Comunicar los sentidos, apropiarse de las superficies, idear rutas imaginarias, ensamblar recorridos mentales, habitar, sentirse útil al espacio, revelarnos contra la voluntad del movimiento inminente. Así habitamos, así nos dejamos seducir por los limites claroscuros de aquellos contornos que nos involucra en su hechura.
El espacio está allí: imaginación y comportamiento. Es nuestra imaginación quien lo consume, lo aísla, lo moldea, lo toma como suyo, se apropia, lo modifica, lo cambia, lo alterna. Es nuestro comportamiento quien decide hacia dónde vamos, en donde nos dejamos, donde es que nos toca la quietud (como una varita mágica que nos dice hacia donde dar el siguiente paso)
Ensamblar el habitar es lanzar la mente lo más lejos posible y luego andar hasta recoger cada una de sus partes; es en ese camino que nuestros pasos y huellas van haciendo lo que somos.