Cómo pintar olas mecánicas. Tomás Ondarra (Bilbao, 1963) se ha dejado hipnotizar por el movimiento del mar en las playas de medio mundo. De toda la fuerza del paisaje marino, se ha quedado con lo más sutil: las caprichosas formas de la espuma que las olas forman al romper en la orilla. La exposición La mar de mares muestra ahora cómo ha plasmado esas fracciones de los océanos en una colección de medio centenar de pinturas. «Intentan expresar mi sentimiento por el mar», explica.
Ondarra, redactor jefe de infografía de EL PAÍS, ha fotografiado la orilla del mar en cada país que ha pisado en los últimos 10 años, registrando «cada nueva creación que el oleaje regala». Cuando quiso pintar marinas, intentó dibujar el cielo, la playa, los acantilados y la línea del horizonte, pero no encontró el camino. Renunció entonces al paisaje y se volcó sobre las imágenes digitalizadas del mar para superar la frustración. En la espuma de las olas encontró la abstracción de los paisajes marinos que buscaba. Las imágenes, escribe el autor en el catálogo, son «la recreación de un movimiento de avance y retroceso infinito», «la creación que sucede a la destrucción».Las pinturas de La mar de mares muestran el resultado de dos años de trabajo. Como buen dibujante tradicional, Ondarra trabajó con un simple lapicero para llevar las curvas de la espuma de las olas que encontraba en su archivo de fotografías hasta los lienzos, pero también empleó la tecnología de la impresión digital. Sobre la base artesanal o mecanizada utilizó los pinceles para pintar con óleos o con acrílicos sin reglas previas. «La pintura sobre pintura resultó el imprescindible pago de intentar pintar el mar sobre el mar. La ola sobre el fondo, la espuma sobre la ola, y sobre la espuma, nada», indica el autor. «Son pinturas mitad manuales, mitad digitales. El trabajo puede mezclar las impresiones digitales, el óleo o el acrílico, da igual. La base de todas las obras es el dibujo, que luego se acaba con una máquina o con pinceles».La espuma de las pinturas de Ondarra es siempre blanca, y él la recrea pensando en que son «heridas de un mar que no está herido», pero sus mares son de muchos colores. «En el mar, el color es cambiante, es un juego de transparencias», dice. En sus cuadros, lienzos de mediano y gran formato, se muestran fragmentos de mares en los distintos tonos de azules y verdes, pero también rojos, naranjas, amarillos, grises, y hasta llegan a la neutralidad del negro. A veces se combinan en mosaicos de distintos colores o se ven a través de un imaginario ojo de buey. Las pinturas recuerdan que la luz del sol y los fondos alteran el color del mar, que también cambia con la mirada del espectador.
Aula de Cultura de la BBK
Hasta el 9 de enero.
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