Fisac «semihundido» y Goya «semihundido»
“Perro semihundido”, es una de las pinturas negras de Goya que más elucubraciones ha atraído. La austeridad de la pintura, en la que apenas puede apreciarse la cabeza de un perro mirando al infinito, ha dado lugar a múltiples teorías sobre el significado último que el pintor pretendía. La más aceptada acabó siendo aquella que veía en la figura del perro enterrado una premonición oscura sobre el futuro y la desesperanza de Goya. El perro hundiéndose –tal vez en el légamo-, no era más que el reflejo que nos evocaba el pintor.
Esta pintura, junto al resto de las que hizo en las paredes de la Quinta del Sordo, fueron trasladadas del revoco al lienzo en 1873, y al no encontrar comprador su dueño –Émile d’Erlanger- en la Exposición Universal de París de 1878, acabaron siendo donadas al Museo del Prado. Sin embargo, en ese proceso de pasar del revoco al lienzo, es inevitable la pérdida de pinceladas, texturas y detalles.
Nadie discutía ya la interpretación catastrofista sobre el significado de la pintura, cuando en 19921 se publicaron las fotografías que realizó Jean Laurent antes de ser desgarradas las pinturas de las paredes de la Quinta del Sordo, y perder en ese proceso parte de su contenido. En la foto de Laurent la pintura tiene mayor extensión y definición, y en contraposición a la que nos ha llegado, se puede apreciar que el perro mira embelesado el vuelo de dos pájaros sobre una colina,2 sin que haya el menor rastro de oscuridad en su mirada, y sin que podamos siquiera estar seguros de que realmente el perro se esté hundiendo3 o de si tan sólo se encuentra semioculto por la vegetación o una roca en primer plano.
Cuando creemos saberlo todo sobre las motivaciones del otro, es cuando más alejados estamos de ese conocimiento. A menudo, ni siquiera podemos tener certeza de nuestros pensamientos más íntimos, y pretenderlo sobre los de los demás no es más que una garantía de fracaso.
Mercado de Abastos de Miguel Fisac en Daimiel
Cuando a Fisac se le encargó proyectar un Mercado de Abastos para su Daimiel natal, de manera que se desligaran las funciones de comercio callejero, paso de vehículos y eje de la vida social del pueblo, que se habían venido desarrollando en la plaza,4 tuvo -de manera casi intuitiva- la certeza de que el edificio debía responder al carácter nítidamente manchego,5 con referencias perceptibles y directas a la arquitectura popular manchega y a sus construcciones.
Para ello, Fisac recurre al predominio del macizo sobre el hueco, con gruesos muros que lo enfatizan y ponen de manifiesto su espesor a través de los propios huecos; recurre a las aristas redondeadas en las esquinas, especialmente acentuada en el encuentro de la calle Prim con la calle Rafaela Clemente; y recurre, muy especialmente, a la textura que le otorga la cal, y que nos trae a la memoria las casillas de labranza manchegas, con el sol derramándose por sus paredes, casi serosas, al atardecer. Un caleidoscopio de texturas y matices ambarinos.
Estos muros, de contundente espesor, enjalbegados con cal -cal higienizante y estabilizante-, no son puramente un ejercicio nostálgico, de recuperación de los recuerdos infantiles de Fisac. Se trata, por el contrario, de un ejercicio intelectual, serenamente meditado por el arquitecto, para proveer de una arquitectura identitaria a La Mancha.
La incomprensión social
Sin embargo, cuando se inauguró el Mercado, a finales de 1961, los vecinos de Daimiel no entendieron el esfuerzo de Fisac,6 y lejos de interpretarlo como un homenaje admirativo hacia su pueblo, vieron en ese edificio del Mercado de Abastos un reflejo aldeano y rústico, que contrastaba con los anhelos cosmopolitas que ellos albergaban. Ese edificio, sentían, les anclaba a su carácter agrario, como los apellidos de nuestros abuelos que nos determinan y nos fijan y nos cierran.
Los vecinos de Daimiel creyeron ver en esos muros de tapial enjalbegados al perro semihundido de Goya, con su evocación de un futuro agrisado y plomizo; y a través de sus huecos hundidos en el muro, sólo percibían melancolía y desánimo.7 La diferencia de rasantes entre las calles hacía, además, que el edificio estuviera semihundido en algunas cotas.
La Exposición de Escuela de Arquitectura de Munich, de 1993
Y así vivió el edificio, entre la incomprensión y la apatía, hasta que en 1993 la Escuela de Arquitectura de Munich organizó una exposición retrospectiva de Fisac, con motivo del octogésimo aniversario del arquitecto.
En ella se expusieron los planos y alguna fotografía del Mercado de Abastos, y los estudiantes alemanes, al contemplar aquello, quedaron fascinados por esa arquitectura que ponía en valor el lugar y el modo de vida de sus habitantes, y que servía al genius loci más que a sí misma.
Los profesores y alumnos de Munich mostraron gran interés en saber más de aquel edificio de arquitectura vernácula, del que sólo tenían la referencia de esa fotografía.
Fisac semihundido
Porque esa fotografía -en blanco y negro, como todas las fotografías-, permitía comprender luminosamente las intenciones de Fisac con el proyecto. El Mercado de Fisac ya no miraba temeroso al futuro a partir del pasado, y desde el interior de sus huecos parecía verse, tal vez, el vuelo embelesado de dos pájaros sobre una colina. Ni siquiera podíamos tener claro que el edificio estuviera semihundido.
Al poco tiempo de aquella fotografía en la Exposición de Munich, el Ayuntamiento de Daimiel decidió rehabilitar el edificio, que había estado languideciendo, falto de uso y de comprensión.
Notas:
1 Torrecillas, Carmen. “Las pinturas de la Quinta del Sordo fotografiadas por J. Laurent”. En Boletín del Museo del Prado, tomo XIII, número 31, 1992, p. 57 y ss.
2 Arnaiz, José Manuel. Las pinturas negras de Goya. Antiqvaria, Madrid, 1996, p. 36.
3 Bozal, Valeriano. Pinturas negras de Goya. TF editores, Madrid, 1997, p. 98.
4 “Actualmente el mercado se realiza de una forma rudimentaria y circunstancial en la Plaza Mayor, que a la vez es carretera de tránsito desde la general de Andalucía a Ciudad Real, quedando confundidas y mal realizadas las tres funciones de paso de carruajes, centro cívico y mercado, con las consiguientes molestias y trastornos al tener que simultanear tan diversas y casi incompatibles funciones, por lo cual, el Excmo. Ayuntamiento acordó la construcción de un mercado segregando esta función a la Plaza Mayor que, en su día, también ha de verse libre de la otra función de tránsito para quedar reducida a la genuina razón de ser corazón de la ciudad y lugar de reunión cívica y de esparcimiento popular”.
Fisac Serna, Miguel. Memoria del proyecto. Archivo de la Fundación Fisac, AFF 67.
5 “(…) una arquitectura en la línea de lo vernáculo, entendido como lo esencialmente constitutivo de la cultura de un país”.
Asensio-Wandosell, Carlos. Fisac-De la Sota. Museo ICO, Madrid, 2014.
6 “(…)se encuentra hoy en grave peligro de desaparición; precisamente por esa creencia de los manchegos de que no vale nada, y que hay que destruirla lo antes posible para borrarla del paisaje”.
7 “La utilización formal de la disposición de muros de tapial en las cuadras de las eras de trillar crea una estética típicamente manchega que, paradójicamente, tanto suele molestar a los manchegos.
La Mancha posee, aunque de una forma verdaderamente incomprensible quieran negarla muchos de sus habitantes, una arquitectura popular de las de más finura plástica que tenemos en España y además muy acorde con el sentido de la estética actual. Sería imperdonable prescindir de ella y además se falsearía la realidad constructiva y psicológica del lugar por lo que desafiando las burdas incomprensiones de las gentes que sin formación ni educación estética querrían un edificio exótico, desarraigado de su tierra y de su natural manera de sentir, me veo en la obligación de seguir este natural, sano, humano y sublime concepto local, no buscando un tipismo, sino actualizando, sin concesiones folklóricas de ninguna clase, la diversidad natural que han de tener edificios enclavados en tierras diversas”.
Fisac Serna, Miguel. “Mercado de Daimiel”. En Revista Formas, nº 13, 1er trimestre, 2006, p. 45.