El hogar y el habitar; dos incógnitas de una misma ecuación planteada ante cada proyecto de futura casa, a la que la arquitectura debe dar respuesta. Cada nueva casa es un ejercicio antropológico de repensar la psicología primitiva del ser, al tiempo que se buscan nuevas formas de ocupar y convivir con el espacio. Origen y futuro se funden en una escenografía donde el ser humano se mueve reconociendo rincones y haciéndose con ese trozo de lugar durante el periodo de tiempo que el argumento de nuestras vidas permita. Tiempo y espacio como límites difusos que acotan usos y sentimientos, y que también los hacen posibles. Cómo puede un sólo hogar dar respuesta a todo ello. Cuál es la esencia máxima, el denominador común.
Adolf Loos rechazaba el ornamento como una necesidad del formalismo de la arquitectura, alejándose de personalismos perpetuos más allá de la mera composición arquitectónica, un esencialismo racionalista para un nuevo habitar funcional; una democratización de la arquitectura, de un modo u otro, un folio en blanco. Según la mirada moderna de Le Corbusier, la arquitectura debía dejar a un lado la producción artesanal de la vivienda para iniciar una industrialización, asemejando ésta a un objeto útil y esencial, una máquina, fabricada por unión de elementos, bella en sí misma.
Casi un siglo después de la machine à habiter, seguimos preguntándonos qué es habitar, y cómo deben ser los engranajes de esa máquina: cómo es esa apropiación del espacio, y a quién debemos considerar como su protagonista; cuándo se comienza y se termina de habitar la arquitectura, y si ésta sobrevivirá a todas esas actualizaciones y reparaciones, o si la obsolescencia la alcanzará primero. Recordando a Loos me pregunto, ¿y si la desnudez no fuese solo formal sino también funcional? Imaginemos un hogar que fuera pura composición arquitectónica, pura concatenación de habitáculos y relaciones espaciales, conexiones visuales, y la belleza que surge de la coherencia constructiva… pero sin uso establecido. Un esencialismo afuncional. Una máquina universal.
¿Y si pudiésemos habitar la arquitectura como buscando espacios y usos en abrigos de la montaña (el hecho más primitivo de la búsqueda de cobijo desde que el ser humano existe), pero desde premisas contemporáneas? Esta idea ya la planteaba Sou Fujimoto en Futuro Primitivo, y, junto con reminiscencias modernas llevadas al extremo, se palpa en la obra de Alejandro García y Raquel Sola (Crux Arquitectos), junto con Manuel Cerdá (MCP arquitectura): la Casa 3×3.
La vivienda 3×3, situada en la población de Requena (Valencia), se configura como un encabalgamiendo de cajas opacas y aristas que cierran volúmenes vacíos. Esta dualidad espacial se compone dando respuesta a distintos criterios, como son las necesidades de cobijo, o de conexión, comunicación y relación.
Pero la vivienda también responde a una dualidad temporal. Según la mirada de los autores, si Robert Stewart establecía cinco capas de tiempo diferentes (Estructura > Fachada > Instalaciones > Particiones > Mobiliario), ellos aplican dos: la perenne y la caduca. La primera capa acota el espacio a través de estancias y límites, componiéndose según condicionantes establecidos a lo largo del tiempo, como orientación, gradación de privacidad, soleamiento, vistas, etc. Esta capa temporal conformará un cascarón donde actuará la segunda, lo caduco. Éste habilita los espacios, los subdivide y los equipa para poder habitar. Las cajas opacas son así inicialmente afuncionales, respondiendo a necesidades atemporales, para dejar después al usuario «habilitar para habitar» los espacios con intervenciones menos duraderas, más ligeras, dotándolos de función y de instalaciones. En este caso, la función sigue a la forma, pero de manera sólo temporal.
«El propietario fue eligiendo qué espacios conformaría como cocina, baños, estar, salas y la relación espacial entre ellos. Como si estuviéramos conquistando hoy, nosotros, un edificio preexistente, intemporal […]»,
cuentan los arquitectos, continuando con la referencia al escrito de Fujimoto,
«Al entrar en una cueva, la gente redescubre cómo habitar estos accidentes geográficos […] una cueva no es funcional, sino heurística. En lugar de un funcionalismo coercitivo, consiste en un lugar estimulante que permite una gran variedad de actividades. Cada día sus habitantes descubrirán nuevos usos para un mismo lugar. […] Creo que la arquitectura del futuro debería consistir en espacios parecidos a cuevas. Sería más enriquecedor»
La casa 3×3 se conforma así como una gran máquina-cueva, de una riqueza de posibilidades interiores infinita. Sus recorridos internos intrigan. Como ese gran artefacto del film “Cube” de Vicenzo Natali, igualmente la vivienda trabaja las 3 dimensiones a través de las cajas conectadas por las que los usuarios transitan en una secuencia espacial. La descomposición de su volumen, generando lugares intermedios, completa esta infinidad espacial. Los juegos de huecos y llenos enmarcan el entorno, o miran hacia el propio interior como una invitación. En ocasiones, parece levitar, como el castillo ambulante de la cinta de Miyazaki, esa gran máquina-hogar que en su movimiento habitaba el territorio; en este caso, la casa 3×3 es la autentica «máquina de habitar», decantando pensamientos modernos y contemporáneos y liberando el tiempo y a sus usuarios.
En cuanto a lo constructivo, se erige empleando tecnología Ytong de bloque de hormigón celular, que ofrece una gran eficiencia energética al trabajar por inercia térmica, otra referencia al concepto masivo de «cueva». Los volúmenes vacíos marcados por aristas metálicas funcionan por contraste con esta configuración tectónica.
El equilibrio entre dualidades es constante. Esta sencilla construcción de la neutralidad se posiciona paradójicamente con personalidad y entidad, con ligera firmeza en el paisaje y con sorpresa en el interior. Cada elemento de la casa 3×3 se sitúa en un limbo a salvo que permite burlar la obsolescencia, y habitar libremente ese engranaje personalizable.
Obra: Casa 3×3
Objeto: Vivienda unifamiliar entre medianeras
Tipo: Obra nueva
Localización: Requena, Valencia, España
Superficie construida: 310 m2
Año: 2017
Arquitectos: Raquel Sola y Alejandro García (CRUX), Manuel Cerdá Pérez (MCP Arquitectura)
Constructora: MAREVAL
Arquitecto Técnico: Luis Ros Serrano
Fotografía: Milena Villalba
Redacción: Ana Asensio
Proveedores
Hormigón celular: Bloques Ytong
Persianas: GRADHERMETIC
Carpinterías: SALAMANDER
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