Soy una ciudad invisible. No puedo explicarte mi ubicación ni mis códigos postales porque un día empiezan por «quiensabe» y otros terminan en «nosé». Mis calles son visibles sólo cuando las transitas y en los mapas cambian, sin cesar, de ubicación. En la Oficina de Información explican donde no están las cosas porque siempre se sabe en qué lugar han estado, pero no a donde van a parar. Los ciudadanos suelen perder de vista sus hogares y nomadean por diferentes casas hasta que vuelven a encontrar sus puertas y pueden, por fin, hacer la colada para unos días.
Las gentes de esta ciudad son invisibles para el mundo porque nadie habla de ellos en los medios de comunicación ni sus noticias pasan los filtros de las agencias más prestigiosas. Gracias a esta invisibilidad aparente mantienen intacta su cordura y coherencia.
Quienes tienen la oportunidad de aparecer un día en estas plazas invisibles, comentan que el atardecer es el mejor momento del día para pensar en quedarse a vivir aquí una temporada. Dicen que en una ciudad invisible, uno se vuelve más real.
fuco reyes
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