En la sección Baliza exploramos caminos divergentes dentro del ámbito de la arquitectura, destacando las experiencias de aquellos profesionales que han decidido trazar nuevas sendas en su carrera. En esta ocasión, entrevistamos a Eduardo M. Rodríguez, alias Bardeo, arquitecto graduado por la ETSAM, cuya trayectoria profesional ha florecido en tierras alemanas desde el año 2013.
A lo largo de su periplo, Eduardo ha dejado su huella en diversos estudios y ha contribuido al desarrollo de proyectos tan heterogéneos como oficinas premiadas por su sostenibilidad, viviendas sociales y, en la actualidad, un fascinante museo.
Sin embargo, la travesía de Eduardo no se limita únicamente al ámbito arquitectónico. En 2021, bajo el seudónimo de Bardeo, publicó su primer cómic titulado Désida, presentándolo en la feria Cómic Pop Up de Madrid. Este arquitecto, lejos de conformarse con los límites convencionales de su profesión, se aventura en el mundo del tebeo, demostrando que la creatividad no conoce fronteras.
Con la vista puesta en el futuro, Eduardo M. Rodríguez, Bardeo, comparte sus perspectivas y experiencias, animando a estudiantes y arquitectos a explorar nuevos campos y no quedarse estáticos en su desarrollo profesional. Su historia es una inspiración para aquellos que buscan desafiar los convencionalismos y ampliar sus horizontes en el vasto mundo de la arquitectura y más allá.
¿Cómo se definiría Eduardo M. Rodríguez y su alter ego Bardeo?
Una vez leí que Batman es un multimillonario que se disfraza de superhéroe y Superman, por el contrario, es un superhéroe que se disfraza de periodista. Ésas serían, en síntesis, las dos formas más icónicas de doble identidad del mundo del cómic, por empezar ya tocando el tema.
En mi caso no creo que haya una ocupación dominante sino más bien una mezcla de ambas: soy un arquitecto que toma con frecuencia recursos del cómic para ilustrar un proyecto y también un autor de tebeos que introduce reflexiones arquitectónicas en sus viñetas.
¿Cómo, cuándo y por qué surge el interés en el cómic?
Supongo que durante mi infancia: crecí en un pueblo muy pequeño a las afueras de Madrid que antes de tener biblioteca era visitado semanalmente por un bibliobus con una pequeña sección de tebeos entre los que pronto encontré algunos que aún hoy me siguen pareciendo imprescindibles, como la colección de Tintín del maestro Hergé.
Siempre fui aficionado al dibujo y en ese sentido mi formación como arquitecto me aportó nuevas inquietudes y herramientas que de algún modo se incorporaron a las que ya tenía. Para mí fue un proceso relativamente natural alternar referencias de Rossi o Wright con otras de Moebius o Mazzuchelli.
Además el cómic me parece un medio muy versátil y libre, sobre todo en su variante más underground heredera de publicaciones como Métal Hurlant o, quedándonos en España, El Víbora. Quizás sea el contraste entre el actual e hiperregulado mundo de la construcción con este universo (casi) sin pautas lo que me llevó a escribir y dibujar Désida.
¿Te encontraste con muchas dificultades para iniciarte?¿Cuáles fueron las más problemáticas? ¿Cuál fue (o es o será) el momento más crítico?
Publicar un cómic es una tarea difícil para cualquier autor experimentado. Por lo que he hablado en ferias con gente de mayor trayectoria es comparable a la entrega de un concurso de arquitectura, con plazos ajustados y trabajo intensivo hasta la fecha límite. Además es una labor tremendamente solitaria: el aislamiento impuesto en la pandemia no varió apenas mi rutina de trabajo.
Désida es mi primer cómic y, aparte de lo mencionado, fue difícil porque es relativamente largo y yo me ocupo de todo. Generalmente en las grandes editoriales del sector que todos conocemos las obras se desarrollan con una cierta especialización: hay equipos con guionista, dibujante, entintador y colorista. Es cierto también que muchos grandes autores abarcan todo el proceso, pero hay detrás una editorial que se encarga de la producción, distribución y, por lo general, financiación.
Encontrar apoyo editorial es tarea muy difícil para un autor novel, así que en mi caso estoy sólo yo para escribir, dibujar, grabar un tráiler, maquetar, pelear con la imprenta, publicitar y vender. El mayor desafío es ser capaz de abarcar todo este proceso y sacar el proyecto adelante, y el momento más crítico quizás sea el de leer las reseñas de la prensa especializada.
Por otra parte, el hecho de que la autopublicación sea ahora mismo tan accesible es algo a celebrar.
¿Has tenido que complementar tu formación y trayectoria profesional para desarrollar tu interés por el cómic? ¿Consideras que estudiar arquitectura ha sido importante para desarrollar tu trabajo actual?
En lo que respecta a mi estilo de dibujo soy autodidacta y tampoco tengo ningún tipo de formación como guionista, así que puede decirse que mis únicos estudios son en arquitectura. En clase de proyectos Justo Isasi solía decir que no se puede escribir poesía sin leer poesía, y yo he leído a lo largo de mi vida muchísimos tebeos de cualquier género y época. Supongo que ése ha sido el complemento necesario.
Por otra parte estudiar arquitectura ha contribuido a construir mi visión de la realidad y eso queda patente en cada página de Désida: la mayoría de lectores han coincidido, por ejemplo, en el especial protagonismo de la ciudad de Mágeryt, una especie de Madrid análoga.
¿Cómo es el día a día a la hora de crear un cómic?
Es bastante diferente dependiendo de la tarea. Escribir el guión o dibujar storyboards es la parte más creativa y podría compararse a hacer los primeros croquis para un proyecto, con las posibles alternativas, referencias, etc. Una vez definidas las páginas se hacen lápices, tintas y color.
En mi caso los primeros los hago en papel porque soy algo romántico pero eso ya no es lo más habitual. La sensación más común durante todo el proceso es, como ya comenté antes, la de soledad e introspección. El año que estuve dibujando casi con dedicación completa tenía casi siempre la radio de fondo para no volverme loco.
¿Cómo coordinas las distintas tareas?
Esa es la parte más difícil para mí, que tengo por lo general cierta tendencia al desorden. En este caso empecé escribiendo un guion en mis ratos libres y, cuando estuvo listo, la historia me había absorbido de tal forma que necesitaba dibujarla sin importar que fuera ambiciosa o extensa. Es la propia historia el motor que me va llevando por las distintas fases del desarrollo hasta bien entradas las tareas finales, ya que suelo dejar partes indefinidas o cambiar otras durante el dibujo sin demasiados problemas.
¿Qué tipo de proyectos o actividades desarrollas?
Ahora mismo mi principal ocupación es mi trabajo como arquitecto en una oficina. Cuando dibujé Désida decidí dejar la arquitectura aparcada temporalmente para llevar a cabo el proyecto, ya que de otra forma hubiera sido muy complicado. Hace poco empecé a dibujar la segunda parte, esta vez a tiempo parcial y con plazos más flexibles con el objetivo de presentarla en 2025 y seguir entre tanto publicitando y vendiendo la primera, cosa que me toma aún cierto tiempo.
En mi paso por ferias de cómic me surgió la posibilidad de colaborar en alguna revista y tuve que rechazarla por falta de capacidad, pero es un tema que me parece muy interesante a futuro cuando termine los proyectos ya empezados.
¿Qué referencias manejas a la hora marcar el rumbo?
En cuanto a arquitectura, en Désida hay algún que otro homenaje más o menos explícito a la obra de Fernando Higueras o Kisho Kurokawa, por ejemplo. En lo que respecta a autores de cómic, mis principales referentes son también clásicos: me apasiona Frank Miller, que es en mi opinión el gran maestro de la narrativa secuencial por delante incluso de Will Eisner.
A propósito de éste último, creo que leer al menos una vez su obra El cómic y el arte secuencial” es muy recomendable para cualquier persona interesada en el dibujo de cómic (como arquitecto recomendaría también La vida en la Avenida Dropsie). Algunos de los autores que me han influenciado de algún modo serían Hergé, Moebius/ Giraud, Neal Adams, Mike Mignola, David Mazzuchelli, Enki Bilal, Jacques Tardi etc. Por otra parte, es frecuente que acuda en busca de inspiración a la obra de diseñadores como Ron Cobb, H.R. Gigger o Ralph McQuarrie.
¿A qué segmento de público/cliente te diriges?
No me dirijo conscientemente a ningún nicho en concreto. Durante mi primera feria me di cuenta en seguida de que tenía más aceptación dentro de un tipo de público más o menos acotado como masculino adulto entre veinticinco y cincuenta años, simplificando bastante.
Supongo que se deriva de la temática del cómic, que puede resumirse como distopía política con un videojuego como nexo entre realidades entrelazadas, pero no es un factor creativo que me preocupase cuando empecé el proyecto ni creo que lo haga en el futuro.
¿Cómo es el proceso de captación de lectores?
Mucho más arduo que el de dibujar, aunque quizás esta percepción se deba a mis propias limitaciones personales y a que hablamos de un proyecto surgido de la nada. Yo no era dibujante ni tenía contactos en el sector, estaba bastante alejado del mundo de las redes sociales y, por tanto, no contaba con una base de seguidores ni con apoyo editorial. Con esas premisas lo que queda es buscar cualquier espacio físico a través de ferias o en la red a través de páginas especializadas y foros donde poder obtener visibilidad.
Durante el proceso he tenido además la suerte de conocer a gente increíble que me ha ayudado mucho con su experiencia y consejos. Solamente por eso ya ha merecido la pena publicar Désida.
¿Estableces sinergias con otros campos?
Constantemente, convencido además de que la aproximación y el intercambio con otros campos enriquece por lo general un proyecto. Por ejemplo y dado que la temática de la obra gira en torno a un videojuego, contacté con varias páginas del sector para que lo reseñaran y su enfoque ofrece un contrapunto muy interesante a las críticas de plataformas dedicadas exclusivamente al mundo del tebeo. Igualmente creo que la arquitectura tiene un papel fundamental para entender Désida y de ahí surge esta entrevista.
¿Cómo y para qué utilizas las “nuevas tecnologías”? ¿La “red” ha facilitado tu labor? ¿En qué sentido?
La red ha posibilitado en buena medida mi labor. No solamente porque, como ya he dicho, la mitad del trabajo de difusión y venta tenga lugar online, sino porque a día de hoy es una herramienta didáctica muy poderosa que permite acceder al conocimiento necesario para llevar a cabo casi cualquier tarea prácticamente a demanda. De esta forma monté el tráiler que estoy usando en las diversas presentaciones de la obra.
¿Compaginas o complementas esta actividad con otras labores o en otros campos?
Únicamente con mi trabajo como arquitecto.
La arquitectura, tiene abiertos muchos frentes de batalla (LSP, Bolonia, paro, precariedad laboral, COAs, ETSAs, emigración, comunicación, etc), ¿no serán demasiados para la polarización existente dentro de la misma?
Como emigrante que soy, no me considero cualificado para hablar de la situación actual de la arquitectura en España. Tan sólo puedo manifestar mi sorpresa al ver que la mayoría de temas que mencionan como problemas lo eran ya hace diez años cuando las circunstancias me obligaron a buscar un futuro en otro país y mi tristeza por constatar que las manifestaciones en que participé en su momento no sirvieron de mucho. De alguna forma Désida. recoge también esta decepción en forma de reflexión sobre las protestas del ya lejano 15M.
¿Cómo ves el futuro de la arquitectura? ¿Y el de la profesión?
En mi actual ciudad hay una importante universidad de arquitectura con cátedra dedicada a la construcción (por el momento sólo de pequeños pabellones) in situ mediante brazos robóticos que “tejen” estructuras autoportantes empleando para ello fibras de alta resistencia. Ésta y otras formas similares de “impresión” de elementos constructivos que ya han empezado a emplearse con cierto éxito son parte de lo que puedo imaginarme como futuro a medio plazo de la arquitectura.
La simplificación y mecanización de los procesos constructivos que traerían aparejados estos métodos junto con los recientes avances en el desarrollo de la inteligencia artificial que parece lógico considerar extensibles a nuestro campo implicarán, como mínimo, una fuerte reestructuración de la profesión de arquitecto. Ésta es mi predicción optimista. Para conocer la pesimista, lean el cómic.
¿Qué mejoras crees que son fundamentales y que deberían ser puestas en marcha de forma inmediata?
El problema más acuciante a mi modo de ver es la precariedad laboral en el sector, algo que por desgracia no es nuevo ni afecta únicamente a España. Como ya he comentado, viví la época de las manifestaciones contra la LSP y la creación de los primeros sindicatos de arquitectos como respuesta a la precariedad que se venía arrastrando desde la burbuja y que después la crisis incrementó.
No me siento, como ya dije, autorizado para hablar de las mejoras necesarias que pudieran revertir esta situación: se trata de un problema que se ha convertido en estructural y no creo que existan recetas inmediatas capaces de cambiar algo así. Lo que sí creo es que un colegio profesional que no ha servido para solucionarlo debería ser repensado a muchos niveles.
Como “emprendedor”, ¿qué opinas de los arquitectos/as que “abren y/o recuperan” nuevos campos y/o enfoques de la profesión?
Merecen mi mayor admiración. Pertenezco a una generación en la que abunda el reciclaje profesional, a veces por pura necesidad, y conozco muchos casos de gente que de esta necesidad ha hecho virtud.
¿Estás contento con la trayectoria realizada hasta ahora? ¿Qué proyectos de futuro te esperan tanto personal como profesionalmente?
Como arquitecto siempre me quedará una cierta duda que no creo vaya a poder resolver acerca de cómo hubiera sido mi carrera de haber podido desarrollarla en mi país.
Como autor de cómics estoy empezando a dibujar el segundo -y último- acto de Désida, y supongo que una vez cierre ese círculo podré decidir mi siguiente paso con algo de perspectiva.
Para acabar, ¿qué le aconsejarías a los actuales estudiantes y futuros profesionales de arquitectura?
Que tengan espíritu crítico.
Entrevista realizada por Ana Barreiro Blanco y Alberto Alonso Oro. Agradecer a Eduardo su tiempo y predisposición con este pequeño espacio.