Diminutivos en la casa, no hay tantos. El pasillo es uno de ellos. Se cuenta que, en la madrugada, sigiloso, se resiste a su nombre alargándose hasta un par de centímetros al año. Con sus estiramientos nos evidencia la importancia del cuidado en el pasar. Porque o bien son corredores y nos hacen ir con prisas; o bien son pasillos, pasillitos por los que penosamente se pasea.
También estrecho es el vínculo de los pasillos con el pasado.
Cuando por ellos avanzamos, adelantamos un paso.
Luego otro paso.
Otro aún.
Esta madrugada el pasillo recordaba temeroso a la salita, sin saber que también el salón tiene los días contados. Y el altillo, la mirilla y el pestillo lo miraban cómplices. Rumoreaban esperando comprender cuál sería la suerte de su condición diminuta.