Este artículo reúne dos episodios del proyecto Rehabitar que hacen referencia a la calle, a las plantas bajas y a todo aquello que hace posible considerarlas de manera conjunta. Domesticar la calle tiene como objetivo devolver al espacio urbano su carácter de lugar público, alentando las relaciones sociales a través de una reflexión sobre las características de la propia calle, sobre los usos que pueden desarrollarse en ella –recuperando otros que se han abandonado o proscrito– y sobre la capacidad de las plantas bajas para prestar a la calle su energía. Por lo general, en nuestras calles impera el lenguaje propio de una infraestructura: el asfalto, las farolas, los coches… Domesticar la calle significa alejarla de la configuración de infraestructura y acercarla, mediante elementos y actividades, a su condición de lugar, asumiendo toda la complejidad que este concepto supone. Si domesticar proviene de domus en latín, podríamos decir que una “calle domesticada” es aquella en la que uno se siente “como en casa”.