La máquina ha de ser alimentada, el progreso es imparable. No importe adonde miremos, la irrefrenable codicia colonizadora envía sus máquinas, ya sea a un gran secarral aquí al lado o a Guinea para ocuparse del espacio vacío, sea éste de interés social, turístico, económico u otra cosa. Sólo importa que la voraz alimaña no se detenga. Oscuras profecías cinematográficas del capitalismo de producción del Modern Times y Metrópolis son consumidas con satisfacción en el capitalismo de ficción de Weeds y Desperate Houseswives.
¿Y en qué dirección se ha engrasado la maquinaria con mayor precisión en el nuevo capitalismo funeral?
En contra de lo esperado, no somos capaces de, por ejemplo, construir un montón de viviendas de emergencia capaces de dar alojamiento a personas cuyas casas han sido trágicamente eliminadas de la faz de la tierra por causas de un terremoto o una inundación. Tampoco, es el caso de que se necesitara al menos una mínima planificación, es posible realizar asentamientos masivos con un mínimo de dignidad y servicios urbanísticos (agua, luz, acerado,…) a poblaciones que a lo largo de los años -o de los siglos- viven hacinadas y sin posibilidad alguna de que ello cambie con los años.
En cambio, somo muy capaces de crear ciudades instantáneas en desiertos remotos y todos los arquitectos somos felices participando en ello. La investigación y el esfuerzo colectivo, la ciencia en acción y el word wide lab que feliz anunciaba Bruno Latour, se concentra en llevas más lejos el citius altius fotius de nuestras más retorcidas imágenes por absurdas o insostenibles que estas sean. En la ciudad antes como Pekín -ahora Beijing- de nuevo los Juegos Olímpicos fueron el catalizador para representar ante el mundo una nueva y fantástica democracia capitalista de palo. El mayor consumidor del territorio, recursos humanos y acero del mundo continúa su imparable carrera de la mano de arquitectos y monstruos creados ad hoc. Paralelamente, la población rural emigrante apenas encuentra satisfacción o al menos consuelo y algunas minorías son directamente fulminadas.
Si las distancias del slow urbanism tienden a medirse en minutos de pedaleo o caminando, las distancias entre ciudades las miden los arquitectos en horas de avión privado más horas de jet lag. A escasas ocho horas de la capital china se encuentra el nuevo paraíso terrenal del turismo que cincelan ejércitos bronceados obreros con las migas de los petrodólares y un montón de toneladas de arena bombeadas por barcazas ingenieriles que dibujan infantiles y kilométricas palmeras y cangrejos frente a las costas. Por suerte para todos, sí que hemos sabido ingeniárnoslas para habitar con toda suerte de comodidades no ya el desierto sino un desierto nuevo construido ex novo sobre las mismas aguas superando al Moisés bíblico.
Mientras ciudades instantáneas surgen de la nada del desierto al calor de una revolución industrial aún pero que la anterior y el poder, el hambre o nuestro insaciable apetito talla extragrande cincelan espacio a medida de nuestra ansiedad y codicia, en el clausurado Congreso de Valencia supimos que esta ciudad no solo ha hecho últimamente con aves góticas y esqueletos blanquérrimos sino que un gran proyecto nacido del interés urbanístico y especulativo más abyecto, pretendía conectar la ciudad y el mar suprimiendo el barrio del Cabanyal, declarado Bien de Interés Cultural y elevado a la categoría de Bien de Interés Especulativo por obra y gracias al político de turno.
Gravísimo pero cierto.
Nuestros esfuerzos colectivos, una vez más, se dirigen acá y acullá hacia los más estúpidos objetivos. La máquina ya es humana. Sonríe.
bRijUNi architects (Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas Cobo).
Riyadh (Arabia Saudí), Febrero 2020