Andamos en tiempos revueltos, qué duda cabe. La confusión, como una pegajosa melaza, nos envuelve y nos priva del tiempo necesario para observar cómo se despliega la realidad.
Ante tanto tumulto, hay que saber mantener un perfil, una manera de interactuar estratégica, más que táctica. Cuando se apuesta por una actitud de atenta espera, los otros lo llaman relativismo.
Muy pocos lo llaman lucidez.
Es bien curioso como hay aspectos de la historia que se calcan, aun cuando las condiciones de desarrollo de los acontecimientos propios de cada época son bien diferentes. Cuesta no refugiarse en estos tiempos revueltos, donde una adecuada gestión de la complejidad se hace tan necesaria, en figuras precedentes en lo temporal y tan apabullantemente contemporáneas. Hablar de Siegfried Kracauer es hoy un acto de rebelión ante lo confuso, un signo de lucidez en lo complejo y un espacio de luz entre tanta escenografía histérica.
Valga como reseña de esta añorada lucidez el texto introductorio de Daniele Pisani al magnífico Escritos sobre arquitectura,1 que recoge una afilada aproximación a la manera como Kracauer se anteponía a los tiempos convulsos de la antesala de la II guerra mundial.
Hablar de Kracauer hoy constituye un ejercicio de resistencia.
La actitud de Kracauer en sus escasos escritos sobre arquitectura formaba parte integrante de su multiforme e intrépida capacidad de análisis de manifestaciones superficiales. Es decir, más que proponer una lógica sistémica acerca, o sobre la arquitectura, esta era entendida como algo insertado en el complejo contexto cultural, social y político de la época. En realidad, la arquitectura era leída, si lo expresamos en los términos post-pop actuales, como la expresión de un comportamiento. Es quizás lo más sorprendente de una manera de mirar y entender la realidad, a ojos de un arquitecto, que no ejercía como tal. Kracauer, nos asegura Pisani, era siempre reacio a encuadrar la multiplicidad de la realidad en categorías rígidas, de forma que evita programáticamente la sistematicidad. Estamos hablando de textos realizados en la década que va de 1923 a 1933 y nos encontramos con un autor que entiende el discurso de la arquitectura a partir de la integración estructural de lo propiamente arquitectónico con otros discursos (artísticos, políticos, literarios, sociales, etc). Sus artículos sobre arquitectura son textos de ocasión,2 surgidos de situaciones contingentes. Cada texto busca manifestarse como caso ejemplar de la realidad, es decir como expresión pura de un comportamiento irreductible. Kracauer escribe:
«la realidad es una construcción, se inscribe sólo y exclusivamente en el mosaico de las observaciones singulares».
En otro momento de lucidez, alejándose de toda noción teórica de lo absoluto, llega a afirmar que como consecuencia de la exaltación del pensamiento teórico nos hemos alejado terriblemente de esta realidad, repleta de cosas y de gentes de carne y hueso, que exige ser considerada de manera concreta.
Hasta aquí se podría caer en la tentación de considerar a Kracauer como un cronista del momento, en sentido literal, alguien que de forma aséptica va acumulando los registros documentales de su época.
Nada más lejos de la realidad. Es bien cierto que difícilmente se puede acusar a Kracauer de priorizar la superación de la metafísica sobre la superación de las contradicciones sociales objetivas, tal como así lo hicieron Derrida o Lyotard décadas más tarde. Pero tampoco puede decirse que no hubiera una manera, una intención narrativa en los textos del arquitecto alemán.
Pisani, de nuevo acertadamente, lo constata al destacar el artículo de 1922 Die Wartenden, “Los que esperan”. En él Kracauer escribe:
«el presente es el lugar histórico de la máxima distancia del absoluto».
Contrariamente a lo que podría parecer, la lógica del tiempo presente es la a-dimensionalidad respecto tanto a la esfera del pasado como a la del futuro. Es decir, el presente no es capaz de configurar una distancia temporal con el pasado ni con el futuro simplemente porque el presente es una derivada de tiempo, una sección infinitesimalmente pequeña de tiempo. Eso sí, una porción que “siempre es ahora”.
Es por ello que si el presente no es de nuestro agrado, y visto que siempre estamos en tiempo presente y que siempre es ahora, quizás solo cabe la actitud de la espera. Como dice Pisani, quien se entrega a la espera, ni se cierra el camino de la fe, como un obstinado afirmador del vacío (fe en un tiempo mejor, fe en un lugar mejor), ni abraza esta fe como el nostálgico al que la nostalgia misma ha hecho perder los escrúpulos.
Quizás la idea de lucidez como tiempo de espera sea decepcionante, la idea de esperar no está muy de moda actualmente, pero esta espera no es pasiva ni improductiva. Es más bien un abrirse vacilante, una afirmación con el coraje que se demuestra en el saber-resistir. Un transitar apacible por la historia de las ideas, una espera lúcida.
Y entre espera y espera, Kracauer va configurando la realidad como una construcción social, va hilvanando toda verdad como el resultado de una convención lingüística, ejercitando sobre toda forma de saber una estrategia de apropiación, entender todo enunciado como una ficción pragmática.3
De todo lo anterior podría deducirse que esperar permite observar el tiempo como quien escudriña un frontispicio a la búsqueda de algún símbolo que aporte luz interpretativa a una época, y en definitiva observar es un signo de lucidez.
Toca pues esperar lucidamente.
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, abril 2012
Notas:
Vale la pena destacar la explicación de Sugimoto a la serie de fotografías de Salas de Cine ya que tiene mucho que ver con la idea de espera lúcida:
«Suppose you shoot a whole movie in a single frame? And the answer: You get a shining screen. Immediately I sprang into action, experimenting toward realizing this vision. Dressed up as a tourist, I walked into a cheap cinema in the East Village with a large-format camera. As soon as the movie started, I fixed the shutter at a wide-open aperture, and two hours later when the movie finished, I clicked the shutter closed. That evening, I developed the film, and the vision exploded behind my eyes.»
1 KRACAUER, Siegfried, Escritos sobre arquitectura, Ed. Mudito&Co, editado por Daniele Pisani y Juan José Lahuerta, Barcelona 2011
2 No puedo dejar pasar la coincidencia de la idea de lo ocasional con el titulo que da José Luís Mateo a uno de sus últimos libros, al que tajantemente llama Ocasiones, y que describe como Ocasiones hace referencia a la especificidad de nuestras acciones y se distancia de cualquier enfoque genérico. Ocasiones opera desde la constatación que en la práctica de la arquitectura las ideas se producen y se encuentran en la acción. Mateo, Josep Lluís, Ocasiones, Ed. Actar, Barcelona 2009
3 Por diferentes razones a las del autor, me parece imprescindible entre los ensayos recientes el libro de CASTRO, Ernesto, Contra la Postmodernidad, Ed. Alpha Decay, Barcelona 2011