Creo que hoy, más que nunca, es necesario recuperar el título de aquella serie de dieciséis artículos que escribió Frank Lloyd Wright desde marzo de 1908 hasta diciembre de 1928 en la revista The Architectural Record: “In The Cause of Architecture”.
En ellos habla de su forma de entender la Arquitectura, pero, por encima de eso, hace una declaración de amor hacia ella. La Arquitectura es espacio organizado y configurado para que en él suceda la vida. El arquitecto español Miguel Fisac decía que el espacio es aire humanizado. Y eso es la Arquitectura: Espacio. Espacio creado por el ser humano. A menudo ocurre en edificios.
En estos momentos todos los arquitectos, que ya hemos hecho por otra parte muchos ejercicios de autocrítica (y los que nos quedan), debemos hacer una declaración de amor parecida. No quiero hacer hoy una defensa corporativa de la profesión de arquitecto (que también podría, ¿por qué no? ¿No tengo derecho?). No quiero hablar de intrusismo. No. Quiero hablar de Arquitectura.
Creo que para amar la Arquitectura hay que intentar comprender varias cosas sutiles y resbaladizas, pero al mismo tiempo obvias: La principal, a mi juicio, es que Arquitectura es Espacio, y Espacio no es sinónimo de Volumen. Si alguien necesita que le explique eso vamos mal. Pensad por un momento en aquel cuarto de la casa de vuestros abuelos, en el que dormíais unos días, durante las vacaciones de Navidad. La casa sigue construida, pero hace ya muchos años que no pertenece a la familia. Por algún motivo casual os es dado visitarla de nuevo. Han quitado aquel papel pintado de girasoles verdes y amarillos y las paredes están pintadas de color crema. El espejo ya no está, y las cortinas de rayas han sido cambiadas por estores. No es la misma habitación ni es la misma casa. Lo veis todo ahora con nostalgia y con una triste felicidad remota… Pero el volumen es el mismo que antes. Y los puntos cartesianos x,y,z siguen estando donde estaban. (¿De qué narices estamos hablando? El DRAE da quince acepciones de la palabra “espacio”. Quince nada menos; y ninguna se refiere a lo que trato de expresar aquí).
Como corolario de todo eso, Arquitectura no es sinónimo de edificación ni de construcción. Es otra cosa. A menudo muy parecida, seguramente, pero otra cosa. Importan muchos detalles, muchas circunstancias, muchos temas, muchos elementos. Es experiencia vital, es sueño, es amor, es rabia. Es el escenario de nuestra vida.
Los arquitectos tenemos fama de ponernos estupendos en todo momento, pero yo (que no soy especialmente sensible) os puedo decir que en un delicioso viaje a Finlandia me impresionaron las obras de Alvar Aalto, que ya me sabía de memoria y que, como arquitecto habituado a interpretar planos y todo eso, me había reconstruido en mi mente y tal, y blablabla. ¡Una porra! Cuando visité el Ayuntamiento de Säynätsalo paseé por una galería que había visto mil veces en fotos, pero era otra cosa. La luz delicada del verano finés, el calorcito, el tacto de la madera y del ladrillo… y el olor. Olía a barniz, a café, a paz, a trabajo. No lo sé explicar. El espacio es inefable. ¿Me pongo cursi? Seguramente. Lo siento. Es que no lo sé comunicar. Tal vez nadie pueda. Tal vez radique ahí la rara magia de la Arquitectura.
La Arquitectura no es estructura+construcción+belleza. Si pensamos eso ya estamos disecando partes de un cadáver; ya se nos ha cortado la mahonesa.
La Arquitectura es todo eso integrado para configurar un Espacio. Y Espacio es “eso” donde estamos. Donde vivimos y odiamos las personas.
José Ramón Hernández Correa · Doctor Arquitecto
Toledo · enero 2013
http://archrecord.construction.com/inthecause/onTheState/default.asp
Donde puedo encontrar estos artículos (en concreto el primero) Gracias
Atmósferas
Suscribo todo lo que dices.
Y me pregunto: ¿El oficio de arquitecto es tan dificil de entender? o ¿somos nosotros los que no nos sabemos explicar?
Totalmente de acuerdo contigo José Ramón. Hay espacios que tienen ese «nosequé» que te hace sentir cosas…