Las fábulas son el medio que utiliza Ambasz para comentar su arquitectura. Prescinde de formular análisis teóricos, porque considera que las fábulas perduran mucho más allá que las ideologías. De esta forma, liberado de cualquier condicionante académica, se permite trazar nuevos métodos de existencia buscando superar los anteriores bajo una meta claramente definida: formular un pacto de reconciliación arquitectónica basado en armonizar la naturaleza artificial creada por el hombre con la naturaleza orgánica.
La fórmula que elige Ambasz para hacer realidad el pacto se basa en colocar verde sobre gris, un sistema de blando sobre duro que persigue los dictados que el sitio propone, evitando imponer una forma predeterminada. Su propósito es recuperar la noción de refugio y el método que emplea le permite apartar toda carga cultural que actúe como condicionante.
De esta forma, cuando se satisfacen todas las necesidades funcionales, la arquitectura comienza.
Esta formulación de Ambasz, controvertida y audaz, propone evocar la arquitectura como un valor agregado a las resoluciones técnicas y utilitarias, confiriendo poética a lo pragmático. En este escenario, la Casa de Retiro en Córdoba puede definirse como una fábula de verde sobre gris en tierras Andaluzas.
La obra no debe ser considerada una ontogenia arquitectónica. La imagen que desarrolla Ambasz es resultado de una reformulación singular de la casa Andaluza, gestada con una concepción poética cercana al surrealismo. Una presencia donde sobreviene secuencialmente la máscara, el mirador, la gradiente descendiente hacia el vacío organizador, la explosión de luz en ese vacío, la graduación de la iluminación en las aberturas sobre la naturaleza y el rumor del agua sumado al sentido de arquitectura.
Bajo esa disposición se desarrolla la casa. Una fachada formada por dos muros revestidos en estuco blanco colocados en un ángulo de 90°, marcan el punto de ingreso y establecen la única referencia visual desde el exterior. En la parte superior del vértice que forman ambos muros, Ambasz se permite otra evocación, instalando un balcón artesanal al que se llega por medio de dos escaleras en voladizo adosadas en la parte interior de ambos planos, una diseñada para estimular el ascenso y otra el descenso. El mirador instituye un distintivo de los atalayas de observación andaluces utilizados siglos atrás para controlar el movimiento de las tropas invasoras, pero además proporciona una imagen vibrante del paisaje. Una hendidura en el muro siguiendo la inclinación de las escaleras actúa como pasamanos y al mismo tiempo forma parte de la cascada superior, conduciendo el agua hasta la fuente ubicada en el patio.
Al trasponer el acceso, un paseo descendente que se ensancha a medida que se avanza, permite llegar hasta el patio, una redefinición del clásico patio andaluz, al que abren todas las habitaciones, o en este caso, la única habitación.
El interior de la casa de Retiro es un gran espacio continuo, excavado en la tierra que lo protege del clima caluroso del sur de España. Una galería recorre el patio estableciendo el punto de transición entre interior y exterior. Las áreas se limitan por huecos abiertos en la naturaleza para bañar de luz propia diferentes sectores de salón. Pisos y paredes cubiertos con azulejos de cristal cambian su carácter de acuerdo a la intensidad de la luz que los cubre. Un patio informal de convenciones curvilíneas se abre por detrás, permitiendo la ventilación cruzada en todo el interior.
La poética de Ambasz no prescinde de la tradición técnica, por el contario, la casa se construyó según las técnicas locales empleando hormigón armado y muros dobles de ladrillo, con delgadas columnas utilizadas para sostener las bóvedas que dan al patio y ayudar a conformar los espacios en el interior. El suelo fue excavado para levantar los muros, luego contenidos con arena compactada. Un revestimiento a base de fibra de vidrio fundido en las costuras, envuelve los tabiques enterrados.
La operación de Ambasz diluye en la naturaleza todo hecho instituido por la arquitectura para establecer una convención inseparable, pero la evoca en la metáfora del muro y el mirador. Una definición que no está sometida a un impulso formal, sino propuesto como un elemento de la casa con vida propia, como parte de la poética de su arquitectura. O en todo caso, como parte de los procedimientos que rigen el arte de su poesía.
Marcelo Gardinetti . arquitecto
La Plata. febrero 2013