Una de las mayores transformaciones del espacio doméstico -y sus relaciones con el exterior- se produce al ordenar en altura la tradicional yuxtaposición aditiva de estancias sobre el terreno. Al margen de evocaciones poéticas y paradigmas vernáculos de enorme interés,1 serán las nuevas técnicas constructivas, y en especial las estructuras de acero y hormigón armado, las que permitirán la exploración del proyecto vertical de la casa durante el primer tercio del s. XX. La estructura vertical del programa introduce un agente de cambio fundamental sobre las tradicionales relaciones horizontales entre interior – exterior: la progresiva conquista visual de la naturaleza en función de la altura, la casa observatorio como instrumento eficaz en la construcción del paisaje (y de los hombres).
La casa vertical se establece desde una reducida ocupación en planta baja, organizando en altura su volumen y contenido programático: una arquitectura de Estratos. En ocasiones la ocupación de la planta en contacto con el terreno se reduce al máximo, ampliándose la superficie de los niveles superiores en función del programa, argumento principal de proyectos como la «Casa pequeña» de Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa3:
“Hacer que cada nivel responda adecuadamente a su programa conlleva necesariamente la aparición de distintas superficies de planta”.
La villa moderna, sin embargo, libera el programa de la planta inferior y muestra con orgullo la estructura soporte de los niveles superiores: la estancia, el jardín suspendido o el solárium en cubierta, estableciendo claramente los polos inferior y superior entre los que se confina la casa: el vacío-articulación y la cubierta-mirador, sustitutos de los elementos tradicionales en la estratigrafía doméstica: el sótano y la buhardilla.
“La casa es imaginada como un ser vertical. Se eleva. Se diferencia en el sentido de su verticalidad. Es uno de los llamamientos a nuestra conciencia de verticalidad”.4
La casa como ser erguido y vigilante, como una personificación de nuestras urgencias más elementales: la casa como una máquina para mirar. Mirar más lejos, mirar como una de las formas más leves de la escapada; mirar más allá de aquello que nos rodea y que de algún modo nos contiene, mirar como una forma de poseer; mirar y tomar conciencia de nuestra de nuestra propia insignificancia ante la vastedad. Mirar y regresar peldaños abajo hacia la habitación del Mundo y el subsuelo. Introspección y conquista, liberación y pertenencia, abandono y amparo: experiencias sensibles de la casa vertical.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Mayo 2016.
Autor de Parráfos de arquitectura #arquiParrafos
Notas:
1 Las “casas torre” de Yemen se extienden por todo el país desde el siglo III d.C. y pueden llegar a tener hasta 8 niveles en altura como consecuencia de la idiosincrasia del lugar: geografía, clima, recursos, economía, cultura, etc.
2 Casa Pequeña, Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, Tokio, Japón, 1999-2000.
3 Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, ‘Casa Pequeña’, El Croquis nº77[1]+99, pág. 158.
4 Gaston Bachelard, La poética del espacio, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica de Argentina, 1990, pág. 48.