El primer “fin del mundo tal como lo conocemos” lo experimenté hace 40 años, el 4 de mayo de 1980 por la tarde cuando anunciaron que murió Tito. Josip Broz (Kumrovec, Croacia, 1892) llevaba dirigiendo Yugoslavia desde 1945, o 1943 cuando se refundó como federación socialista o desde 1941 cuando lideró la resistencia anti-nazi y la revolución socialista o desde 1937 cuando fue elegido secretario general del Partido Comunista de Yugoslavia, entonces ilegal.
Su liderazgo era vitalicio, su legitimidad incuestionable y su autoridad absoluta. Por eso su muerte planteó dudas en todos los niveles y marcó el inicio del desastre Yugoslavo.
Espectáculo político
El funeral de Tito duró 4 días y era un espectáculo de masas cuidadosamente organizado desde el mes de enero y televisado para dar cuenta de la importancia de su figura: asistieron 127 delegaciones con jefes de estado, monarcas y dirigentes políticos de todo el mundo. Auténticas estrellas como Leonid Brezhnev, Kim Il Sung, Jaser Arafat, Indira Gandhi, Margaret Thatcher, Nicolae Ceausecu, Santiago Carrillo, incluso la madre de Jimmy Carter.
El presidente Americano, en plena campaña electoral, evitaba el encuentro con Brezhnev pocos días tras anunciarle el boicot de los EEUU a los Juegos Olímpicos de Moscú de aquel verano como protesta por la invasión soviética a Afganistán e incumplir su ultimátum de retirarse.
El cuerpo del presidente viajó desde Ljubljana en el tren presidencial llamado Plavi Voz hasta Belgrado y allí tuvo lugar la catarsis colectiva: cientos de miles de personas lo esperaron en la estación y filas interminables marcaron las calles hasta el parlamento nacional donde estaba expuesto el sarcófago de Tito durante 4 días.
Las 24 horas la gente pasaba a saludarlo, se hacían guardias de honor en las que participaron todas las personalidades del país de todas las profesiones y grupos sociales.
Domesticidad funeraria
La tumba de Tito está en su casa, de hecho está en el invernáculo construido en su jardín en 1975 como jardín de invierno con apartamento y estudio donde Tito pasaba agradables ratos libres cuidando plantas. Tras la separación de su mujer en 1977 dicen que esa casita de 902m2 llamada Casa de las Flores (Kuća Cveća) era su lugar preferido.
Fue diseñado por el arquitecto croata Stjepan Kralj, un hombre muy discreto (o controlado) quien diseño otras residencias presidenciales, como la más famosa de la isla Vanga. Es una estructura simple, de planta rectangular y simétrica, de hormigón armado y acabado en ladrillo amarillo; con cubierta plana y sin decoración.
El acceso central lleva al jardín iluminado cenitalmente con doble cristalera que se abría en la parte superior. El eje central acaba en una terraza descubierta con la vista increíble sobre Belgrado, ya que la famosa Užička 15 (calle de la residencia presidencial de la cual formaba parte) se ubica en la colina Dedinje. En el centro de jardín interior estaba la fuente que tras el entierro fue trasladada al exterior, frente a la entrada, mientras que en los laterales estaban el apartamento, biblioteca y estudio – el famoso “salón chino”.
Ahora estos espacios son exposiciones de objetos personales y de las estatuillas testimonio (Štafeta Mladosti) que se pasaban de relevo entre los jóvenes del país al estilo de la antorcha olímpica cada cumpleaños del Tito celebrado el 25 de Mayo como fiesta de la juventud.
La tumba, un paralelepípedo loosiano
La perspectiva axial que empieza desde el exterior y acaba difuminándose en el panorama de la ciudad crea una experiencia teatral marcada especialmente por la cortina de terciopelo granate de la entrada.
El ritual de acceso empieza por la pérgola de cristal sobre la entrada y atravesando la cortina escénica y la cortina de aire que mantiene la temperatura constante en el interior.
La tumba, un paralelepípedo loosiano de mármol blanco está en el eje de simetría, en el tercio posterior de la planta, más cerca de la terraza que de la entrada, iluminada desde la claraboya con luz natural.
El movimiento en la casa es circular, alrededor del centro verde y sólo la tumba tiene un único camino para acercarse. Este camino, en el eje del edificio acaba en la tumba, es un acceso ritual de los altares y de los cementerios, diferente a los mausoleos con recorridos continuos.
Su (ex) mujer Jovanka, murió en 2013, pero su tumba –de la misma forma aunque más baja que la de Tito- está apartada de este recorrido ritual.
Un punto de peregrinaje yugonostálgico
A diferencia de otros líderes como Lenin, Stalin, Mao u Ho Chi Minh, cuyos funerales sirvieron de modelo, Tito no fue embalsamado; su ataúd está debajo de las 9 toneladas de mármol que dieron origen a diferentes mitos y teorías sobre su doble entierro o sobre la tumba vacía.
También sorprende la sencillez de los materiales, en vez de mármoles, granitos y otras piedras semipreciosas, Kuća Cveća mayoritariamente tiene cerámica de producción local –el mismo modelo de azulejos se podía encontrar en cocinas de las viviendas de la época- aparte del mármol en la parte memorial.
Su lujo está en la luz, la vegetación y las vistas, y en su momento en las soluciones técnicas para mantener la constante temperatura y humedad del jardín, que en las últimas décadas no han tenido el mantenimiento adecuado.
Desde el entierro de Tito, y sobre todo desde el final de su proyecto de Yugoslavia, Kuća Cveća es un punto de peregrinaje yugonostálgico y de controversia nacionalista: alrededor de 20 millones de personas la han visitado y al mismo tiempo siguen publicándose peticiones de su demolición y el retorno de los restos de Tito a Croacia.
Barcelona. Mayo 2020