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Decreto de confortabilidad | Miquel Lacasta

Decreto de confortabilidad Miquel Lacasta Cèntric del Prat del Llobregat de Juny Brullet
Entrada del Cèntric del Prat del Llobregat de Juny Brullet | Fuente: brulletdeluna.com 

Hay decretos que solamente se pueden entender desde la avaricia burocrática. Seres abstractos, deciden bajo los impulsos del momento, cuales son, por ejemplo, las condiciones de habitabilidad de una vivienda. Así nace el desatino del decreto de habitabilidad, incapaz de reconocer maneras específicas de habitar. Decretos y decretos contra la libertad de hacer con la vivienda, ese espacio íntimo por excelencia, lo que a uno le plazca.

Es evidente que no hay ningún decreto válido para regular lo doméstico, pues cada domesticidad es un universo. Por otro lado, sin decreto de mínimos, aquellos más débiles quedarían expuestos a otro tipo de avaricia, la avaricia del dinero fácil.

No vamos ahora a promover un alegato contra aquello que otorga a los edificios un rango mínimo de funcionalidad. Pero tampoco vamos a dejar que el sinfín regulador de la actividad edificatoria acabe con la posibilidad de imaginar una arquitectura más ambiciosa y seguramente más acorde con nuestro tiempo.

Recuerdo haber leído el texto de Bruce Chatwin, Wabi

con admiración y perplejidad. De ese texto extraigo estas líneas:

Lo que por regla general no se admite en arquitectura es que el vacío –el espacio vacío– no está vacío, sino lleno. Pero para observar dicha plenitud se requieren la exigencia y la disciplina más rigurosas por parte del arquitecto. Aquí no puede haber lugar para la incertidumbre, o para efectos ansiosamente artísticos. El trabajo ha de ser perfecto, o no será nada. La arquitectura es música congelada: cuanta mayor es la reducción, más perfectas han de ser las notas. Una vez fui a ver a un antiguo discípulo de Mies van der Rohe que había puesto en práctica el dicho del maestro, menos es más. Vivía en un austero apartamento de una sola habitación, en la parte media de Manhattan. Era un hombre muy rico. Todas sus posesiones las guardaba en armarios –y entre ellas había un Picasso cubista–. Recuerdo que me decía que cuando has de vivir en una enorme ciudad claustrofóbica del siglo XX; cuando, al salir de tu hogar, te sientes bombardeado por los reclamos del consumismo –“¡Cómprame!, ¡Obedéceme!”–, el mayor de todos los lujos es el de poder andar, sin obstáculos de muebles o cuadros, entre tus propias paredes desnudas. Pues, no importa lo pequeña que sea tu habitación, mientras tu ojo pueda deslizarse libremente a su alrededor, el espacio abarcado no tiene límites. Repetía, en efecto, la premisa subyacente al monacato medieval, según la cual el monje encerrado en su celda era libre para viajar a cualquier lugar.1

De lo que por supuesto el texto no está hablando, es de la habitabilidad ni de ningún decreto al uso. Más aún, seguramente la habitación a la que hace referencia el relato, no pasaría ningún filtro de ningún decreto posible. En realidad el excéntrico personaje al que Chatwin hace referencia está hablando de confort. Y ciertamente, el confort se puede encontrar en una habitación minúscula y desnuda de todo tipo distracción que permita apreciar y entender el vacío como esencia de la arquitectura.

Al cabo de unos años de haber leído este texto, me encontré extasiado ante una sensación de profundo confort al entrar en el recién inaugurado edificio multifuncional del Prat del Llobregat, el Cèntric, una biblioteca, un archivo municipal, y un auditorio, de los arquitectos Manuel Brullet y Alfonso de Luna.

El edificio, un excelente volumen impecablemente resuelto a nivel urbano, había sido inaugurado apenas unos días antes. Las bondades del proyecto eran muchas, la escala, la elección de los materiales dentro y fuera, la plaza que lo acompañaba, los dobles y triples espacios de su interior, la manera sofisticada y a la vez sencilla de acceder a él, la articulación de todos los programas, la presencia y posición de la escalera, las transparencias a través de una ficticias ventanas interiores. Un largo etcétera de aciertos en forma de arquitectura, arquitectura de la buena, iban dando pie a una aproximación enormemente genuina del espacio arquitectónico. Sin embargo, algo mucho más importante me dejo fascinado. El edificio apenas tenia unos días de recorrido, pero se respiraba un extraordinario confort. Todo era nuevo, pero parecía que el edificio hubiera estado desde siempre. Nada en absoluto podía distraer de la lectura pausada, agradecida y aprehensible del espacio. En otras palabras, se respiraba un confort inaudito para un edificio recién inaugurado. El confort de lo vivido.

Ese y no otro debería ser el objeto de un decreto. El decreto de la confortabilidad.

Si la magia y la sabiduría que supone hacer un edificio vivido y confortable justo después de inaugurarlo, un edificio que respira arquitectura por todos los poros, se pudiera medir, sería imprescindible regular con un decreto de confortabilidad, la experiencia casi organoléptica de vivir un espacio así.

En un blog especializado en bibliotecas he leído acerca del Cèntric:

Quizás la gracia ha consistido en convertir un espacio en un lugar. El espacio es geométrico, el lugar es geográfico, histórico, social…2

Quizás esta sería una buena pista para determinar la confortabilidad de un edificio, su potencial para ser un lugar.

Miquel Lacasta Codorniu. Doctor arquitecto
Barcelona, Mayo 2015

Notas:

1 Chatwin, Bruce, Wabi en John Pawson, de la serie Monographs on Contemporary DesignEditorial Gustavo Gili, Barcelona, 1993

2 Traducido del catalán el comentario siguiente de Lluís Anglada: Potser la gràcia ha estat, tenir la saviesa per convertir un espai en un lloc. L’espai es geomètric, el lloc és geogràfic, històric, social…

Miquel Lacasta Codorniu
Miquel Lacasta Codorniuhttps://axonometrica.wordpress.com/
Es cofundador en ARCHIKUBIK y también en @kubik - espacio multidisciplinario. Obtuvo un Ph.D. con honores (cum laude) en ESARQ Universitat Internacional de Catalunya UIC y también fue galardonado con el premio especial Ph.D (UIC 2012), M.arch en ESARQ Universitat Internacional de Catalunya, y se graduó como arquitecto en ETSAB Universitat Politècnica de Catalunya . Miquel es profesor asociado en ESARQ desde 1996. Anteriormente, fue profesor en Elisava y Escola LAI, y también en programas de postgrado en ETSAB y La Salle. Fue arquitecto en la oficina de Manuel Brullet desde 1989 desde 1995. Ha sido galardonado en "Taller Barcelona'96. El TGV, una oportunidad por estructurar la periferia ". Fue codirector del taller "Territorio Virtual, Límite Urbano" en ITSEM Guadalajara, México en 2000 y también codirector del taller "Ravalizar Barcelona" en ITSEM Guadalajara, México, y CCNY, Nueva York, EE. UU. En 2002, 2003 y 2004. Ganó el premio A + en 2010 por Sunion School en el Best Educational Building, The International Architecture Award 2008 en The Chicago Athenaeum por Colin's House y el primer premio en Corian Prize en 2006. Su obra ha sido expuesta en Barcelona , Madrid, Florencia, Cannes y en Le Pavillon de l'Arsenal en París. Varias publicaciones han sido reconocidas por su trabajo como Quaderns, ON, Arquitectura Plus, Piso, Arquitectura y Diseño, El País, ABC, La Vanguardia, Clarín, Sole 24 Ore, y otros. Recientemente realizó conferencias en ITSEM Guadalajara, México, Facolta di Architettura di l'Alghero, Italia, msa Münster School of Architecture, Münster Alemania, IBM Think Tank en París, Francia, y varias universidades y organizaciones en España. Recientemente fue galardonado con el ZAC RN5 en el concurso Vitry-sur-Seine, un Eco-distrito de 255 residencias sociales y privadas y una residencia de estudiantes en Ivry, y 32 apartamentos asistidos para personas mayores en Olesa de Montserrat.
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