En 1973, Mario Botta recibió el encargo de diseñar la Casa Bianchi en Riva San Vitale, una ciudad cuya historia se remonta a la época romana. Además de restos arqueológicos y monumentos emblemáticos, la zona se caracteriza por la presencia de los Roccoli, estructuras de caza de aves que suelen ser construcciones en forma de torre, Estas estructuras solían estar ubicadas en zonas estratégicas, como colinas o crestas, eran utilizados para cazar aves en grandes cantidades durante sus rutas migratorias. En la actualidad, muchas de estas edificaciones han sido protegidas como patrimonio cultural y natural.
El terreno donde se debía construir la casa está ubicado en la base del Monte San Giorgio, en una parcela de 850 metros cuadrados cubierta de árboles antiguos, con una empinada pendiente que desciende hacia el lago Lugano. Teniendo en cuenta estas condiciones, Mario Botta propone un volumen vertical aislado, cuya forma remite a los Roccoli de la región.
La Casa Bianchi es una torre cuadrada de diez metros de lado y trece de altura. La rigurosidad de su planta y la verticalidad de sus aristas limpias convierten la edificación en un hito dentro de la densa vegetación que la rodea. Al adoptar esta tipología, Botta busca intervenir en el terreno únicamente en la medida necesaria. La reinterpretación de la arquitectura de los Roccoli permite proteger las especies arbóreas existentes en el lote, integrando la casa armónicamente con el paisaje montañoso circundante.
La casa se presenta como un volumen de envolvente abierta, diseñado para garantizar el asoleamiento y la ventilación cruzada. La estructura está construida con bloques de hormigón, mientras que, en el interior, las paredes están pintadas de blanco, creando un contraste con la textura rústica de los bloques expuestos en el exterior.
Cada lado de la torre incorpora una abertura diferente que enmarca una vista específica. Las fachadas norte y oeste, orientadas hacia el lago, cuentan con las aperturas más amplias para capturar la totalidad del paisaje. En contraste, las fachadas sur y este presentan aberturas más reducidas, diseñadas para proteger el interior del frío proveniente de las laderas.
El acceso a la casa se ubica en la parte más elevada de la parcela. Se realiza a través de una pasarela metálica roja de 18 metros de longitud, que conecta la calle con la entrada principal. Esta pasarela enfatiza la separación entre la casa y el terreno, mientras su tránsito genera una sensación de inmersión en el paisaje circundante.
La organización interna de la casa se desarrolla en torno a una escalera central que conecta todos los niveles. Este elemento, ligeramente desplazado del centro geométrico de la planta, actúa como un eje funcional que organiza los espacios interiores. La disposición permite dividir eficientemente el interior: al noroeste se encuentran los espacios más pequeños destinados a servicios, mientras que al sureste se ubican los espacios más amplios, acompañados de terrazas que aprovechan la mejor orientación y las vistas privilegiadas.
El puente penetra en la quinta planta de la casa, donde se ubican un estudio y una terraza, atravesando un espacio de cuádruple altura para convertirse en un balcón con vistas panorámicas al entorno.
El recorrido interior, organizado en espiral descendente, ofrece una sucesión de vistas dinámicas y cambiantes hacia el paisaje montañoso y el lago. Botta diseña espacios con alturas variables, estableciendo diversas conexiones espaciales dentro del volumen. Esta estrategia no solo maximiza las vistas, sino que también garantiza que la luz natural penetre en todos los ambientes sin comprometer la privacidad de la familia.
El cuarto nivel alberga el dormitorio principal, que cuenta con un balcón con vistas al lago. Este nivel incluye un espacio de triple altura sobre la sala de estar, lo que genera una amplitud visual tanto hacia el interior como hacia el entorno. En el pasillo de acceso, también se encuentra una abertura en triple altura que conecta espacialmente con el comedor.
En el tercer nivel se encuentran los dormitorios de los hijos y un estudio, con un vacío en doble altura sobre el comedor y otro sobre la sala de estar. Esta disposición permite una conexión visual con las áreas comunes de la vivienda, fomentando la interacción familiar.
El segundo nivel alberga las áreas sociales, que se abren a una terraza semicubierta, donde un vacío vertical atraviesa toda la altura de la casa, creando una conexión directa con el entorno natural.
A nivel del terreno, se encuentran una bodega, un lavadero y un pórtico abierto directamente al jardín. Las zonas de servicio de cada piso están agrupadas verticalmente en el ángulo opuesto al vacío central.
La disposición de los espacios interiores, organizados en torno al punto focal, permite una interacción visual fluida entre las distintas áreas. Una serie de cuadrantes vacíos genera secuencias escalonadas de balcones interiores, creando una sensación de amplitud y luminosidad. La elección de una esquina libre en los cuatro niveles, con vistas al lago, proporciona un espacio privilegiado para disfrutar del paisaje y establece una conexión directa con la naturaleza.
En la Casa Bianchi, Mario Botta centra el diseño en la relación entre la resolución volumétrica y el paisaje, abordando la vivienda con un enfoque de orden y unidad. La elección de una forma geométrica pura y el uso de materiales pétreos en la estructura confieren a la casa un carácter de fortaleza y resguardo, evocando una monumentalidad que remite a la arquitectura vernácula local.
La obra de Botta resalta la dualidad entre la cáscara arquitectónica, monumental y controladora del paisaje, y el contenido funcional, que es práctico y sencillo. El volumen exterior, de formas puras, actúa como un medio para gestionar la relación con el entorno natural, mientras que el interior de la casa recupera una dimensión doméstica centrada en la funcionalidad.
El enfoque arquitectónico hace un uso deliberado de la geometría para equilibrar la funcionalidad con la estética, creando espacios prácticos y, a la vez, destacando su compromiso con la integración de la arquitectura en el entorno natural, especialmente en lo que respecta a la resolución volumétrica y su relación con el paisaje. Botta enfatiza la reducción de la masa cúbica mediante aberturas de diferentes formas y tamaños, las cuales delimitan las vistas interiores y generan una tensión inherente entre la unidad del cuerpo arquitectónico y su distribución interna.