Dispuestos unos detrás de otros, los dibujos de Sverre Fehn conforman un alfabeto de signos, una procesión de glifos que relacionan conceptos construyendo una fábula. No se contentan con iluminar una idea, se empeñan en transportarnos a un tiempo y a un espacio donde los objetos y los hombres representados entran en acción.
Sus croquis se encuentran en el ámbito de transición milenario entre el símbolo y la escritura, quizás por ello conservan una fuerza primitiva y esencial al tiempo que poseen la capacidad de narrar historias profundas. Será por eso que son dibujos para ser leídos.