
Habitar lo recogido, recorrer la memoria del objeto, sentir el frio material abandonado por el calor del tiempo, sentir su temperamento al rozar sus estrías con un soplo de abandono.
Habitar el recuerdo es poner de manifiesto esa voluntad de volver a ser, ese material que dejo de cuestionar su existencia y pertenencia de lugar.
Habitar es sentir, es tomar ese recuerdo para vivirlo nuevamente, habitar es renacer ese espacio vacío que subyace en el cuenco de nuestras manos y el vacío de nuestros dedos que a veces deja que se fue para volver a ser.
Habitar el recuerdo es poseer por un instante la memoria de quien lucho por vivir su presente, es permanecer por insistencia de la vida en ese espacio vacío, en esa memoria que un día tardará en reclamar su presencia. Es sentirnos vivos en aquellos lugares que su memoria nos susurra al oído con insistencia de que seamos nosotros sus habitantes.





