El preludio de la segunda guerra mundial limitó las producciones arquitectónicas de los países europeos involucrados en la contienda (fundamentalmente Alemania, Francia e Italia) donde, en razón de estar asentados los más influyentes impulsores de la actividad, se desarrollaba con mayor obstinación el movimiento moderno.
De manera concurrente, se hace masiva la difusión de obras construidas al norte de esos países, que propugnaban por una arquitectura conciliadora entre el pensar mecanicista y racional del movimiento moderno y una actualización del regionalismo vernáculo, panorama donde la figura de Alvar Aalto emerge como la más significativa.
Entre los actores emergentes por estas condiciones sobresale la obra de Arne Jacobsen, quien sentó las bases de su arquitectura en la década del 30, pero alcanzó la consideración internacional en la posguerra. Influenciado en sus primeros años por Le Corbusier y Eric Gunnar Asplund, y en la madurez por Mies Van der Rohe, su obra expresa una férrea voluntad por enfatizar lo trascendente, evitando las formas y complementos excesivos, mediando el empleo de un decidido cuidado por la proporción geométrica y el uso casi artesanal de los materiales.
Jacobsen también se desatacó por sus diseños de muebles y objetos, algunos icónicos como las sillas Ant, Egg y Swan, o los cubiertos que Stanley Kubrick hizo famosos en la película “2001 Odisea del Espacio”, revelando en todos sus trabajos una sutil afinidad por las artes plásticas abstractas.
Uno de las realizaciones que identifica con mayor énfasis la primera etapa de su trabajo fue la gasolinera de Skovshoved, una pequeña obra que compendia la sobriedad de su idea constructiva, pero que además manifiesta algunas de las más ordenadas pasiones de la arquitectura moderna sin dejar de invocar un esmerado carácter regional.
Construida en 1936 en una carretera costera al norte de Copenhague, originalmente fue pensada como un prototipo en serie para la empresa petrolera Texaco, pero esa idea no prosperó y está estación es la única edificada. Su arquitectura se destaca por la elegante naturaleza de su composición, resumida en la unión de un volumen macizo y un plano libre horizontal.
El cuerpo principal de la estación se resume a una planta rectangular que contiene las oficinas, el local de ventas y los sanitarios. Sobre el frente, dispone de un único vano transparente que coincide con el ancho de la losa superior, con una puerta de acceso al local de atención y otra que comunica con el salón principal. La carpintería se completa con dos paños transparentes que permiten la iluminación natural de ambos locales. Desde una puerta de menor tamaño ubicada en la parte lateral se accede al local de servicio.
Un revestimiento de cerámicas de Meisnner cubre la estructura otorgando a los paramentos verticales una textura modulada y neutra. Cuatro ladrillos de vidrio distribuidos simétricamente sobre el frente acentúan el peso visual de la edificación. El reloj ubicado en el extremo superior izquierdo se colocó en reemplazo de la palabra “texaco” existente en su origen.
La cubierta plana que sobresale del volumen define el lugar de expendio de combustible. Pensada como elemento independiente, en realidad es una prolongación de la cubierta del edificio de oficinas. Está conformada por la intersección de un plano rectangular adosado al volumen con una elipse que se apoya en una única columna ubicada en el centro de su figura.
La totalidad del edificio está modelado en hormigón armado dominado por el tono blanco, elección cromática que afirma la estética modernista y exalta su perfil en la débil luz solar del paisaje Dinamarqués. Una serie de reflectores fueron ubicados en el muro de fachada debajo de la elipse, para resaltar el plano por la noche, estableciendo un emblema nocturno sobre la ruta.
El edificio fue declarado patrimonio nacional, restaurado en 2003 por petición del ayuntamiento de Gentofte. En la actualidad se mantiene el servicio de expendio de combustible debajo de la losa saliente, pero el cuerpo principal del edificio ya no pertenece a la estación y es utilizado como café.
Consecuente con su carrera posterior, la principal aportación de esta obra de Jacobsen reside en la audaz contracción de la arquitectura a la sobriedad de los elementos esenciales, el empleo de colores lisos y la estricta modulación geométrica. El refinamiento estético y la elegancia en los detalles constructivos dogmatizan la arquitectura de la estación como un mecanismo de abstracción donde la compacidad y la levedad se enlazan en delicado equilibrio.
Marcelo Gardinetti. Arquitecto
La Plata, Argentina. Junio 2016