En 1997, Deborah Berke, profesora de Yale publica el texto Thoughts on the Everyday dentro del libro Architecture of the Everyday,1 editado por Steven Harris y ella misma. El texto es un alegato contra la influencia de los media en la arquitectura, la usurpación de la publicidad diaria en nuestras vidas y por extensión, la emergencia de arquitectos/marca y de edificios firmados por ellos. Básicamente desarrolla un posicionamiento contra lo que poco después llamaríamos los star-architects.
Como contraposición a estos productos arquitectónicos de perfil publicitario, Berke advoca por una arquitectura del día a día, implicada en las realidades telúricas de la disciplina, es decir, un planteo de la arquitectura basada en sus ocupantes, por la vía de considerar principalmente el programa y la materialidad. Una vuelta a las esencias, por así decirlo.
Berke va desgranando en el texto una serie de categorías de lo que entiende por una arquitectura del día a día, como son lo genérico, lo vulgar, o lo común. En relación a lo común, un concepto que ha resurgido en diferentes ámbitos de la reflexión arquitectónica últimamente, Berke dice …
una arquitectura de cada día, debe ser banal o común. No debe buscar ninguna distinción en intentar ser extraordinaria, que en la mayoría de los casos resulta una falsificación o un sustituto de lo verdaderamente extraordinario. A cambio del hecho de que esta arquitectura rechace decir “mírame”, al menos no te dice lo que tienes que pensar. Permite proveerte de sus propios significados.
En la recámara del texto de Berke, no deja de sonar el eco de Robert Venturi y Denise Scott Brown y su plegaria por una arquitectura fea y ordinaria.2 Es decir, un torpedo direccionado en ambos casos a la línea de flotación de los pontífices de la belleza, la estética y la tendencia en forma de críticos, comisarios y arquitectos borrachos de sí mismos. Si la arquitectura debe encontrar lo común, puede ser simplemente ordinaria e incluso fea, ya no hay nada que señalar, ni que reseñar por parte del sistema.
Sin embargo hay una diferencia sustancial entre el texto de Berke y los textos de la saga Venturi/Scott Brown. En el caso de los segundos, al igual que anteriormente en los textos de Alison y Peter Smithson una década antes, la inspiración para vislumbrar una reflexión activa y crítica de la sociedad provenía de la fascinación por la cultura popular, principalmente por el papel de la publicidad, ya totalmente integrada en ella. Es decir, el medio y la manera de acceder a los registros esenciales de la sociedad de los 60’s y 70’s era a través de los medios publicitarios, debido a la creencia, que estos enmarcaban perfectamente el espíritu y los deseos de la sociedad del momento. Contrariamente, Berke, rechaza de plano la equidad inherente al posicionamiento anterior de que marqueting de éxito, equivale a cultura popular.
Beker se rebela contra el establecimiento galopante de la megalomanía arquitectónica y la dimensión cada vez más rampante de una cultural comercial. Igualmente se intuye que se aleja deliberadamente de la dimensión del arquitecto como artista, como gurú o como mesías.
En cierto sentido la propuesta escrita de Beker se podría resumir como un intento de plantear el hecho arquitectónico sin voluntad de trascendencia, centrándose en lo que podría llamarse una actitud de servicio. Es decir, despojar la arquitectura de toda su carga redentora y concentrarse en las mejores condiciones para que la arquitectura sirva a la gente.
Sin duda, el planteo, partiendo de que el texto responde a una preocupación genuina de la autora, es interesante, pero abre una serie de interrogantes de forma inmediata.
¿Qué pasa con la dimensión estética de lo arquitectónico? ¿Incorpora esta reflexión la dimensión emocional de la arquitectura? ¿Puede definirse la arquitectura desde una confrontación directa con conceptos como “lo genérico”, “lo común”, “lo banal”, “lo ordinario”, “lo anónimo”, “lo crudo”, “lo vulgar y visceral”, “lo sensual”?
Quizás el planteo de la autora deja finalmente insatisfecho, porque en realidad no aporta grandes soluciones, lo cual era de esperar. Me atrevería a decir, que la arquitectura de cada día, no resuelve precisamente el binomio entre trascendencia e intrascendencia, y su apuesta por lo estrictamente disciplinar, no permite abordar este tema, a mi parecer, tan central.
En el mejor de los casos, y visto con la perspectiva actual, la importancia de Thoughts on the everyday, reside en mostrar, o mejor, en demostrar que las dimensiones que podríamos llamar más emocionales o atmosféricas de la arquitectura, e igualmente los vectores trascendentes que necesariamente conviven con el hecho de proyectar arquitectura, no pueden dejarse a un lado. Me refiero a que en el contexto local Europeo, de crisis profunda y resaca, todavía más profunda, muchas voces están clamando por una cierta re-disciplina de la arquitectura.
Como apuntaba anteriormente, tanto en el lema de la 13 edición de la Biennale de Venecia de arquitectura, Common Ground, como en el lema del último congreso de la Fundación Arquitectura y Sociedad, lo común, se adivina esta voluntad de volver a lo básico. Hasta aquí nada que objetar. Sin embargo, creo que sería también interesante, re-explorar nuevas dimensiones estéticas en la arquitectura, una vez nos hemos desecho de la mugre comercial y vendedora que parecía haber colmatado todas las aspiraciones del arquitecto y la arquitectura media.
Quiero decir, por ejemplo, que por pura ley del péndulo, no vayamos a hacer de la austeridad una nueva categoría moral sin más. La arquitectura, por suerte o por desgracia, es mucho más compleja que una idea, que un concepto o que un movimiento cultural. Es abierta, dispar, multifactorial y constantemente ávida de nuevos inputs y outputs. Esta es una realidad que hay que saber ecualizar en todo momento y en su justa medida, para evitar posicionamientos cortoplacistas.
La arquitectura está intentando buscarse de nuevo, buscar sus múltiples facetas, sus apasionantes retos, unas veces hilvanando propuestas voluptuosas, porque la naturaleza del encargo así lo requiere, otras, quizás hoy una gran mayoría, trabajando sobre mínimos presupuestarios. Pero no confundamos la voluptuosidad con la irresponsabilidad, ni los mínimos presupuestarios con ambiciones mínimas.
Hay que volver a confiar en que los arquitectos, haciendo arquitectura cada día desde una buena entendida ambición, consigan realizar esa arquitectura de cada día, que Beker parece invocar.
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, septiembre 2012
Notas:
1 BERKE, Deborah, Thoughts on the Everyday, del libro Architecture of the Everyday, Steve Harris, Deborah Beker ed., Princeton Architectural Press, Nueva York, 1997
2 VENTURI, Robert, SCOTT BROWN, Denise, IZENOUR, Steven, Learning from la Vegas, MIT Press, Cambridge, 1977