
Desear el habitar es provocar en nosotros mismos la condición de permanencia, ya soñarnos en un lugar nos sitúa en el momento donde suceden las cosas, también el hecho de alguien que nos ve buscando ese habitar; buscando esa permanencia, también es aquello que nos encuentra mientras imaginamos ese mundo donde cabríamos, es que cuando habitamos la mente, el pensamiento, construimos lugares, a veces deseamos quedarnos, un instante quizás, habitando, viviendo.
Desear el habitar es ya construir, es habitar esa condición que tiene el espacio previo a su existir.
Desear el habitar es el inicio de esa construcción de encuentros de vidas imaginadas que se mueven sin rumbo, pero en esa búsqueda de algún lugar que los justifique, que los señale, los identifique, se detienen y habitan, como almas que nadie ve, pero que recorren, viven, comparten y nos rodean, nos envuelven, y terminan por construir ese vacío que es finalmente quien nos alberga cuando nos detenemos.
Desear el habitar es habitar, imaginar la vida ya es habitar, andar sobre nuestros pensamientos, construir caminos y rutas ya es declarar que nuestra presencia pertenece a ese lugar que tal vez añoraba por encontrarnos y no tanto nosotros a él.
