Edward Glaeser realiza un canto a la ciudad en un docto y a la vez ágil tratado de urbanismo y urbanidad. Este canto a la ciudad como tal -el título es el de El triunfo de la ciudad, no «de las ciudades» como reza el de la versión castellana- insiste en la importancia de potenciar la vida de sus gentes, no la de la ciudad misma. «Ayudemos a los pobres, no a las ciudades pobres», reza una de sus frecuentes expresiones de lapidaria sencillez. El encanto de este docto y a la vez ágil tratado de urbanismo es que también lo es de urbanidad. Vinculado por un lado con la actitud tradicional de la izquierda -y contra las fuerzas del egoísmo que no quieren para su barrio servicios molestos que es menester instalar en algún lugar- se mantiene fascinado por la tendencia de las gentes a hacer su vida y montar su hogar como les place y donde les place. Tal vez no haya resuelto esta imposible y vieja contradicción. Pero es imposible salir indiferente, ni llenos de estímulos, de una reivindicación tan feliz del modo urbano de convivir.
[…]
Salvador Giner
+ artículo publicado en el pais