Nos hemos caído del guindo de la arquitectura espectáculo, de la arquitectura de carnaval, de opereta y de cachondeo, y de golpe todo el mundo está rasgándose las vestiduras, entonando el mea culpa y arrancándose EL CROQUIS (que es casi como decir arrancándose los ojos). Ahora todo el mundo despotrica del carnaval y abraza con fervor la cuaresma. Pues hombre, tampoco era eso. Llevo años criticando a los «arquitectos estrella», a su desfachatez arquitectónica, a su despilfarro, y a la desvergüenza de los políticos que les encargaban obras saltándose los procedimientos y la legalidad, y conchabándose en turbias operaciones.
Pero, sobre todo, llevo años criticando la pésima arquitectura que salía de todo eso. Y era pésima porque solo tenía forma. Pero ahora, con el acostumbrado movimiento pendular, se nos intenta convencer de que la forma es mala. O, mejor dicho, de que lo malo era la forma, e incluso hay quien dice que la arquitectura debería perder la forma y ser solo función, programa, economía, construcción.
Aquí pasamos siempre del blanco al negro sin fases intermedias. La forma no es mala. Es malo que la arquitectura solo tenga en cuenta una forma espectacular, pero también es malo que la arquitectura reniegue de la forma, ¿no?
En fin,
¿para qué seguir insistiendo?
Nos hemos caído del guindo,
¿pero qué culpa tenía el guindo?
En EL PAÍS SEMANAL del 2012, salía un reportaje sobre el arquitecto chileno Alejandro Aravena. Reconozco humildemente que no lo conocía (tengo una vastísima incultura), y lo primero que me llama la atención, antes de leerlo completo, son las frases destacadas del reportaje, las de tipo gordo para resaltar. Todas van en la misma (desoladora) dirección:
(Las numeraré para después referirme a ellas).
1.- «Si tienes talento, no lo uses para llegar mas lejos, úsalo para llegar más acompañado«.
2.- «El arquitecto chileno defiende el trabajo desde la escasez. Frente a los proyectos de relumbrón, su prioridad es identificar los problemas de la gente y ayudar al bienestar de los barrios«.
3.- «No se necesita mucho para vivir, solo estar satisfecho de lo que haces«.
4.- «Mi infancia de escasez me marcó. Me da placer viajar con muy poco«.
Con estas cuatro frases destacadas me dan muy pocas ganas de leer la entrevista entera. Me gustan las novelas de Charles Dickens, el genial escritor que siempre andaba por el filo cursi y sensiblero de la navaja, pero que sabía como agarrarte del gaznate y de las gónadas. Sin embargo, sus imitadores tienen un papelón, porque es muy difícil salir airoso de entre tanta salsa agridulce. La primera frase es de ese aire neo-zen y chill-out que ahora está tan de moda y que no significa absolutamente nada. (Pero Aravena es muy guapo). «Sé tú mismo». «Be water». Vamos, que ya somos mayorcitos para que nos vengan con monsergas de ese calibre.
La segunda frase refleja una postura ética. Pero un arquitecto no es un santo, ni un héroe, ni un salvador social. Debería hablar en términos de arquitectura. Si no, no nos entendemos.
¿Cuál es el papel del arquitecto? ¿En qué consiste su profesión?
La tercera es una solemne idiotez. El Pocero está muy satisfecho con lo que hace. Y Francisco Camps, y Cristiano Ronaldo. Refleja una forma de ser, de estar uno encantado de haberse conocido, pero no indica nada. Ah, sí: que nunca se prostituirá, ni hará arquitectura especuladora ni abusona, ni se hinchará a ganar pasta… a no ser que haciendo eso esté satisfecho. En ese caso sí. La cuarta es la más charlesdickens de todas. Ahora da conferencias en Harward, pero, eso sí, viaja a Boston en burra, y se aloja en un motel de película de terror, con bichos mutantes y todo. Me parece muy bien, si está satisfecho con lo que hace.
En ningún sitio se da una referencia arquitectónica, una intención arquitectónica pura. El respeto por el ambiente, por la sociedad, por la economía, por la energía… Sí, claro, por supuesto,
¿pero hay arquitecto?
Como no me quedo satisfecho con esa entrevista busco información en internet, y veo que sí, que hay arquitecto, y aprecio muchas cosas interesantes en su obra. Pero le da vergüenza decirlas en la entrevista. (O no conviene señalarlas en esta parte de EL PAÍS SEMANAL). Se pone los harapos, se marca la frente con ceniza y se dispone a atravesar esta inacabable cuaresma flagelándose, y animándonos a todos a que nos flagelemos. (Pero los demás no somos tan guapos ni de lejos).
Centremos el tema. La arquitectura es economía, función, sensatez, lógica, técnica, respeto… lo que queráis. Pero es todo eso plasmado en forma. Tan deplorable es construir formas caprichosas porque sí, que no contienen nada, como hacer áridos diagramas informes, matrices numéricas sin intención formal ni espacial. Nos hemos caído del guindo. Nuestra obligación y nuestra necesidad es buscar en seguida otro guindo, un guindo mejor que el que teníamos, para subirnos a él. Un guindo con todo eso (honradez, economía, sensatez, racionalidad, intención, programa, respeto, etc), por supuesto que sí, estaría bueno, pero con vocación formal y espacial.
Es decir: el guindo de la arquitectura.
José Ramón Hernández Correa · Doctor Arquitecto
Toledo · Abril 2012
Autor del blog arquitectamoslocos?
PD.- El cuaresmal suplemento semanal sigue, por otra parte, erre que erre con su tradicional vocación confundidora. ¿Carnaval o cuaresma? ¿En qué quedamos? Tras la dickensiana entrevista a Aravena hay un reportaje sobre Rihanna de cuya glosa me siento incapaz, y luego una magnífica crónica gráfica de la crisis, por Paco Roca. Va dando una de cal y una de arena. Una para ciudadanos concienciados y otra para hedonistas. Y termina (como siempre) con su consabido despliegue de tontadas: industria del lujo en Brasil, renovación capilar, cirugía escultórica, decoración guay, y un especial de chuminadas de corcho: lámparas de corcho, sacacorchos de corcho, hielera de corcho, mesita-papelera de corcho y tapones de corcho de corcho. ¡Corcho!
Estamos en el mismo guindo de antes. Yo ya no sé ni qué pensar.