Hoy cuando crece el racismo, apoyado por grupos y partidos políticos que se aprovechan del odio para conseguir adeptos y votos, hoy es fundamental recordar lo que sucedió y nadie podía creer que estaba ocurriendo, porque no se podía concebir que gente educada, perteneciente a un país avanzado, culto y europeo, ni cualquier ser humano, fuera capaz de concebir y realizar una máquina de asesinar tan monstruosa como los campos de concentración.
Hoy cuando se escribe sobre cineastas y arquitectos, como «Leni» Riefenstahl y Albert Speer, con benevolencia e incluso con admiración, no hay que olvidar que ellos y varios miles de personas más fueron culpables por acción o por omisión de este horror, que asesino a millones de personas, solo por pertenecer a una raza o tener unas creencias políticas determinadas, pero no se puede olvidar que en la actualidad otros pueden (¿podemos?) ser igualmente culpables de la situación actual.
Hay que ver otra vez el magnífico el cortometraje Noche y niebla, dirigido por Alain Resnais en 1955, en el que se habla de la responsabilidad de muchos profesionales, entre ellos los arquitectos, algunos antiguos estudiantes de la Bauhaus:
«Un campo de concentración se construye como un estadio o un gran hotel: con los inversores, estimaciones, con la competencia y sin duda, algún que otro soborno. No hay ningún estilo específico, se deja a la imaginación. Estilo alpino, estilo garaje, estilo japonés, sin estilo…
Los arquitectos diseñan tranquilamente las puertas destinadas a franquearse una sola vez. Mientras tanto, Burger, un obrero alemán; Stern, un estudiante judío en Amsterdam; Schmulski, un comerciante en Cracovia; y Anette, una estudiante en Burdeos, se ocupan de su vida cotidiana, sin saber que a mil kilómetros de sus casas ya tienen una plaza asignada.
Y el día que sus bloques están acabados, lo único que falta, son ellos».
¿Habrá hoy plazas asignadas?
Jorge Gorostiza, Doctor arquitecto.
Santa Cruz de Tenerife, julio 2018
Autor del blog Arquitectura+Cine+Ciudad