En «La arquitectura del poder -cómo los ricos y poderosos dan forma a nuestro mundo», Deyan Sudjic repasa la historia de la arquitectura enlazando nombres de arquitectos y las obras que estos llevaron a cabo por encargos políticos, gobernantes, ejecutivos y presidentes de grandes corporaciones, en un ejercicio que señala una cierta connivencia -extrapolable sin ningún género de dudas hasta nuestros días- entre las ansias de poder y propaganda de unos y la ambición ególatra de otros. La ciudad, no cabe duda de ellos, queda marginada casi siempre de lo que se califica ahora como interés general, en pos de un interés particular propagandísitco que llevado al paroxismo por el cuarto poder desemboca en la ridícula photo finish de político y artista-arquitecto-famoso.
El s. XXI ha venido ofreciendo oportunidades de transformación a aquellas ciudades que eran elegidas sede de los Juegos Olímpicos (de verano, se entiende) cada vez con mayor fruición y el ejemplo más cercano es Barcelona en 1992. Estas operación de maquellaje al estilo Potemkin supusieron un gran éxito para la ciudad (aunque luego discutido y ciertamente ahora en crisis) que otras intentaron copiar, del mismo modo que el efecto Guggenheim de Bilbao. Por desgracia, Madrid 2016, sucedió, fue un fallido nuevo intento de hacer ciudad por los políticos, que eligieron representarse y perpetuarse a través de grandes obras que dan la espalda a la población ya los barrios en los que se insertan mientras apoyaban procesos especulativos de gentrificación en el centro legitimando así al mercado inmobiliario como un agente más de la ciudad.
Por detrás de estas ciudades y en general de todas las que el mundo anglosajón señala como world class cities, aparecen un gran número de ciudades secundarias que por tamaño, relevancia histórica o geográfica no han llegado a desarrollarse ni en extensión ni en población como las anteriores, y cuyos servicios e instituciones aún están en muchos casos incompletos, o simplemente desean competir con mayor garantías de éxitos en el mercado global del turismo. Para ellas, la arquitecta Beatriz Ramo publicaba en la revista Monu un trabajo titulado The Re-Creation of the European City. «Urban Shopping List» for Secundary cities en el que explicaba cuáles podían ser algunos de los elementos que podían desencadenar que estas urbes despegaran: la importancia de las líneas aéreas low cost y de Ikea o los eventos culturales y deportivos.
No obstante, existen desarrollos urbanos más abajo en este cruel escalafón donde aparecen los slum de las ciudades miseria que retrata con precisa mirada el historiador Mike Davis en su «Planeta de ciudades miseria» como fenómenos de crecimiento dimensional y poblacional de la segunda mitad del siglo anterior, cuya proyección hacia la primera mitad del s. XXI resulta escalofriante y de cuyas imprevisibles consecuencias aún no somos conscientes.
Mientras tanto, el primer mundo se ha embarcado en una cruzada medioambiental que deviene industria del futuro en la que se ha confiado además como aliada para salir de la crisis económica mundial. En este contexto,
¿qué papel se ha confiado a los arquitectos en la ciudad?¿Sería posible que por ejemplo los colegias -única organización colectiva que existe y nos representa. lideraran un proceso real de diálogo en el que se articularan propuestas reales para intervenir en la ciudad?¿Cuáles son los procesos posibles que podrían conducir a ello?¿En qué momento pueden, y citando a Richard Rorty, nuestras obsesiones privadas coincidir con las necesidades públicas?¿Podemos parar por un momento de hablar y dedicarnos simplemente a construir un mundo mejor?
bRijUNi architects (Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas Cobo).
Riyadh (Arabia Saudí), Abril 2020