Aun considerando el escaso compromiso de los nuevos ismos respecto al ideario de normalización y producción en serie promovido por los maestros del Movimiento Moderno, el hecho que más divergencia genera con aquel período es la indeterminación de la forma que arrogan los edificios diseñados por los más popularizados actores de la producción actual.
El concepto de la forma, que en aquellos años estaba unido a la búsqueda de una justificación en el programa, en la actualidad busca justificación alguna. Por el contrario, en la mayoría de los casos se propone como un cuestionamiento al orden y equilibrio que la arquitectura gozaba en las primeras décadas del siglo XX. En este sentido, el rechazo a las soluciones urbanas del pasado tiene un fuerte relato crítico que muchas veces se ve desvirtuado por la prodigalidad de las formas.
El trabajo de Wolf Prix no escapa a estas definiciones. Su arquitectura, cargada de analogías y metáforas, busca superar las convenciones de las formas tradicionales proponiendo una serie de interacciones y la mutación permanente de diferentes entidades para constituir una nueva forma.
Estas operaciones se inscriben en el concepto de “nube”, una estructura de forma indeterminada donde los programas se conectan de manera física o visual. La característica de esta identidad está representada en la complejidad de los espacios intersticiales que propone. Un organismo donde el aire es el componente principal de la forma, que encierra lo intersticial para hacerlo habitable.
El diseño de Coop Himmelblau para el museo de las confluencias de Lyon se formula aplicando cuidadosamente estos conceptos. Su arquitectura expone un carácter biológico fertilizado por un pensamiento expresionista. Un objeto indeterminado que expresa en la ambigüedad formal la complexión de su estructura.
El museo se concreta por el acoplamiento de dos unidades: una transparente que permite hacer visibles los espacios de ocio urbano y otra que garantiza la opacidad necesaria para la actividad de los museos.
La unidad transparente está orientada hacia la ciudad. Establece el punto de ingreso al museo, pero además permite visualizar la actividad cotidiana. La unidad opaca es producto de las “corrientes ocultas”, una entidad que esconde lo que pasa dentro de la nube. De esta forma, se conjuga lo conocido y lo desconocido para “estimular la curiosidad pública”.
En el lado opuesto al ingreso se desarrolla una plaza pública. Este espacio, oprimido por las formas filosas de la arquitectura, resulta una continuidad del parque donde se emplaza el museo. Un paisaje urbano que se construye entre superficies en desnivel y rampas que las vinculan. Bajo la plaza, un zócalo subterráneo contiene todas las funciones de servicio necesarias para el funcionamiento del museo.
En el interior de la nube la sucesión de espacios enriquece la espacialidad buscada. Una serie de cajas negras dispuestas irregularmente encierran las funciones específicas. La superficie generada entre estas unidades propicia las áreas expositivas alternativas. Estos intersticios inasibles escapan de cualquier análisis racional y quedan sometidos al influjo de la percepción.
De este modo, el museo de las confluencias explora con agudeza la confrontación de elementos para crear franjas indagadoras sorpresivas. La apariencia ingobernable de las formas alcanza un corolario inédito donde la fantasía y la curiosidad se manifiestan mediante un repertorio de figuras dinámicas.
Aunque en el transcurso del juego, las necesidades funcionales resultan una excusa para desarrollar el artificioso relato formal.
Marcelo Gardinetti. Arquitecto
La Plata. Junio 2014