La importancia que el mar puede llegar a tener en una sociedad, marcando profundamente la mentalidad de sus gentes, sus formas de vida y sus arraigadas tradiciones, se manifiesta en esta pequeña casa “do remo”, situada en el Casco Histórico de Pontedeume.
La precariedad económica que sufrió la mayoría de la sociedad marinera gallega tuvo su lógica repercusión y manifestación en las características de sus viviendas, mediante la utilización de una arquitectura de mínima escala, supeditada en la mayoría de las ocasiones a un pequeño solar que dio como resultado estrechas fachadas y escasas alturas entre plantas.
En la parcela donde se realizó el proyecto existía una de estas viviendas, que era el resultado de sucesivas ampliaciones y transformaciones, la última consistió en sustituir durante un fin de semana la cubierta, se hizo sin técnicos, ni licencia, entre un grupo de vecinos, como era habitual.
La ubicación de la casa, en la parte más elevada de la Plaza del Conde, la convierten en un excelente mirador sobre el escenario que conforma la propia plaza; con el edificio del mercado, y la torre del homenaje perteneciente al desaparecido palacio de los condes de Andrade. A lo lejos, se divisa As Fragas y el estuario del Eume.
Esta peculiaridad de la casa, va a ser la idea que sustente el proyecto, “un mirador sobre un espacio ideal”. Para ello la vivienda se organiza al revés de lo habitual, las zonas de día se sitúan en las dos últimas plantas, y el dormitorio en la primera. La planta baja sirve de entrada y zaguán a la vivienda.
Los primeros condicionantes del proyecto, venían impuestos por normativas municipales obsoletas y criterios más o menos conservacionistas del Organismo de Patrimonio, que en principio parecían inaceptables y absurdos. Empezamos el proyecto ignorando en cierta medida estas imposiciones, atendiendo a la tradición constructiva, a su entorno, y a la confianza depositada por parte de la propietaria en nuestro trabajo.
Ante el mal estado de conservación de los entramados de madera, planteamos la necesidad de realizar un vaciado de toda la edificación, respetando la estructura de los muros de carga primitivos, como elementos que consideramos primordiales dentro de la potente trama medieval del Casco Histórico.
Mientras tanto, en el taller las nuevas vigas de madera esperaban su puesta en obra y reciben las manos de protección adecuadas, para evitar futuros ataques por hongos o insectos.
En una primera reunión se fijan los criterios a seguir en toda la obra, se habla de construcción, los albañiles son los encargados de suplementar los antiguos muros de carga con bloques de termo-arcilla hasta llegar a la cota precisa, y posteriormente los carpinteros realizarán la estructura horizontal con un entramado de vigas y correas de madera de cedro, que durante la obra serán utilizados de andamio por los operarios. Decidimos comenzar la casa por el tejado, para proteger de la lluvia los muros de carga y las distintas fases de obra aún pendientes de ser ejecutadas.
Todo el proceso se realiza sin prisas, garantizando la seguridad de los operarios y tomando especial cuidado en los apoyos de las vigas y correas en los muros de carga.
Antiguamente, cuando era preciso que el cerramiento fuese ligero, se solía emplear una estructura de barrotillos que posteriormente se revocaba con un mortero bastardo, hoy en día existen sistemas más propios de la obra civil que de la edificación, que permiten solucionar de manera muy similar un cerramiento de estas características. En este caso en vez del barrotillo, se empleó una malla de “metal deployed”, que fijado a la estructura vertical de madera de la fachada, sirvió de soporte para realizar una membrana de mortero de cal y cemento armada, muy ligera y económica. Este cerramiento se completó con un aislamiento térmico-acústico de lana de roca y un trasdosado interior de planchas de yeso. Para evitar que cualquier movimiento de la estructura afectase a estos revocos, se dejó una junta entre el enfoscado y el entramado de madera. Todos los revocos exteriores se realizaron con un mortero bastardo de cal, al que finalmente se le aplicó superficialmente con brocha una pintura al silicato.
Una vez que los carpinteros colocan los tableros contrachapeados fenólicos sobre la estructura, otros operarios realizan la solera seca que va a servir de soporte al pavimento duro del baño, y los espacios de servicio. Esta solera consta de una plancha de poliestireno extrusionado de 30 mm. y tres capas de yeso de 13 mm. cada una. En el resto de la vivienda, la solera seca se sustituye por una tarima flotante Junckers de roble de 22 mm. colocada sobre unas planchas de corcho de 4 cms.
La tabiquería interior y los trasdosados de los muros de carga, se realiza con planchas de yeso, atornilladas a una estructura de perfiles de acero galvanizados. Este sistema permite ubicar en su interior instalaciones de electricidad y fontanería. Para mejorar el confort acústico y térmico de estos cerramientos se incorpora al conjunto un aislamiento de lana de roca.
La carpintería exterior al igual que la estructura está ejecutada con madera de cedro y se le aplica el mismo tratamiento. La estructura de madera de la fachada, funciona como parte fija y batiente de las ventanas que se enrasan con el cerramiento, al igual que las edificaciones tradicionales próximas, que no precisaron de arquitecto. En cubierta se dispone un lucernario que introduce la luz en la vivienda, y ayuda a iluminar el espacio de la escalera.
Obra: Rehabilitación de vivienda unifamiliar en el Casco Histórico de Pontedeume
Localización: Pontedeume, A Coruña, Galicia, España
Autor: Jorge Salgado Cortizas
Colaboradores: Patricia Otero Mariño
Otro colaboradores: Juan Carracedo, contratista / Francisco Esmoris, jefe de obra / Antonio Bermúdez, encargado / Eduardo Castro y Jesús Gerpe, albañiles / António Bello, herrero / Miguél Garrido, carpintero / Luis Collazo, electricista / Manuel Fraga, fontanero.
Año: 2016
Fotografía: Ana Amado | Jorge Salgado Cortizas