«¡Rápido! Encended las estrellas antes de que se fundan los plomos»,
escribió Aldo van Eyck en el año 1959, en pleno debate sobre los caminos que debería tomar la arquitectura moderna. Un momento difícil, complejo y, al mismo tiempo atractivo, dónde los protagonistas manifestaban a través de su obra, acompañada de escritos, bocetos y reflexiones, las dudas e ilusiones sobre el futuro, y sobre su capacidad colectiva de cambiarlo.
Después de un tiempo de trabajo toca cerrar los libros, devolverlos a estanterías y bibliotecas. Retomar las lecturas pendientes y las descubiertas. Entre ellas, una cercana, me recuerda el inicio del viaje hasta donde acaba la tierra, para comprender allí
«que Galicia no es el fin de la tierra sino el centro del mar».
Idea que refuerza aquella tesis de Cunqueiro que definía Galicia como
«una tierra que tiene la cabeza donde termina el mundo conocido y que tiene los pies en el río del Olvido. Realmente no puede haber país más extraño, no puede haber país que esté más lejos, y que desde más lejos venga a entrar de un modo u otro en la gran historia de la humanidad».
Releyendo las páginas resulta relevante observar la presencia del mar en todo el trabajo. Y de una manera de navegar en su historia: entender el proceso desde el detalle, para liberarse de las visiones panorámicas previas y plantear un recorrido nuevo y razonado. Buscando que lo más cercano, lo más familiar, se convierta en lejano y distante —en universal— y lo remotamente lejano se vuelva próximo y accesible —en concreto—. Ir descubriendo esas estrellas que se fueron encendiendo, cuya luz, siendo remota, está tan próxima a la que ansiaba van Eyck.
antonio s. río vázquez . arquitecto
a coruña. abril 2013