El título de esta entrada es una interjección que todos deberíamos tener presente en estos tiempos. Hay que volver a las salas, a los cines que han sido obligados a permanecer cerrados y que para poder sobrevivir necesitan el regreso de los espectadores. Aunque es cierto que ahora es un buen momento para que los exhibidores cinematográficos se replanteen muchas cuestiones sobre el estado de sus locales antes de la pandemia… pero este no es el tema de esta entrada.
Navegando por Internet encontré un libro que contiene el texto de una obra de teatro titulada ¡¡Al cine!!, con el subtítulo Caricatura madrileña, escrita por Ramón López-Montenegro, que también compuso su música y que fue estrenada por la compañía de Loreto Prado y Enrique Chicote, entonces era muy popular, la noche del 22 de marzo de 1907, en el Gran Teatro de Madrid.
Intentando buscar más datos sobre esta comedia musical también encontré el estupendo artículo «Su majestad el cine. El teatro por horas y su recreación del cine de los orígenes», escrito por Daniel Sánchez Salas, que analiza muy bien una serie de obras como ésta de la que escribe
«en realidad, se acerca al sainete mediante la recreación tan cómica como minuciosa de los usos y costumbres que rodeaban a una sesión cinematográfica»,
y además que ¡¡Al cine!!
«establece una pormenorizada recreación de principio a fin de una sesión cinematográfica en torno a 1907. El barracón donde la misma tiene lugar acompaña la proyección en la pantalla con un piano y un explicador, que forma parte del personal de sala donde ya están presentes también el acomodador y el taquillero. La obra, un sainete madrileño que también coquetea con la parodia, desarrolla su comicidad a través de dos cauces principales: el comportamiento del público y, en estrecha conexión con esto, el discurso del explicador»,
en cuanto a los espectadores que asisten a la representación, Sánchez Salas escribe:
«Incluye desde un paleto a un viejo verde pasando por niños, guardias, dos señoras y un «socio» surgidos del Madrid más castizo. En definitiva, una colección de tipos en consonancia con el supuesto dominio de las clases populares en el cine durante el periodo de los orígenes.»
Todo esto es interesante para saber cómo algunos autores de teatro creían que era le cine en su época, pero además, teniendo en cuenta las relaciones entre la escenografía y la arquitectura, en la edición que encontré con el texto de la obra comienza con un texto sobre cómo ha de ser la decoración, incluyendo el siguiente esquema de la distribución espacial de los decorados.
Las dos curvas que están en la parte inferior del dibujo representan el límite del escenario teatral y lo que está en medio es la concha donde se ocultaba el apuntador, que les iba recordando su texto a los actores olvidadizos.
La obra tiene un acto y dos cuadros, el primero se desarrolla en la parte derecha que simula ser la entrada al barracón donde se van a proyectar las películas, con una mesa y una silla (H) donde está el taquillero, viéndose su pared lateral (M) que
«figura ser de tablas con techumbre de lona y ostenta [sic] en algunos sitios diferentes anuncios relacionados con el espectáculo que se explota en su interior»,
cuando en el segundo cuadro, comienza a desarrollarse la función dentro del barracón, esa pared, que es un telón, se eleva y deja ver el interior de la sala. A la izquierda hay escenario (A y B) separado por una cortina (X) que está girado con respecto al eje longitudinal de la edificación, seguramente para que los espectadores teatrales de ¡¡Al cine!! vieran bien las actuaciones, ya que esta disposición dificultaría la visión dentro de la barraca. En ella hay dos clases, General, en la parte delantera que debía ser más barata y el público se sienta en bancos (D) y Preferencia situada detrás (E) y más cara donde los espectadores están en sillas y separados del resto de la sala por una barandilla (F), lo curioso es que hubiera dos bancos de General en la pared lateral al lado de la puerta de salida (S) que también pueden haberse colocado ahí por la misma razón que se gira el escenario, para mostrar mejor a los numerosos personajes que intervienen en la obra.
El espectáculo que se desarrolla dentro de la barraca comienza, según el texto, con
«una linterna de proyecciones fijas [que] enfoca una imagen en el lienzo del escenario»,
estas imágenes son comentadas por un «intérprete» que debía ser el explicador que había en algunas salas durante el periodo del cine mudo, las imágenes son del Vesubio,
«un paisaje con una casita a la derecha en primer término»,
una mancha sin imagen que un espectador describe como
«ropa blanca tendida al sol en el Polo Norte»
y
«un paisaje castellano con varias casas»;
después aparece una cantante, Miss Palanguini, y se vuelve a proyectar una imagen, esta vez de unos emigrantes, el siguiente número es el del Doctor Frescales y sus autómatas, y por último, el de la folclórica Bella Salada, tras el que se produce un alboroto y han de intervenir unos guardias. Como puede comprobarse, hasta ese momento no se han mostrado proyecciones de películas, por lo que el cine del título seguramente es un reclamo por la popularidad que había adquirido el espectáculo cinematográfico, así como una excusa para introducir una serie de números musicales.
De todos modos ¡¡Al cine!! también sirve como referencia para saber cómo podía haber sido el espacio de las barracas y al mismo tiempo, una parodia cómica del desarrollo de una función en una de ellas.
Jorge Gorostiza, Doctor arquitecto.
Santa Cruz de Tenerife, mayo 2021
Autor del blog Arquitectura+Cine+Ciudad