He tenido que enterarme últimamente de algunos datos acerca de Leopoldo Torres Balbás, que fue antes de la guerra restaurador de la Alhambra, catedrático de «Historia de la Arquitectura y de las Artes Plásticas» de la Escuela de Arquitectura de Madrid e inspirador de la parte doctrinal de la Ley del Tesoro Histórico Artístico de 1933. Además de excelente historiador y restaurador, era un gran crítico y defendía la práctica de la arquitectura moderna, como queda patente en algunos de sus escritos en la revista «Arquitectura», varios recogidos en su libro de la colección de «Textos Dispersos», publicada hace algunos años por el Colegio de Arquitectos de Madrid.
En la Escuela se conserva un oficio, firmado por Eugenio D´Ors como Jefe del Servicio de Monumentos (luego fue Director General de Bellas Artes, pero se ve que empezó más abajo), y fechado el 12 de septiembre de 1938, en el que acepta la dimisión de D. Leopoldo como Arquitecto Conservador de la Alhambra y le nombra conservador de la catedral de Siguenza. Elogia su labor en la Alhambra, con las siguientes palabras:
«haciendo constar en esta aceptación, la consideración debida a toda su labor de investigación y técnica realizada con el máximo celo y acreedora al mayor reconocimiento».
D. Eugenio D´Ors, aunque era franquista, se ve que respetaba a D. Leopoldo, un republicano, aunque sin actividad política.
Pero, ¿qué significaba todo esto? Parece un pacto propuesto por D´Ors:
«Dimita usted de la Alhambra, que va a ser mejor, y yo le doy alguna cosa. Y procuro que no pase nada con la cátedra.»
Esto es una suposición mía, pero, de hecho, le confirmaron como catedrático por oficio de 21 de agosto de 1939.
No obstante, le iniciaron después 3 expedientes de depuración. Uno en Granada, por causa de lo de la Alhambra, que naturalmente terminó en nada. Otro en la Escuela, que estuvo a punto de salir mal, pero que también acabó en nada, esta vez gracias a la intervención a su favor de Emilio Canosa, que era miembro del comité de depuración, falangista y director de la Escuela. Hizo de valedor suyo y la cátedra se volvió a confirmar. Otro tercer expediente fue por parte del Colegio de Arquitectos de Madrid, que acabó en «reprensión pública».
¿Cuáles eran los crimenes de D. Leopoldo?
¡Ahí es nada!
Había sido educado y era persona cercana a la Institución Libre de Enseñanza. Como se ve, un verdadero criminal. Como he dicho, no pasó gran cosa con ninguno de los 3 expedientes, pero D. Leopoldo, a pesar de la inicial protección de D´Ors, no volvió a tener ningún encargo más de restauración, siendo como era uno de los poquísimos profesionales realmente preparados, si no el que más.
Pretendió acceder por concurso a la dirección de la revista «Arquitectura», pero se la dieron a Carlos de Miguel, que era franquista. Cierto es que le hicieron Académico de la Historia en 1951; con su erudición y publicaciones no era para menos. Nunca fue, sin embargo, Académico de Bellas Artes de San Fernando.
Una expresiva mezcla de su amargura y de su humor queda muy bien reflejada en un oficio, también conservado en la Escuela, que él mismo escribe al director del centro, y que dice así:
«Pongo en conocimiento de V.I. que en el día de hoy no ha asistido alumno alguno a mis dos clases. Dios guarde a V.I. muchos años. Madrid, 4 de noviembre de 1953».
Los estudiantes de entonces, futuros participantes de la especulación franquista, no tenían ningún interés por la historia de la arquitectura, y probablemente ni siquiera sabían que tenían un gran profesor. Era lógico, la arquitectura moderna estaba pendiente. Sobre todo la que ellos pensaban hacer.
Sirva esto de recuerdo de D. Leopoldo, uno de los verdaderos sabios y profesores eximios que la Escuela ha tenido.
Antonio González-Capitel Martínez · Doctor arquitecto · catedrático en ETSAM
Madrid · enero 2012