Creo que no hace falta decir quiénes fueron Billy Wilder, ni tampoco Ray y Charles Eames (siempre se suele poner a Charles primero quizás por ser hombre). Lo que quizás se conozca menos es la amistad que les unió durante muchos años.
Según Tom Wood en su libro The Bright Side of Billy Wilder, traducido en España como ¿Quién diantres eres Billy Wilder? (Laertes, Barcelona, 1990):
«Wilder conoce a Eames y ha admirado su obra desde que éste [el autor y/o el traductor español del libro cree que Eames es un sólo arquitecto], a mediados de los años cuarenta, creó para él una silla de palisandro y cuero. Durante muchos años se han intercambiado muebles y pinturas y, en una ocasión, en 1948, Billy encargó a Eames el diseño de una casa. Compró un terreno en Beverly Hills para construir esa casa y acabó tan excitado con el proyecto que solía pasarse los fines de semana examinando el diseño con el arquitecto y bombardeándolo con sugerencias«.
Los presentó el diseñador gráfico Alvin Lusting que entonces usaba el garaje de la casa de Wilder en North Beverly Drive como estudio. Parece ser que los Eames hicieron el montaje de una secuencia de El héroe solitario (The Spirit of St. Louis, 1957), también se cuenta que durante el rodaje de esa película Wilder descansaba, acostándose en bancos y cualquier lugar que encontrase y le solicitó a los arquitectos que le diseñasen una chaise longue para no tener que buscar un lugar improvisado donde descansar, muchos años después, en 1968, ellos crearon una butaca tan larga como para poder descabezar un sueño, pero estrecha para que ese sueño no durase mucho tiempo, al parecer Wilder comentó que para acostarse dos personas uno debería ser como una escultura de Guiacometti.
Sí es cierto que muchos años antes Wilder les encargó una casa para él y su inteligente y bella esposa, Audrey Young, que había sido cantante de una big-band y aparece fugazmente en Días sin huella (The Lost Weekend, 1945). Wood escribe sobre su boda:
«La fuga de Billy con Audrey, en 1949, reveló en él una vena romántica cuya existencia sospechaban pocas personas. Acompañados por Eames y su mujer, Wilder y la señorita Young viajaron en coche hasta Nevada, donde podían casarse sin respetar los tres días de espera preliminares. La intención original de la pareja era casarse en la primera ciudad de Nevada a la que llegasen. Pero a Billy no le gustó el aspecto de la primera ciudad. Insistió en encontrar un sitio más apropiado, y siguieron viajando. Por fin llegaron a una población al gusto de Billy. Pero antes de dar su visto bueno a la celebración de la ceremonia, Billy insistió en conocer al alcalde de la ciudad para asegurarse de que fuese un hombre respetable y hogareño. La fortuna quiso que el alcalde estuviese lavando los platos de la comida cuando el grupo de fugados dio con él. Era aquél todo un detalle doméstico y Billy aguantó todo el solemne ritual sin hacer ni una observación ingeniosa o sarcástica. Después de la ceremonia, el grupo viajó hasta el lago Tahoe. Durante toda esa parte del recorrido, Wilder estuvo anormalmente silencioso«.
Wood escribe sobre esta casa que
«Aunque Eames es considerado como uno de los exponentes más destacados del diseño moderno, Billy iba tan por delante de él en algunas de las ideas que Eames acababa mareado. “Lo que nos impresionaba no era tanto su audacia como la constante puntería de sus intenciones”, recuerda Eames. “No utilizó la casa como un pretexto para despliegues de ingenio; tal vez su mayor contribución consistió en intuir dónde había elementos de mal gusto en el plan que nosotros habíamos elaborado.” Aquella casa, que iba a parecer una gigantesca caja de zapatos, no llegó a construirse. Había sido diseñada para un soltero y Wilder echó a perder el proyecto casándose antes de que se pusieran los cimientos«.
La casa no llegó a construirse, pero los dibujos y maquetas (como la que acompaña este texto y otras que pueden verse Architectural Digest) dan una idea de lo interesante que podía haber sido.
Jorge Gorostiza, arquitecto. Autor del blog Arquitectura+Cine+Ciudad
Santa Cruz de Tenerife, febrero 2014