En zonas de confort, es decir, en entornos conocidos, parametrizados de antemano o estructurados previamente en la mente de los individuos, las dualidades opuestas pueden llegar a tener sentido. Me refiero a dualidades del tipo lleno o vacío, negro o blanco, abierto o cerrado, etc. Estas dualidades opuestas o excluyentes, funcionan porque el receptor de la información conoce previamente los matices y las singularidades escondidas en una descripción tan primaria y sencilla. Es decir, todo el mundo asume esa dualidad como una simplificación necesaria para entenderse de forma directa y rápida. Esto vale para la arquitectura, para el arte, el ensayo, pero también para múltiples situaciones de la vida, tanto la profesional, como la privada. En pocas palabras, sin necesidad de matices ni explicaciones específicas, el emisor y receptor de ese código binario, o una cosa o la otra, pueden entenderse gracias a un conocimiento compartido más profundo de lo que un mensaje de este tipo encierra.
Obviamente cuando salimos de esa zona de confort, esta característica del mensaje es totalmente insuficiente. Si el entorno es desconocido, la necesidad de contextualizar y mostrar la paleta de colores intermedios entre dos situaciones es necesaria. Una de esas zonas de dis-confort por excelencia es el límite de lo conocido, el campo del conocimiento fronterizo. Curiosamente, si bien no siempre ocurre así, es posible seguir hablando en el territorio de lo ignoto y desconocido de dualidades, pero la diferencia radical es que allí la oposición de categorías no es creíble. Es más, es casi necesario el matiz de la conjunción “y” para mostrar la capacidad de cualquier espacio basado en la indeterminación, de que las categorías se agrupen, se complementen e incluso se contradigan.
Este tipo de recursos es magistral en la obra de Eugenio Trías, recientemente fallecido. Sus innumerables escritos acerca de la estética, como es Lógica del límite1, se anuncia un espacio relacional entre centro y periferia, entre dentro y frontera, que el filósofo desarrolla incluso como espacio topológico.2 En el espacio entre el cerco Hermético y el cerco del Aparecer, Trías sitúa el cerco Fronterizo, allí donde el cerco fronterizo, lugar de mediación, es también el lugar fundacional… En él se aloja el ser del límite.3
En ese espacio eminentemente fronterizo, en esa condición de límite a la que asigna un carácter de demarcación, y al que llega a invocar como el lugar contemporáneo por excelencia en tanto que somos seres del límite, habitantes entre el ser y la nada, una frontera que nos conforma a su imagen y semejanza, imprimiendo su propia lógica, Trías sitúa la dualidad de lo bello y lo siniestro. En lo bello y lo siniestro (refiriéndose a su conocido libro del mismo nombre),4 se me impone, por vez primera, casi sin darme cuenta, la idea de límite.
Y sigue:
“afirmo allí que lo siniestro es la condición y el límite de lo bello. La inmediatez y patencia de lo siniestro destruye todo posible efecto estético. Pero la pura y simple represión de ese fondo oscuro hace a su vez imposible que el efecto estético se produzca. Luego, lo siniestro es a la vez condición y límite. Sin referencia indirecta a lo siniestro el objeto estético carece de fuerza y vitalidad (es decir de belleza)… El misterio debe mantenerse como tal”.5
En palabras más mundanas, lo bello y lo siniestro es indisociable del hecho estético y por tanto de la arquitectura, el arte, la literatura, el cine, etc. Aún me atrevería a decir más, lo bello y lo siniestro es como categoría, una dualidad no opuesta, indiscernible de toda aspiración vital. Algo consustancial al ser humano.
En el ámbito de reflexiones que aquí se dan, un marco ampliado de la noción de la arquitectura con relaciones directas con la filosofía, la geografía, la sociología, y un largo etc., diría que lo bello y lo siniestro como categoría estética es consustancial del hecho urbano. El modo de producción de lo urbano, en sentido amplio y generoso, debe mediarse entre lo siniestro como límite y lo bello como reificador, como cosificador de la realidad.
Una de las imágenes más impactantes que se sitúan en el límite, valga la redundancia, de lo siniestro y lo bello, como algo más allá de lo arquitectónico, como un inmenso y a la vez brutal acto de amor, lo aprendí de la tesis doctoral de Ernest Ferré Text i Tectònica,6 defendida el año pasado, y de la que tuve el placer de formar parte del tribunal.
En la tesis se relata cómo Le Corbusier poseía un ejemplar del Quijote que durante largos periodos de su vida leía diariamente, hasta considerar Ferré que la relación con ese ejemplar se llega a convertir no tanto en un objeto de reacción poética, sino más bien de culto poético. A su vez, también se relata en la tesis el amor de Le Corbusier por su perro Pinceau, su fiel escudero a modo de su Sancho Panza particular.
A la muerte de Pinceau, el 6 de noviembre de 1945, en una reacción emocional básica e instintiva, por encima de cualquier consideración, reacción o emoción intelectual, el arquitecto suizo fusiona en un acto límite, su estimada lectura, y la memoria de un ser amado en un solo objeto, a su vez inmensamente bello y siniestro. Le Corbusier forra el ejemplar manido y viejo de el Quijote con la piel de su fiel perro Pinceua, en una acción sublime. El purismo así, había sido sobrepasado por el simbolismo y el arte; Para Le Corbusier, esta acción resituará su búsqueda en aquello que sea capaz de emocionar el mismísimo fondo de la consciencia, situando el espíritu de la verdad, en esas mismas coordenadas.
Por cierto, vale decir aquí que Trías relaciona la doble categoría de lo bello y lo siniestro directamente con la noción de lo sublime, en tanto que en el límite de esa dualidad yuxtapuesta, reside la clave para la aparición de la categoría estética por antonomasia de lo sublime.
Esa y no otra es la lógica de la arquitectura como hecho estético. La voluntad de belleza y la asunción de la condición de lo siniestro que cosifica lo bello y lo lanza hacia lo sublime.
Qué lejos parece quedar esta actitud, la actitud del amor y la pasión desmedida, en parte de la arquitectura actual…
¡¡¡falta de actos simbólicos, apasionados, salvajes y profundamente bellos!!!
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, abril 2013
Notas:
1 .TRÍAS, Eugenio, Lógica del Límite, Editorial Destino, Barcelona, 1991
2 .Ver diagrama de la topología del límite en TRÍAS, Eugenio, Ciudad sobre Ciudad, Arte, religión y ética en el cambio de milenio, Editorial Destino, Barcelona, 2001
3 .Op. cit. TRÍAS, 2001 p. 86
4 .TRÍAS, Eugenio, Lo Bello y lo Siniestro, De Bolsillo Random House Mondadori, Barcelona, 2011. Una de las recientes reediciones del ensayo.
5 .Op. cit. TRÍAS, 2001 p. 173
6 .FERRÉ, Ernest en tdx.cat
La tesis Text i Tectònica consta de tres partes. En la primera [capítulo
1] se ofrece un marco teórico sintético sobre la necesidad de la
concepción holística o globalizante de la percepción de la arquitectura
como necesidad de proponer un cambio cultural.
La segunda parte [capítulos 2 y 3] comprende el desarrollo de la
investigación empírica realizada mediante el método comparativo
especulativo de la obra escrita de Le Corbusier, en dos textos, Vers une
Architecture (1923), y UNITÉ (1948). Los
resultados obtenidos se han organizado en conceptos arquitectónicos,
bajo una estructura iconostàsica (en retablo) que el propio Le Corbusier
ya previó en ese período.
En la tercera parte [capítulo 4], se pretende validar la estructura
iconòstàsica de Le Corbusier como método de aprendizaje artístico o
arquitectónico. La primera validación viene de la teoría del lenguaje,
la segunda de la teoría poética, y la última del campo filosófico o
también llamado arquitectónica filosófica.
Finalmente, en el [capítulo 5] el autor hace una propuesta concreta para
iniciar un proceso global donde las conclusiones de la investigación y
la metodología validada de acuerdo con el tema estudiado se nos muestran
como un germen de cambio de esta posibilidad de percepción
http://www.tdx.cat/handle/10803/83922