Cuando las paredes de una escuela de Arquitectura se han impregnado de su profundo uso, la docencia y el aprendizaje sufren una alteración irreversible. Entonces casi todo, quizás lo más importante, se desprende de ellas. Como por irradiación. Entonces casi no hay que acudir a las aulas, porque ya hay fantasmas que enseñan y susurran desde allí palabras recónditas. Esos fantasmas, arquitectos al margen, que permanecían enterrados bajo pesadas capas de erudición, una vez convocados campan a sus anchas entre los proyectos de clase. Esos arquitectos son convocados de improviso y sus nombres aparecen en medio e imparten las verdaderas lecciones. Son ellos los que se cuelan por las rendijas de las clases y los que en verdad hablan de Arquitectura. Esos arquitectos al margen son maestros o ejemplos inolvidables u olvidados, puertas hacia caminos abiertos para aquellos interesados en el aprender a hacer arquitectura.