para javier y carlos, compañeros de viaje
Es posible pensar en las construcciones de Jorn Utzon como claros rodeados por un bosque. Es así en Can Lis, su primera vivienda en Mallorca, donde la casa se dispone cuidadosamente entre los pinos, evitándolos aquí y allí, buscando un lugar entre ellos, para llegar al mar. En el sencillo croquis que establece la sección de Can Lis, los pequeños y casi imperceptibles movimientos de la pluma dibujan sin embargo con precisión los sucesos fundamentales: el pinar y el acantilado, la elevación del suelo construido, el patio en que parece penetrar la arboleda, el espacio alto de la sala y el espacio bajo de las troneras hacia el mar. Todo delicadamente dibujado en apenas tres gruesos de tinta.
Poco tiempo después, por el contario, al construir la iglesia de Bagsvaerd el claro se origina antes que el bosque, porque este es necesario para que aquel acabe de existir. Y entonces Utzon lo construye, porque ese bosque, ya exista o esté por venir, es un elemento de construcción más, tan importante como el ladrillo o el hormigón para la creación de un lugar. De este modo, Bagsvaerd no habrá de existir plenamente hasta que los árboles circundantes alcancen su tamaño final y Utzon tiene tan clara esa convicción que él mismo costea la plantación de abedules que rodean el edificio.
Hoy, al caminar hacia la iglesia, sus fachadas modestas y opacas se animan con el baile de luz y sombra que provoca el viento al agitar las ramas de los ahora ya grandes árboles. En el interior esa opacidad se transforma en intensa claridad mientras las ramas siguen danzando sin parar sobre los tejados acristalados de los corredores.
José Valladares
santiago de compostela. marzo 2012