El mundo de los adultos mantiene una extraña relación con el de los niños, una suerte de tira y afloja en el que legislación, pedagogía, modas y miedos conviven de manera bastante poco satisfactoria sin llegar a comprender que el entorno del niño va a ser determinante en su desarrollo intelectual, ya que será capaz de impedir o permitir, incluso fomentar, el intercambio de información con el exterior, y que las escalas de dicho entorno van desde la habitación infantil y la propia vivienda hasta la ciudad y el edificio público.
«Si el medio ambiente físico del niño es pobre, no le aportará más que informaciones restringidas y no estimulará en él la aparición de respuestas nuevas entendiendo por medio pobre el que no favorece su actividad. El niño aprehende asimila el mundo que le rodea mediante todos sus sentidos, pues la vista no es al principio privilegiada en él y un medio ambiente rico será el que le permita el máximo de actividades diversificadas, actividades que procurarán al niño nuevas estimulaciones sensoriales que enriquecerán su pensamiento».1
El edificio público debe ser el centro de la vida social de una ciudad. Tanto si está dedicado a la difusión cultural como al ocio siempre será reflejo de la sociedad en sí misma. En este sentido se puede considerar como prolongación de la ciudad o, más exactamente, de los espacios públicos de la misma.
«What is the public domain? In this context it can be defined as shops, restaurants, airports, railway statios and other public areas which are distintct from the private territory of the family, the home, the motor car or dedicated institutions for the children such as the schools or the daycare centre where children are supervised and became the resposibility of adult carers, parents and relatives».2
Todos los sectores sociales deben poder utilizar libremente estos espacios, en igualdad de condiciones y según sus deseos y necesidades, solamente limitados por las restricciones lógicas que impone el propio espacio o la convivencia. La concienciación que actualmente existe sobre esta función básica del edificio público como catalizados social se hace evidente en leyes como la de accesibilidad para minusválidos, por ejemplo. No siempre ocurre lo mismo con lo que podríamos llamar «accesibilidad infantil» o el libre uso de las instalaciones comunes y públicas por parte de los niños, con especial atención a los menores de siete años. Mediante el estudio de centros escolares y parques urbanos de juegos se puede saber qué estrategias se han ensayado ya en cuanto al uso del espacio por niños, para conseguir un lugar seguro y a la vez estimulante.
En España, la regulación se limita a consejos relativos a la seguridad. Esto, que es básico y sin duda necesario, no es suficiente. Además hay que tener en cuenta que los niños de esta edad no acuden solos al edificio público, con lo que sus cuidadores van a hacerse cargo en gran medida de esta seguridad. Sin embargo, como recalca Piaget y se ve como una de las principales demandas del «consejo de los niños» de Tonucci, el niño necesita de autonomía para poder extraer la información que necesita del exterior.
«Obligado a adaptarse incesantemente a un mundo social de mayores, cuyos intereses y reglas siguen siéndole exteriores, y a un mundo físico que todavía comprenden mal, el niño no llega como nosotros a satisfacer las necesidades afectivas e incluso intelectuales de su yo en esas adaptaciones, que para el adulto son más o menos completas, pero que para él siguen siendo tanto más inacabadas cuanto más pequeño es».2
Esta autonomía dependerá de la libertad de movimientos que tenga según su edad. Como afirma Isabel Berlinches Acín, si el niño está en un ambiente propicio y no recibe ninguna presión externa raramente intentará acciones por encima de sus posibilidades. El recluir al niño en zonas especiales, alejadas del adulto, no hace sino aumentar su sensación de no pertenencia a la sociedad y fomenta de hecho conductas agresivas.
También es importante el aprendizaje por medio de la imitación, para lo cual es fundamental su relación con los adultos. Esta relación debe ser lo más igualitaria posible, sobre todo en lo que se refiere al espacio. El niño debe sentir que el espacio público le pertenece tanto como a los adultos para poder dar rienda suelta a sus capacidad imitativa, para no sentirse cohibido y poder desarrollarse también como ser social, es decir, como parte de esa sociedad.
El edificio público es, normalmente, suficientemente estimulante para el niño, que tenderá a recorrerlos libremente y a tocar y experimentarlo hasta donde pueda. Para ello, las estrategias de diseño para la adaptación de éstos al uso infantil serán muy sencillas, basadas sobre todo en la seguridad y en la protección del contenido del edificio, si es necesario. En la exposición «el niño y el museo» se ensayaban algunas estrategias que podrían ser útiles a nivel general, como por ejemplo evitar el contacto directo de algunos objetos delicados con el niño (utilizando urnas empotradas en el muro que, además, evitaban golpes) o la de utilizar materiales blandos, seguros para el niño, (que invitasen a tocarlos o incluso saltar sobre ellos) para los elementos auxiliares, como bancos. La utilización del color según las edades del niño ha sido ampliamente ensayada en guarderías y su utilización en edificios públicos, como ocurría en la biblioteca de Hjørring, sirve de polo de atracción para los niños, que rápidamente acuden a los lugares de lectura destinados a ellos y se sienten mejor en ellos que en los de los adultos. Este tipo de estrategias, junto con otras como la del restaurante Praq de utilizar mobiliario inspirado en juguetes, sirven para separar usos de una mera natural dentro de un espacio sin necesidad de introducir elementos separadores, como se hace, por ejemplo, en las áreas infantiles de McDonald´s. en resumen, teniendo en cuenta la psicología infantil, ampliamente estudiada desde el siglo XVIII, se puede conseguir que el uso público acoja a todos los públicos en armonía.
Helen Penn, en su artículo «Spaces without children» (Mark Dudek, Children´s spaces (Oxford: Elsevier, 2005) afirma que en los últimos años existe una clara tendencia a eliminar a los niños de los lugares públicos, entre los que da mucha importancia a los edificios públicos, a donde se ha trasladado, en muchos casos, el espacio de relación social frente a las plazas de la antigüedad. Distingue dos factores como causantes principales de esta desaparición: la seguridad de los niños y la seguridad de los adultos. Según ella, a pesar de que cada vez la sociedad es más segura para la infancia, el temor a que éstos sufran daño es menor y también existe un miedo creciente de los adultos hacia los niños, fomentado por los medios de comunicación. Entre los peligros que puede traer un niño para los demás, ellas destaca algunas noticias que aparecen en los medios británicos con cierta frecuencia como vandalismos infantil, peleas entre pandillas, exposición de los niños a pornografía, la explotación infantil o cosas tan extrañas como los peligros que para los perros supone basura de los bebés entre otras. Como consecuencia de lo anterior, Penn afirma que las familias son cada vez menos numerosas y que los pocos niños que hay en nuestro mundo occidental se ven recluidos en casa porque sus padres entienden que éste es el entorno más seguro.
En definitiva, no se trata tanto de la transformación arquitectónica del edificio público como de la conciencia social. En una encuesta realizada en Reino Unido entre adultos sobre la presencia de niños en edificios públicos («Public perceptions of children: interviews with adults«, Mark Dudek, Children´s spaces (Oxford: Elsevier, 2005) se puede llegar a la conclusión de que éstos son directamente hostiles ante la hipotética presencia de niños en la mayoría de ellos y, al contrario de lo que anteriormente se ha visto como adecuado según los pedagogos y deseado por los niños, prefieren lugares cerrados donde se les aísle y no les molesten. En este sentido las áreas infantiles de McDonald´s y cadenas similares son las preferidas por los adultos que además valoran el hecho de que los niños puedan comer solos. Realmente sólo los patios de las escuelas parecen ser los lugares donde los adultos admiten que los niños jueguen libremente, ya que los parques y zonas verdes deben compartirlos con las mascotas que los adultos encuestados -opinan mayoritariamente- han de gozar de preferencia ya que, al contrario que los niños (que tienen las escuelas) los perros, por ejemplo, no tienen más lugares donde correr libremente. Esta encuesta, que fue realizada por Eleanor Snow en el años 2004, contó con la participación de cien adultos residentes en Gran Bretaña, elegidos entre diferentes etnias y clases sociales, sin que éstas diferencias se percibiesen en sus respuestas.
Nosotros nos tememos que si la encuesta se hiciera en España, uno de los países con más baja natalidad del mundo, el resultado sería aún más desolador. Sea como fuere, parece evidente que si no se produce un cambio de mentalidad respecto al tema, si no hay algo así como una revolución social acerca de este tema, un grupo de «padres indignados» (con perdón de la comparación) o similar, los niños van a estar cada vez más relegados al ámbito familiar o, más concretamente, al espacio de delante de pantallas de tv u ordenadores…
bRijUNi architects (Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas Cobo).
Riyadh (Arabia Saudí), Septiembre 2011
Notas:
1 Isabel Berlinches Acin, Espacio de juegos infantiles, (Madrid: ETSAM, 1978), 79.
2 «¿Qué es el dominio público? Bajo este término pueden incluirse lugares como las tiendas, restaurantes, aeropuertos, estaciones de tren y todas aquellas áreas públicas que se diferencien claramente del territorio privado de la familia, como la casa, el coche y de las instituciones dedicadas exclusivamente a niños como las escuelas o guarderías donde los niños son supervisados y están bajo la responsabilidad de cuidadores adultos, padres o parientes». Mark Dudek, Children´s spaces (Oxford: Elsevier, 2005), 178.
3 Jean Piaget & Bärbel Inhelder, Psicología del niño (Madrid: Ediciones Morata, 2007), 65.
4 En 1979, con motivo de la celebración del Año Internacional del Niño se celebra en España por iniciativa del Ministerio de Cultura una experiencia pedagógica cuyo objetivo principal era combatir la barrera entre el niño y el arte. Esta iniciativa se denominó «el niño y el museo» y tuvo lugar en la Casa de Velázquez de Madrid.
Muy interesante