En diversos artículos hemos hablado sobre el impacto de la Pandemia de la Covid-19 en la forma como habitamos en las ciudades, sobre todo con respecto a las enormes brechas urbanas que nos separan de aquellos estándares mínimos de bienestar a los que nos hemos comprometido como Nación, y que están reflejados en nuestra Constitución Política. Dentro de esas aspiraciones plasmadas en nuestra Carta Magna, está también la preservación y engrandecimiento de nuestro legado cultural, que se manifiesta en el patrimonio material, inmaterial y natural que nos esforzamos por conservar.
La misión del Ministerio de Cultura es inmensa, pero la evidencia nos muestra que esa grandeza que nos enorgullece también nos desborda; a la fecha nos sigue costando un excesivo esfuerzo poder proteger nuestro patrimonio, generar las fuentes de financiamiento para su preservación y difusión, y asimilarlo de forma activa en las ciudades que habitamos.
“La misión del Ministerio de Cultura es inmensa, pero la evidencia nos muestra que esa grandeza que nos enorgullece también nos desborda; a la fecha nos sigue costando un excesivo esfuerzo poder proteger nuestro patrimonio, generar las fuentes de financiamiento para su preservación y difusión, y asimilarlo de forma activa en las ciudades que habitamos.”
Sólo en Lima tenemos más de 500 estructuras arqueológicas, un Centro Histórico Patrimonio de la Humanidad, y zonas monumentales en diversos distritos. Las estructuras arqueológicas son parte de la trama urbana, y conviven con urbanizaciones formales e informales. El centro histórico y las zonas monumentales están habitados, albergando instituciones, comercios y sobre todo familias, que transmiten nuestro patrimonio inmaterial entre generaciones. Lamentablemente, muchas de estas familias se encuentran en situación de pobreza urbana y hacinamiento, poniendo en riesgo sus vidas.
Las leyes y reglamentos, pero sobre todo la forma como los interpretamos y aplicamos, hacen que tengamos muy pocas herramientas para poder aprovechar esa condición de patrimonio vivo y habitado en entornos que evolucionan constantemente, más ahora con la pandemia. En este particular contexto, debiéramos poder fortalecer su valoración desde su singular aporte a la identidad local y metropolitana, abriéndolos y equipándolos para que sirvan a sus vecinos. De esa manera podremos ahuyentar invasores, potenciar su valor desde la adaptabilidad a los usos contemporáneos, y transformar sus limitaciones urbanísticas en activos que puedan servir para financiar su recuperación.
“Las leyes y reglamentos, pero sobre todo la forma como los interpretamos y aplicamos, hacen que tengamos muy pocas herramientas para poder aprovechar esa condición de patrimonio vivo y habitado en entornos que evolucionan constantemente, más ahora con la pandemia.”
Nada de esto es nuevo, se aplica en el mundo hace décadas, y en el Perú se han desarrollado al menos cuatro interesantes proyectos relacionados directamente con la conservación y activación del patrimonio, uno de ellos promovido por la Municipalidad Distrital de Miraflores, dos por el Ministerio de Cultura, y uno por la Municipalidad Metropolitana de Lima.
El primero se denominó “Programa de Conservación de Casonas”, y tuvo como objetivo generar los recursos para el financiamiento de la restauración y preservación de edificaciones de valor histórico del distrito. Ello se consiguió con la capitalización y venta de la altura que no se podría aprovechar al mantener la edificación original. Esos metros cuadrados eran ofrecidos al mercado y colocados en zonas que habían sido previamente identificadas para su recepción. Este instrumento estuvo vigente por un corto período de tiempo, pero demostró el enorme potencial que tiene para consolidar y preservar nuestro patrimonio. A la fecha se han recuperado las 10 casonas que se llegaron a acoger, de las cuales 3 son monumentos históricos.
Tomando esa experiencia, el Ministerio de Cultura lanzó el proyecto “Altura para la Cultura”, en el que trabajó junto al el Ministerio de Vivienda y tres municipalidades provinciales en proyectos pilotos que debían generar la experiencia necesaria para su réplica a nivel nacional. Lamentablemente no prosperó, pero visibilizó el potencial del instrumento, las limitaciones de la normativas nacionales y locales, y dejó el camino trazado para avanzar en ello.
El tercero llevó el nombre de “Puerto Cultura”, y buscaba activar las interfases de los sitios arqueológicos que están dentro de las ciudades como espacios abiertos al uso público, acercando la historia al vecino, y fortaleciendo su protección desde la valoración y apropiación de lo que hoy son muros ciegos, cercos o líneas invisibles. Se llegaron a desarrollar algunos proyectos en coordinación con las Municipalidades Distritales, que debían ser las responsables de su implementación.
Finalmente, el cuarto es el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima, promovido por la Municipalidad Metropolitana de Lima, que consiguió incorporar criterios innovadores como el sustento para la plantación de árboles en las calles, la definición de alturas por consolidación de frentes, la apertura hacia el urbanismo táctico como estrategia preliminar para la peatonalización de las calles, y el fortalecimiento de PROLIMA como unidad formuladora y ejecutora.
A la fecha, sólo este último se encuentra activo, con el particular mérito de haber aprovechado las restricciones circulatorias para recuperar las calles y espacios públicos para los peatones y vecinos. De igual manera lo han hecho algunos distritos en sus zonas monumentales. Estas buenas prácticas deben ser fortalecidas, difundidas y consolidadas. Pueden revisar el detalle de esta importante gestión en la entrevista que hicimos al Gerente de PROLIMA, arquitecto Luis Martín Bogdanovich.
Entonces, si nos preguntamos cuáles son los desafíos que nos plantea la pandemia para la preservación del patrimonio, podríamos decir que es ponernos de acuerdo para implementar y sostener los proyectos e instrumentos que ya hemos diseñado para preservarlo y engrandecerlo; aprovechando la urgencia que hoy tenemos de poner en marcha medidas que nos permitan reducir las enormes brechas urbanas que nos separan.
“Entonces, si nos preguntamos cuáles son los desafíos que nos plantea la pandemia para la preservación del patrimonio, podríamos decir que es ponernos de acuerdo para implementar y sostener los proyectos e instrumentos que ya hemos diseñado para preservarlo y engrandecerlo.”
Finalmente, y tomando el ejemplo de algunas ciudades del mundo, debiéramos animarnos a intervenir más calles, habitar más monumentos, ocupar más entornos de los sitios arqueológicos, inundar de gente las plazas, plazuelas y paseos; y rendir homenaje a nuestro riquísimo patrimonio resignificándolo y llenándolo de vida.