El faro de Finisterre y su entorno se han ido convirtiendo con el tiempo en un lugar de gran atractivo turístico, tanto para personas que llegan en autobús o coche como para otros más tranquilos que lo hacen a pie o en bicicleta, como continuación del “peregrinaje” a Santiago de Compostela. El flujo de visitantes es lógicamente muy variable a lo largo del año, en invierno es más escaso y aumenta considerablemente con el buen tiempo, y en ciertos días del verano puede considerarse incluso masivo. Por otra parte, el tiempo medio de estancia por persona es de aproximadamente una hora. Así las cosas, el proyecto pretende la organización de esos flujos de personas, y busca hacerlo de una manera económica: mediante la corrección puntual de la topografía para acoger los nuevos aparcamientos por ejemplo, con el rechazo de soluciones basadas en el uso indiscriminado del llamado “mobiliario urbano” y con la utilización de materiales- hormigón para pavimentos y muros, madera embreada para la edificación- que puedan tener un envejecimiento favorable a su “plasticidad”.
El aparcamiento de visitantes se organiza a lo largo del lateral noroeste de la carretera de acceso. Se realizarán trabajos de desmonte para la ubicación de los vehículos en “trinchera” protegidos por el talud y bajo la sombra del pequeño pinar existente. La visión de los coches se oculta así a los caminantes que cada vez en más número llegan por el sendero que enlaza por el borde de costa el nuevo cementerio con el faro.
La explanada del aparcamiento actual se corrige y ajusta en su definición geométrica para configurarse como ámbito previo al nuevo acceso peatonal: zona de espera de los distintos grupos de personas que van y vienen y área de maniobra para los autobuses. En un nivel ligeramente inferior a aquella se situarán los puntos de venta de artesanía y los servicios de aseos públicos. Se ubican bajo una gran cubierta de madera embreada que permite a los visitantes protegerse del sol y de la lluvia mientras compran o esperan a sus acompañantes. Una rampa y un gran banco construyen el encuentro entre los dos niveles de la plaza, separados unos 80 cm.
El acceso de vehículos más allá del aparcamiento principal quedará restringido a los que dan servicio al faro y al pequeño hotel existente en el edificio del Semáforo. El tramo de carretera entre el aparcamiento y el faro ajusta su sección y dimensiones a las nuevas condiciones de tráfico restringido, se corrigen los rellenos de tierras efectuados para su construcción para así acentuar lo que el territorio nos enseña: el entorno del faro es como una lengua de tierra rodeada de mar.
La actuación es más potente en la plaza de acceso al faro, se corrige la pendiente actual para reforzar su presencia como balcón hacia el horizonte: la plaza queda configurada como un gran plano inclinado que arrastra al visitante hacia el mar. La entrada al edificio se realiza mediante una rampa de piedra de anchura suficiente para permitir la accesibilidad de las personas y la llegada de ocasionales vehículos de servicio.
Más abajo, al pie del edificio de La Sirena, se construye una pequeña terraza escalonada realizada mediante la reutilización de las piezas de piedra existentes. Un hueco en el propio suelo hará posible el ritual del peregrino de la quema de sus botas.
rvr arquitectos