sábado, abril 27, 2024
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Arquitectura de las pequeñas cosas

Santiago de Molina obtuvo con Arquitectura de las pequeñas cosas el Premio Málaga de Ensayo, cuyo jurado destacó que

«desde la arquitectura el autor profundiza en el espacio de la casa y lo cotidiano con una mirada interdisciplinar, didáctica y desmitificadora, y se exploran las funciones, los límites y el análisis de nuestra escenografía más íntima».

Arquitectura de las pequeñas cosas" de Santiago de Molina
Arquitectura de las pequeñas cosas, Santiago de Molina

El libro Arquitectura de las pequeñas cosas de Santiago de Molina es una obra que invita al lector a reflexionar sobre el impacto de la arquitectura en nuestras vidas cotidianas. A través de diferentes ensayos, el autor aborda temas como la escala humana, la relación entre la arquitectura y el medio ambiente, y la importancia de los detalles en la construcción de espacios habitables.

Santiago de Molina se enfoca en la importancia de la arquitectura en las pequeñas cosas de la vida, como la forma en que la luz natural entra en una habitación o la sensación de espacio que se crea en una plaza pública. Al hacerlo, nos recuerda que la arquitectura no solo es una cuestión de edificios monumentales y espectaculares, sino que también se encuentra en los detalles más simples y cotidianos.

La arquitectura no puede prever que una pareja baile una noche en el salón…

Nadie sospechaba que la menos extraordinaria de las arquitecturas, la de la casa, nuestro hogar, pasaría en poco tiempo a cambiar tanto su sentido. Si tradicionalmente esta caja cargada de hipotecas y habitaciones ha constituido el hábitat más inmediato del ser humano y su lugar de partida diario, los vertiginosos cambios a los que está sometida desde tiempos recientes la dotan de nuevas y profundas dimensiones existenciales.

¿Qué puede enseñarnos la casa y sus habitaciones?

Ante cada temblor del mundo, ante cada exiguo movimiento social, la casa permite escuchar el rumor del tiempo como un auténtico sismógrafo. Como «gran depósito» donde terminan abandonados los restos técnicos o culturales de cada época, la casa aún cumple con su deber. Cuando la casa lucha por ser el centro desde el que reconstruir la intimidad y la cotidianidad, cualquier virulento cataclismo desvela que su capacidad de refugio, aunque olvidado, permanece intacto. Es así como en la casa de todos los días reside nuestra identidad como sujetos.

Arquitectura de las pequeñas cosas es de lectura ágil y está escrito en un lenguaje accesible para todos, independientemente de su formación en arquitectura. Además, está ilustrado con fotografías y dibujos que ilustran los conceptos y las ideas del autor.

En resumen, Arquitectura de las pequeñas cosas es una obra que ofrece una visión fresca y enriquecedora de la arquitectura, recordándonos que la calidad de vida en nuestras ciudades y espacios habitables está en gran parte determinada por la calidad de la arquitectura y su capacidad para satisfacer nuestras necesidades más básicas.

Santiago de Molina
Santiago de Molina
Charla con Santiago de Molina sobre Arquitectura de las pequeñas cosas

Su ensayo posee un punto de partida, aquel por el que nos apropiamos psicológicamente de un espacio que por cotidianeidad e intimidad decidimos llamar hogar. ¿Cómo se vislumbran esos primeros pasos?

Los arquitectos no pueden hacer hogares. Ese papel corresponde a los habitantes con su vida diaria. Ese misterio a menudo se ha pasado por alto y sin embargo es importante porque convierte al habitante en dueño, no de su casa (cosa que es cada vez más difícil), sino de su hogar, de sus hábitos.

El hogar, nuestra casa, está constituida de pequeñas cosas, de brevedades donde pasa lo mejor y peor de nuestras vidas. ¿Por qué reparamos tan poco quienes las habitamos en los límites o esquinas o en el diálogo imposible entre un techo y un suelo de una habitación?

Apenas prestamos atención a nuestro hogar salvo en momentos puntuales: los inaugurales, de estreno, cuando compramos e instalamos cortinas y sillones, y, posteriormente, cuando la casa empieza a sufrir los desgastes diarios y se convierte en el sujeto de mil reparaciones, de los cambios de bombillas a los repintados. Entre ambos, la casa se vuelve invisible a nuestros ojos. Pero precisamente en ese tiempo de silencio intermedio la casa nos habita. Este hecho se vuelve trascendente porque nos permite economizar nuestra atención para descansar entre sus paredes y para encontrar resguardo frente el afuera. Esa falta de atención a la casa repercute positivamente en un ahorro de energía existencial de sus habitantes sobre el que poco se ha hablado y que resulta necesario.

Parece sencillo que la arquitectura imagine, estudie, planifique y ejecute un espacio doméstico. ¿Cómo se hace este proceso con lo íntimo y lo cotidiano?

La casa, por mucho que se proyecte, por mucho que sea un tema recurrente para la arquitectura, es un tema inconcluso. Y lo es porque la vida, aunque lentamente, cambia. No vivimos igual que nuestros tatarabuelos que no tenían el mismo número de cuartos de baños en casa, ni televisión, y menos tener una cocina incorporada al salón o la posibilidad de recibir comida a distancia tal como hoy entendemos esto. El día a día introduce cambios a los que la arquitectura va dando una respuesta progresiva. Los arquitectos van detrás de la vida como sus escoltas, como sus modestos pajes.

Quienes habitamos en los hogares evolucionamos en y/o con ellos: el espacio nos transforma en la medida que también nosotros transformamos el espacio. ¿Cómo se ha ido transformado la mirada del arquitecto en este sentido?

El arquitecto es cada vez más consciente de que la vida, como decíamos antes, manda. En este sentido su trabajo, y más en el tema de la casa, es de puro servicio, de atenta escucha. Hace no mucho la necesaria humildad del arquitecto respecto a esa vida cotidiana y la actitud de escucha no era, digamos, la protagonista. Pero la casa, como cofre de la vida, nos pone en nuestro sitio.

Un claro ejemplo de la reflexión y el análisis que hemos hecho nosotros mismos de nuestro hogar (la luz que entra por la ventana, el tamaño de nuestra cocina, la longitud de un pasillo por ejemplo) ha venido dado por la pandemia. Ha sido notorio la rehabilitación o modificación de nuestros espacios una vez que hemos sido conscientes de ellos. ¿Albergar consciencia de nuestro hogar sería una etapa final de esa apropiación psicológica?

Si pudiésemos extraer alguna conclusión positiva del encierro global que nos ha hecho relacionarnos con la casa sería doble. Por un lado su olvidada dimensión social. Que el hecho de no sin salir de casa haya salvado vidas, lejanas, ha puesto sobre la mesa una de las facetas públicas de lo privado de la que no éramos conscientes. Por otro lado, que cada ventana, cada balcón, que cada rincón pasase de improviso a ser psicológicamente más rico y extraordinario de lo que pensábamos ha puesto en valor la importancia de la arquitectura. La bendición de ver el sor deslizarse por la ventana o el poder cocinar o leer un libro y levantar la vista y ver la calle o el cielo, o tener un rincón para uno mismo alejado del bullicio de la casa, nos ha permitido ver la arquitectura cara a cara y reconocer su necesidad.

Y dicho todo esto, hay un concepto que se desliza en su ensayo: la arquitectura no puede prever los pequeños y grandes acontecimientos de ese espacio doméstico por completo. Pensemos en un salón en el que pudiera bailar una pareja una Nochevieja por ejemplo. ¿Qué dimensión tienen entonces las opciones, las decisiones y las consecuencias del ejercicio de ser arquitecto?

Ni el más capaz de los arquitectos puede prever la total riqueza de la vida. Lo cual es una cura de humildad a la que conviene enfrentarse pronto. A la vez, eso obliga al arquitecto a comprometerse con su trabajo para que ese escenario que es la arquitectura pueda dar cabida al baile de Nochevieja, o al desengaño amoroso adolescente y al partido de fútbol infantil con naturalidad.

Esto no significa que el papel del arquitecto sea menor. Con su buen hacer puede facilitar que la vida diaria sea mucho más rica. Pero frente a lo que parece, y lo que se cuenta en las publicaciones o el mundo profesional, la arquitectura no es fruto exclusivo de lo que hace el arquitecto, sino que surge precisamente entre lo construido y lo vivido. Aparece mágicamente en ese punto de encuentro que conviene reivindicar porque convierte, en cierta medida, a los habitantes en coautores de cada obra. No hay posibilidad de una buena arquitectura sin la conjunción de buenos habitantes y buenos arquitectos.

Santiago de Molina

Santiago de Molina es Arquitecto por la ETSAM (1997) y Doctor por la UPM (2001). En la actualidad ocupa el puesto de Director de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad San Pablo CEU. Ha sido profesor invitado en la ETSAM, UAH, ETSAB, en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, entre otras. Compagina su labor como docente con el trabajo profesional en su estudio.

Ha sido seleccionado por su obra en la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo 2013. En el 2016 recibió el León de Oro de la xv Bienal de arquitectura de Venecia como parte del comité científico.

Ha publicado los libros Todas las Escaleras del mundo (Premio COAM 2022), Arquitectos al margen, Múltiples estrategias de arquitectura, Hambre de Arquitectura y Collage y Arquitectura. Ha coordinado el libro Arquitectura por palabras. Dirige el blog Múltiples estrategias de arquitectura. Desde el 2014 a 2016 ha sido director del Instituto de Arquitectura del COAM. Es co-director de la revista Constelaciones de la Universidad San Pablo CEU.

  

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Surge enero de 2009 como búsqueda de satisfacer el conocimiento de la actividad arquitectónica y tangentes que se generan. La idea es crear un espacio para divulgar los diversos proyectos en busca de nueva inspiración y de intercambio.
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