Cuando el espacio lo construye la ruina y el tiempo
Ubicada sobre la ciudad romana de Obulco, la cisterna de La Calderona de Porcuna (declarada Bien de Interés Cultural en 2014) es un depósito de agua que, dada su tipología, se presupone vinculado a una infraestructura hídrica del municipium, posiblemente unas termas públicas. El crecimiento de la población y la necesidad de expandir los límites de la urbe hicieron que, en la misma época del Imperio, los habitantes de la que llegó a ser la ciudad amurallada más extensa de la España romana cubriesen la zona con grandes pilares de piedra sobre los que se asentaron nuevas construcciones.
El paso de los siglos y el devenir de la historia fueron añadiendo sucesivas capas que contribuyeron a que la edificación preexistente quedase definitivamente sepultada, tanto en el aspecto físico como en el de la memoria.
Fruto del desconocimiento, en época moderna se identificaba en este entorno lo que se pensaba que era, simplemente, un depósito de agua que surtía a numerosos pozos de las casas del barrio de San Benito. Fue durante la guerra civil española en el siglo XX cuando, de manera fortuita, se produjo un hallazgo que puso a los expertos sobre la pista de la infraestructura original. Al bajar al subsuelo para protegerse de los bombardeos de la aviación, los vecinos observaron que los pozos que tenían en sus casas formaban parte de una estructura diferente y más compleja.
A raíz de este descubrimiento, diferentes expertos quisieron indagar y estudiar el monumento sin poder llevar a cabo con propiedad su investigación debida, entre otras causas, a las condiciones de acceso al espacio, ubicado aproximadamente a nueve metros bajo la cota de las viviendas.
El proyecto de restauración y apertura al público requirió de una compleja intervención atendiendo a las circunstancias del territorio. En primer lugar, para acceder a la cota de la cisterna resultaba imperativo levantar un edificio de nueva planta, que sirviera como centro de recepción de visitantes e integrara a su vez la rampa de bajada.
Para ubicarlo aprovechamos un área vacía, situada en uno de los márgenes de la carretera más cercana, de forma que no se vieran afectadas las casas emplazadas sobre el conjunto romano. De esta forma, la búsqueda de un acceso a la cisterna acabó generando como añadidos una nueva construcción, un puente en la carreta y un túnel bajo las viviendas.
Este trabajo se ha generado entre dicotomías. Por un lado, tenemos la arquitectura patrimonial, presente tanto en la cisterna romana como en todas las edificaciones domésticas aparecidas durante la intervención arqueológica y también en la nueva construcción que acoge todo el programa. Por otro lado, nos confrontamos con una arquitectura bajo rasante, cerrada, oculta, en la que no entra la luz y, frente a ella, planteamos un nuevo espacio abierto, claro, diáfano.
Establecemos así un diálogo entre una arquitectura casi excavada, a modo de cueva, y una nueva construcción que debe contener un planteamiento estereotómico, moviéndose entre la cabaña y un espacio mínimamente construido. Se trata, en definitiva, de un proyecto basado en la interrelación de realidades opuestas y que, frente a la complejidad, propone un discurso sustentado en la sencillez de una arquitectura limpia, geométricamente precisa que no entre en conflicto con la arquitectura heredada.
El terreno en el que se desarrolla el proyecto se ubica en el borde urbano del municipio, en una ladera de lo que fue el epicentro de la antigua ciudad romana. Allí, el nuevo edificio se abre hacia la pendiente, conformando un espacio que, al mismo tiempo, ofrece una lectura clara con respecto al contexto en el que se inserta y sirve de referencia icónica del propio monumento de la cisterna, registrado en el nivel inferior.
La construcción se cierra a las arquitecturas domésticas de la zona que, de forma irregular, han conformado un ámbito desprovisto del sentido patrimonial inherente a la arquitectura del subsuelo. Así, con una estructura clara, se configura un espacio para la luz como paso previo antes de acceder al mundo patrimonial de las sombras.
En el sentido inverso, el retorno a la superficie se propone como una dinámica en clave de ascenso permanente, desde la oscuridad del interior de la cisterna hacia el claro exterior. A través de la pasarela suspendida, el visitante transita por un espacio diáfano que no toca las ruinas; puede observar y recorrer una parte de la ciudad romana sin alterarla; y, sin ser quizá consciente, en este deambular actualiza la alegoría platónica de la caverna, alcanzando el conocimiento (en este caso, la comprensión de parte de la historia de una tierra milenaria) después de un viaje a través de los siglos que culmina en el peristilo que le dio la bienvenida.
Obra: Restauración y puesta en valor de la Cisterna Romana de la Calderona de Porcuna (Jaén)
Promotor: Ilustre Ayuntamiento de Porcuna
Autor: Pablo Millán, arquitectos; Pablo Manuel Millán Millán
Colaboradores en arquitectura: Cristian Castela González (arquitecto); David Vera García (arquitecto); Simona Belmondo (arquitecta); Inmaculada Cervera Montilla (arquitecta)
Arquitecto técnico: Javier Serrano Terrones; José Miguel Fernández Cuadros
Financiación: Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana; Ayuntamiento de Porcuna; Diputación Provincial de Jaén (Programa 1,5% Cultural)
Estructura: Salmer Técnicos
Arqueología: ARQVIPO
Levantamiento Arquitectónico: AMR Levantamientos
Construcción: TRAGSA
Iluminación: Iguzzini
Sensorización: Fundación Santa María la Real
Cal: Morteros Cumen S.L.
Fotografía: Javier Callejas Sevilla
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