Según la ONU, la violencia es una forma de discriminación que inhibe la capacidad de gozar de derechos y libertades en igualdad. Si bien la violencia de género, ante las alarmantes cifras, es uno de los temas que más se está visibilizando hoy, existen otros tipos de actos que afectan y ponen en peligro nuestras vidas cada día, y cuya escala de responsabilidad supera a la de un sujeto en particular. Nos estamos refiriendo a la discriminación urbana, que casi a diario se cobra una vida, y que es, en gran medida, consecuencia de la ilegalidad y falta de planificación de nuestras ciudades.
Hablemos de Lima, una ciudad de más de 9 millones de habitantes donde cerca de la mitad1 viven en zonas con deficiente cobertura de servicios urbanos (agua, desagüe, luz, transporte público, educación, salud, parques, etc.), con problemas de accesibilidad, o con cierto tipo de riesgo físico o edilicio.
La discriminación nos mata cuando tenemos una emergencia y no puede llegar la ambulancia o los bomberos, porque la única forma de acceder a casa del 30% de la población es caminando por arenales o subiendo muchas escaleras. Nos mata cuando nos enfermamos por no tener agua potable, desagües o electricidad, siendo esta la realidad de cerca del 5% de los limeños. Pero también cuando quedamos expuestos a toneladas de basura, ya sea porque la gestión del recojo es deficiente, o porque la pobreza nos lleva a hurgar en los botaderos clandestinos.
Nos mata cuando nuestra casa se desmorona por estar construida sobre un terreno frágil, o cuando se la lleva el río, un huayco o un derrumbe. O también porque la levantamos sin tener en cuenta las normas técnicas, que es la realidad de 7 de cada 10 hogares según cifras de CAPECO.
Nos mata cuando ponemos en riesgos nuestras vidas en una combi, taxi colectivo o mototaxi, sobre cargados de pasajeros y haciendo carreras para ganarle al otro. Y no es que seamos irresponsables, es que no tenemos otra alternativa para llegar a nuestro trabajo o escuela. Según el INEI,2 el 30% de los accidentes de tránsito son generados por unidades de transporte público, que representan sólo el 1,5% del parque automotor.
Nos mata al dejarnos desprotegidos ante el accionar de delincuentes, y no sólo en calles oscuras, sino a plena luz del día, aglutinados en una estrecha vereda, un paradero colapsado, o algún paraje desolado. Según la encuesta de Lima Como Vamos del año 2017, el principal problema de los ciudadanos es la inseguridad, siendo que el principal incidente son los robos callejeros.
Esta ilegalidad es estructural, según el censo del 2007, cerca del 40% del área urbana de Lima es de origen informal, y de ese porcentaje, cerca del 5% no podría ser urbanizado dado lo precario de su ubicación. El costo para la ciudad de la ausencia de políticas sostenidas orientadas a planificar su crecimiento es de miles de millones de soles, ello porque sistemáticamente se han considerado las zonas rústicas y/o marginales como “suelo barato”, sin tomar en cuenta el costo de la provisión de los mencionados servicios urbanos.
La ciudad en la que vivimos necesita acciones urgentes que reduzcan nuestro riesgo a morir, o que, mucho mejor, proyecten nuestro mejor vivir desde un crecimiento equilibrado y en equidad. Para ello es urgente que Lima Metropolitana tome control sobre su territorio, regulando no sólo el desarrollo urbano, sino también la movilidad, los servicios básicos y las grandes obras de infraestructura. El hecho que la ciudad no cuente con un Plan de Desarrollo que organice su presente para orientar su futuro es insostenible. Han pasado ocho años desde que el último plan venció, y casi treinta desde que se elaboró.
Como sociedad, debemos exigir a todos los candidatos el firme compromiso de retomar el control del territorio desde la planificación estratégica, con acciones inmediatas y mediatas que nos permitan proyectar nuestro futuro desde el ordenamiento de nuestro presente, y que contemple su revisión y adaptabilidad permanente, siguiendo los constantes cambios de nuestra sociedad.
Lo que debe motivarnos a presionar por el cambio no debieran ser sólo fechas conmemorativas como el Bicentenario, sino la conciencia que la única forma de asegurar nuestras vidas y bienestar, es trabajando en conjunto por una ciudad mejor.
Aldo G. Facho Dede · Arquitecto urbanista
Lima · Junio 2018
Autor del Blog Habitar: Ambiente+Arquitectura+Ciudad y fundador de la Red Latinoamericana de Urbanistas
Notas:
1 Cuadro 9, Página 24.