidad y Agenda Urbana en reconocimiento a su labor en pro de la igualdad de género.
Enric González, Historias de ciudad
¿Cómo se cuenta una ciudad?
“La gente recorre una calle en coche o a pie y le parece una calle como todas las demás, pero si se vive en ella desde la mañana a la noche, una calle es un mundo que no se acaba nunca”.
La frase aparece en uno de los Cuentos romanos de Alberto Moravia (1954), si bien podría suscribirla cualquier periodista urbano del último siglo. Como reporteros, pisan un territorio fértil: el auge de los medios de comunicación ha venido a matizar las grandes historias de la ciudad con lo inesperado y lo cotidiano, sucesos y anécdotas con los que cualquiera puede empatizar.
Algunos de esos escribas, como el reportero del New York Times Meyer Berger, recorrieron incansables una geografía única: el Manhattan de la primera mitad del siglo xx. En otros casos, como el del británico Jeffrey Barnard, bien valía la táctica opuesta: acodarse en la barra de su pub, el Coach and Horses del Soho, y ver pasar la vida entre vapores de alcohol.
No es que sean los dos únicos modelos. Existe una tercera vía, la de la identidad múltiple, que practica el barcelonés Enric González. A lo largo de tres décadas como corresponsal se ha visto obligado a ejercer de londinense, neoyorquino, parisiense, romano, jerosolimitano y porteño, todo en poco tiempo y por tiempo limitado.
Se trata de experiencias que le han llevado a convertirse en un todoterreno de su oficio, capaz de entrevistar a personajes como Martin Amis o Anthony Bourdain, de infiltrarse en El Vaticano o de plantarse en la plaza cairota de Tahrir a inicios de la Primavera Árabe, episodios que ha terminado por decantar en sus libros. Su estilo, amable aunque irónico, erudito pero accesible, atiende a lo cómico y lo trágico, consciente como es de que los ingredientes de lo urbano se hallan en la autenticidad de esas viñetas antes que en la solemnidad de las crónicas oficiales.
El invitado
Enric González (Barcelona, 1959) es periodista. Ha sido corresponsal de El País en Londres, París, Nueva York, Washington, Roma, Jerusalén y Buenos Aires. Entre 2013 y 2018 fue columnista del diario El Mundo y ejerce de colaborador habitual en la revista Jot Down. Es autor de Historias de Londres (1999), Historias de Nueva York (2006) e Historias de Roma (2010) —libros que quedaron compilados en el volumen Todas las historias y un epílogo (2011)—, así como de Memorias Líquidas (2013), un repaso a su trayectoria profesional. En su obra figuran también los volúmenes Historias del Calcio: una crónica de Italia a través del fútbol (2010), Una cuestión de fe (2012), Diccionario irreverente de economía (2015) y la edición de Cada mesa, un Vietnam (2017). Ha recibido los premios Ciudad de Barcelona, Cirilo Rodríguez y el Premio Periodismo de Opinión Raúl del Pozo.