En la segunda mitad del siglo XX, la búsqueda arquitectónica de posguerra se esfuerza por alcanzar una propuesta alternativa de la modernidad. Figuras como Robert Venturi, Denise Scott Braun, Charles Moore y Robert Stern propulsaban, en sintonía con el capitalismo consumista, una vuelta a la representatividad y el simbolismo suprimido por el movimiento moderno, no para actualizar el diseño sino para suplantarlo.
Simultáneamente en Inglaterra la obra teórica de Banham, el contextualismo de los hermanos Smitshon y los esquemas de ilusorios de Archigram, buscan el modo de actualizar el movimiento moderno mediante el uso de un lenguaje de expresión tecnológica más contundente que se progresa años después en la obra de Richard Rogers, Renzo Piano y Norman Foster.
En Italia, mediando en ese contexto y mientras el movimiento NeoLiberty se disuelve en sus propias dificultades, la figura de Aldo Rossi emerge como la voz teórica más sugestiva y coherente del panorama arquitectónico.
Rossi adopta una posición rígida que nace en la admiración por la racionalidad de Adolf Loos y fundamenta en sus escritos, donde propone la construcción de una estructura racional que impulse a reflexionar cada proyecto de manera científica, hurgando relaciones análogas con el lugar.
Rossi concibe la arquitectura como una creación inseparable de la vida civil y de la sociedad en que se manifiesta, pero construida con pocos elementos que proceden de arquetipos de la memoria colectiva, para concertar un mundo rígido unido a su esencia urbana que no complique al hombre provocando voluntades pasionales.
Esta inmanencia metafísica que propone agita imágenes del lugar para reducirlas a arquetipos de la memoria colectiva mediante formas geométricas elementales. De un modo casi surrealista, la ciudad análoga se nutre de la realidad urbana para construir una nueva realidad, mediando el conocimiento adquirido por el análisis tipológico.
Las invariantes provienen de dibujos esquemáticos que desnudan obras de la arquitectura popular invocando figuras simples que escenifican evocaciones urbanas, concretando una manera científica de catalogar y cualificar el proyecto arquitectónico. En el desarrollo de ese ejercicio, el cilindro personifica a las columnas de la antigüedad, el triángulo equilátero al tímpano, la semiesfera o la pirámide a la cúpula y el cuadrado a la ventana.
Como este conocimiento solo es perceptible para un contexto social que comparte una misma memoria colectiva, la evolución de los valores tradicionales está íntimamente relacionada a estos estudios. Por esta razón, el análisis debe ser mejorado en cada ciudad mediante la fragmentación metódica de su memoria, hurgando la tradición histórica alineada a los diferentes períodos de la arquitectura del lugar.
Los signos trascendentes de la voluntad expresiva los define como monumentos, para los que propone escasas reglas en pos de evitar el desorden de la ciudad moderna. A estas pautas de simplicidad, proporción y claridad tipológica, el locus les confiere el carácter necesario para el análisis morfológico, porque supone la relación universal que rige las construcciones del lugar.1
Mediante la lógica científica, Rossi traza los parámetros que dan forma a su arquitectura, aunque las analogías están sometidas a un proceso de depuración tan exhaustivo que macera la semántica de los monumentos en esquemas conceptuales construidos.
Aunque el propio Rossi no niega la ambigüedad que propone, la indagación arquetípica reducida a tan escasos elementos da como resultado un objeto genérico que sólo se sublima por la luz y se exalta mediante el uso del color y la manera estricta de su geometría.
El relato de Rossi invoca a la historia para instalar la investigación científica como un hecho liminar del proceso de diseño arquitectónico. Y en este aspecto, aunque su sintaxis resulta tan extrema que hace compleja la conexión de sus analogías con otros elementos del entorno urbano, su obra intenta poner en debate un inapreciable desafío por recuperar la identidad de las ciudades mediante la lectura racional de sus hechos urbanos.
Marcelo Gardinetti. Arquitecto
La Plata, Argentina. Noviembre 2015
Nota:
1. “…se ha señalado muchas veces el valor del locus, entendiendo con ello aquella relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar.” Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad, GG colección punto y línea, pag. 185