«En los últimos años ha habido una inflación de proyectos-espectáculo y arquitectos-estrella. Son arquitecturas de franquicias, que no tienen relación con el lugar y la gente. Son como marcas que se pueden poner en cualquier lado», criticó ayer Carlos Ferrater (Barcelona, 1944), nuevo Premio Nacional de Arquitectura. El jurado presidido por la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, le otorgó el galardón en reconocimiento «a su trayectoria profesional, plagada de premios nacionales e internacionales, y por haberse convertido en referencia indiscutible para varias generaciones de arquitectos, dentro y fuera de España».
El arquitecto barcelonés, académico electo de la Real Academia de Belles Arts de Sant Jordi y fundador de la sociedad Office of Architecture in Barcelona (OAB), lamentó que Barcelona haya caído en las redes de las mencionadas arquiteturas de franquicias: «Barcelona ha perdido el sentido del espacio público, algo que le había caracterizado hasta los Juegos Olímpicos. Ha habido una eclosión de aparatos de marca que poco tienen que ver con la ciudad y con su gente».
Ferrater es autor de un gran número de obras en España, sobre todo en Cataluña, como las tres manzanas en la Villa Olímpica barcelonesa, la Villa Olímpica del Valle Hebrón, el Palacio de Congresos de Cataluña, el Instituto Científico y el Jardín Botánico de Barcelona, el Real Club de Golf El Prat o el Edificio Mediparo. «No sé de cuál estoy más orgulloso… quizás de mi última creación, la Casa AA, en Barcelona, que estoy terminando con Xavier Martí. Es una síntesis de un trabajo de muchos años», confesó el arquitecto.
Todo queda en casa
Ferrater trabaja actualmente en un estudio propio junto a sus hijos, Borja y Lucía. «Es un orgullo que hayan seguido mis pasos, pero sobre todo es un orgullo que lo hagan bien. Yo había estado toda mi vida en un despacho pequeño, por lo que trabajar en este grupo, que además es mi propia familia, es algo muy gratificante. Creo que esta última etapa es la más compleja y la más fructífera de mi trayectoria».
Una trayectoria en la que él siempre ha mostrado una especial preocupación por la parte «más sensitiva» de la arquitectura. «Es una arquitectura con una raíz social y una vinculación con el lugar, instrumentada en base a procesos geométricos. Y sobre todo, con un alto contenido de materialidad y estableciendo la luz como materia prima», subrayó.
jesus miguel marcos
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