Este sugerente título lo regala Joaquim Español en el capítulo 13 de Forma y consistencia.1 El libro reflexiona acerca de una doble distorsión. Por un lado en muchas arquitecturas contemporáneas todavía late la vieja frase de Mies Van der Rohe rechazamos reconocer problemas de forma. Es decir, la arquitectura debe entenderse como exenta de forma en tanto que solamente debe responder a una condición moral que viene legitimada por la lógica constructiva, acaso con cierta instrumentalización compositiva. Ese posicionamiento que transforma la idea de forma, y subsidiariamente la idea de geometría, en pura instrumentalidad arquitectónica, puede reseguirse en proyectos actuales, que rechazan la reflexión sobre la forma y su inmediata relación de consistencia con la geometría, como si fuera posible hacer arquitectura con una no-forma.
La otra distorsión, evidentemente más llamativa y popular, ha sido la sobreformalización de tantos y tantos proyectos de las últimas décadas, formas excesivas carentes de razonamiento y sentido, pero peor aún, carentes de la más mínima inteligencia en el uso de la forma. Formas de usar y tirar, sin el mínimo respeto por el contenido que la significación pueda traer a la memoria. Formas desatadas, plagadas de balbuceos intencionales que acaban convirtiendo la idea de forma en algo sucio y pueril. Viendo algunos de estos proyectos acabados, da la sensación que más bien la forma ha sido forzada hasta la saciedad como si de una esclava sexual se tratara. No hace falta decir más.
Tanto por defecto como por exceso, el resultado es el menosprecio de toda la carga significativa que contiene cualquier forma, incluso las formas de la amnesia o las formas del desfase.
En arquitectura todo es forma.
La reflexión a la que Español intenta dar forma2, queda explicita en la pregunta lanzada al aire, que a modo de introducción al libro, está impresa en la contraportada,
¿se nos permite a los arquitectos olvidarnos de las responsabilidades frente a la forma?
La forma como resultado es producto de una condición de consistencia, como bien dice el autor.
La consistencia, la cohesión entre partículas de una masa, puede entenderse como la trabazón de los elementos de un conjunto que le otorga el atributo de la estabilidad. La trabazón supone relación. La consistencia de una forma se da pues cuando existen en ella relaciones perceptibles. Entonces podemos decir que posee estructura interna.
Solamente por esta reflexión inicial, la no-forma en arquitectura es imposible.
Si hay algo consustancial a la arquitectura esto es su forma y su capacidad para construir un cuerpo significativo. Es decir, toda forma, primaria o compleja, que la arquitectura pueda adoptar encierra una relación entre la estructura física y una estructura significativa. Cuando menospreciamos la vulgaridad de las formas de las casas pareadas de extrarradio que pueblan nuestro territorio, estamos criticando la falta de consistencia entre la realidad formal física y su falta de significación. Estamos lamentando la oportunidad perdida al no haber propuesto un cuerpo significativo de valor, que integrado en la geometría de la forma, estaría aportando una posible lectura del hecho de habitar en la periferia, o la manera como un objeto es capaz de establecer un diálogo explicito en relación al paisaje que lo rodea, por poner unos ejemplos.
Por eso el regocijo formal por sí mismo es también igual de absurdo que el enmudecimiento significativo. La indolencia como algunas arquitecturas están recargadas de significados vacíos, disonantes, extremos en su absurda espectacularización, por contraposición con el ejemplo anterior, podríamos decir que chillones por definición, provoca la misma reacción de decepción y crítica.
El centro de la discusión que propone Español es precisamente lo que titula este artículo el desafío de la significación, el enriquecido viaje entre forma física y sus significados posibles, en definitiva, la discusión de la forma como la discusión acerca de la relación entre realidad y percepción, entre lo físico y lo que metafóricamente hablando llamamos lo químico, lo empático, la capacidad para la construcción narrativa de un relato.
Y es que la forma es el conductor del relato de toda arquitectura. La forma, la geometría de una forma específica, está relatando el entramado de ideas y decisiones que hacen que una arquitectura acabe siendo lo que es, y no otra cosa. El desafío de la significación formal de una arquitectura consiste en dominar los entresijos, los atributos, los procedimientos que de manera coherente acaban cosificando unas ideas entrelazadas. Juzgar una arquitectura es juzgar precisamente la pertinencia del relato que toda arquitectura ofrece. Buscar la coherencia para evitar la arbitrariedad.
Para no ser siervos de un lenguaje de formas, debemos ser expertos en el metalenguaje de las formas.
El reto, el desafío de toda arquitectura, es el de dar consistencia a un relato significativo, que por principio deberá estar fuertemente vinculado a la sociedad y al tiempo al que sirve. Por eso en raras ocasiones la carga significativa de un proyecto es válida cuando remite a arquetipos del pasado, o se esconde detrás de estilismos importados de otras latitudes o de otros tiempos. La pertinencia de la carga significativa de una arquitectura debe juzgarse por su capacidad para relacionarse con el territorio y los individuos que en el habitan, entendiendo que debe interpretar de la mejor manera posible las aspiraciones individuales y colectivas de una sociedad en la que la arquitectura se asienta. Y todo ello, además, sin perder la emoción de la presencia que todo objeto arquitectónico induce. Es decir, sin perder lo intuitivo, lo visceral y lo fenomenológico.
El reto de la significación de la arquitectura es a la vez objetivo y subjetivo, o mejor dicho, es esencialmente intersubjetivo, relacional, exagerando, diría que es vírico. Por tanto, está sujeto a lógicas de sistematización, y sin ser contradictorio, a lógicas de límite.
Decía Josep Llinás que se puede hacer arquitectura desde el sistema o hacer arquitectura desde el límite, yo creo que siendo cierto lo anterior, se debe hacer arquitectura desde el sistema y desde el límite a la vez. Lo sistémico es esencialmente lo codificado, lo previamente estructurado y traducido a un comportamiento de signos predecibles. Lo limítrofe, muchos más sugerente, es el lugar fronterizo, el espacio desde el que avanzar, la posición que permite ensanchar todavía más el campo de lo posible. Sin duda bascular entre lo sistémico y lo limítrofe es enormemente complejo y la superación del estructuralismo propuesto por Claude Lévi-Strauss, entendido como un intento de sistematizar los significados, y por tanto de borrar los límites, atestigua que el desafío de la significación de la arquitectura todavía está sobre la mesa.
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, abril 2013
Notas:
1 ESPAÑOL, Joaquim, Forma y consistencia; La construcción de la forma en arquitectura, Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona 2007.
2 Pido perdón por no poder resistirme al uso de esta cacofonía.
se puede rebuscar menos la forma del texto? recuerda mucho a la complejidad innecesaria de la arquitectura que critica, parece que queda mas profesional pero desde mi punto de vista la simplicidad ha de alcanzar todas las facetas. De todas formas un gran texto que ayuda a reflexionar. Gracias!