
Hablar de la “arquitectura hostil” no es una novedad, es algo presente desde mediados del siglo XX, como respuesta a problemas urbanos vinculados con la gestión del espacio público y el control social, Sin embargo, en la actualidad, estamos presenciando un preocupante resurgimiento de estas prácticas, precisamente en una era que se proclama abanderada de la inclusión. Esta contradicción fundamental plantea una profunda reflexión en mí, y me hace pensar como un arquitecto que se forma para buscar respuesta a las necesidades espaciales en función (históricamente para no decir únicamente) del usuario, haya desarrollado “estrategias” a nombre de la arquitectura, precisamente para evitar o excluir a determinados grupos sociales / usuario, sea cual sea este.
La “arquitectura” hostil, se puede definir, como la incorporación de ciertos elementos a edificios y espacios públicos con la intención de excluir a determinados colectivos de la posibilidad de transitar, permanecer o hacer uso de ese espacio.1 Esto constituye una respuesta “arquitectónica/urbana”, donde el espacio deja de ser un lugar común y se convierte en el mejor de los casos en un territorio de privilegio, siendo diseñado con el único fin de excluir o negar el espacio a quien así ha determinado quien devenga el poder (político/económico), bajo la justificación del “orden” y la “seguridad”.

Por otra parte, Frente a esta tendencia excluyente, debemos recordar la naturaleza esencial del espacio público, aquel que está compuesto por las calles, plazas y parques de una ciudad, todo aquello que no es propiedad privada y se hace fundamental en el desarrollo de la vida urbana.2 Es ese lugar donde interactuamos, donde puede haber diversidad social y encontrarse en un mismo rol, el de ciudadanos, con los mismos derechos, igualdad de condiciones, independientemente de origen, posición socioeconómica o religión, por nombrar posibles “diferencias”.
Y es comprensible que la exclusión va dirigida a grupos particulares, que buscan “apropiarse” del lugar y que estas acciones pudieran sin ninguna duda, vulnerar los derechos de otros ciudadanos quien quiere también disfrutar del lugar, y en estos casos suele imponerse el “derecho de las mayorías”, sin embargo, el remedio no puede ser peor que la enfermedad, ya que al imponer estás estrategias (porque cuesta llamarlo arquitectura) no solo restringen el derecho de las personas a quienes va directamente la prohibición, sino que igualmente atenta contra el derecho de todos a recorrer y habitar libremente el espacio público.

Un ejemplo puntual de estas prácticas es proponer áreas con un diseño de iluminación inadecuado, y con ello poder disuadir la permanencia, ya que generan la sensación de inseguridad de forma indiscriminada, entonces, ante un diseño de estas características, me pregunto ¿será que la sensación de inseguridad solo la sienten los grupos excluidos?
“La calidad del entorno urbano puede medirse observando hasta qué punto invita a las personas a caminar, a quedarse, a sentarse, a encontrarse, a hablar, a mirar y, en general, a participar en actividades comunes en los espacios públicos”.
Conviene distinguir, sin embargo, entre la hostilidad como estrategia excluyente y la creación intencionada de determinadas experiencias con un propósito fenomenológico, como parte de un concepto arquitectónico más amplio y argumentado, algo puntual a sentir como parte de un recorrido, de una experiencia, como, por ejemplo, el Museo Judío de Berlín, de Daniel Libeskind,4 donde se destaca una cierta “hostilidad” controlada, que permite vivir una experiencia sensorial y emocional en el visitante a través de la arquitectura, con el fin de generar una reflexión sobre la historia del holocausto.
En este sentido, la utilización conceptual de elementos «incómodos» con propósitos narrativos y experienciales difiere diametralmente de la arquitectura hostil conocida, cuyo único objetivo es la exclusión de determinados grupos sociales del espacio público.

Contradicción contemporánea: inclusión Vs exclusión
No es secreto para nadie que estamos en una era, donde la inclusión ha ganado mucho protagonismo, y en el campo de la arquitectura, la más significativa sería la accesibilidad universal, y me resulta contradictorio el auge de ambas prácticas, quiero decir con esto que no se puede tener una discusión sobre avanzar en tener ciudades más accesibles para incluir a grupos de personas y por otro lado generar espacios para excluir a otros colectivos; ¿puede una ciudad llamarse inclusiva cuando tenga estrategias hostiles para disuadir a personas?
Cuando diseñas con estrategias intencionadas de exclusión, no solo limitas a grupos marginados, sino que le despoja a la ciudad ese carácter de lugar común para todos y empobrece la experiencia colectiva del espacio público y en el peor de los casos, llegando a niveles extremos de ocasionar accidentes fatales, como por ejemplo la muerte de una persona en Uruguay producto de caer sobre estos elementos disuasivos.5
Por lo tanto, la reflexión está en ver cómo podemos generar propuestas más inclusivas que desafíen el facilismo de la exclusión y esa “mala” arquitectura, y no estoy juzgando el diseño per se, me refiero a mala en la medida que actúa como villana dentro de la narrativa urbana. La arquitectura debe resolver problemas de funcionalidad, estética y ética, en función del usuario con el fin de generar una experiencia más equitativa con mayor interacción.
Reidentificar el concepto de “orden” con todos incluidos, porque no creo que se asocie la palabra orden con que todos sean iguales y mucho menos con exclusión, sino, estar más asociado al equilibrio y la armonía, un orden que permita a todos los individuos ocupar el espacio de manera cómoda y respetuosa, aspirando a superar esa polémica narrativa entre seguridad y accesibilidad, produciendo soluciones creativas que promuevan la equidad espacial y la inclusión.
Notas:
1 Feldman, Heather & Jeremic, Vladan & Lockton, Dan & Abbas, Yasmine & Paté, Gilles & Harvey, Adam & Savic, Selena & Savicic, Gordan & Morace, Francesco & Rothstein, Adam. (2013). Unpleasant Design.
2 Aramburu Otazu, M. (2008). Usos y significados del espacio público. ACE: Arquitectura, Ciudad y Entorno.
3 Gehl, J. (2013). La humanización del espacio urbano: La vida social entre los edificios.
4 Proyecto Museo Judío de Berlín. (2001). Daniel Libeskind.
«Fue creado un año antes de que el Muro de Berlín cayera, se basó en tres ideas: es imposible entender la historia de Berlín sin comprender las enormes contribuciones hechas por sus ciudadanos judíos; el significado del Holocausto debe integrarse en la conciencia y la memoria de la ciudad de Berlín; y, finalmente, para su futuro la Ciudad de Berlín y el país de Alemania deben reconocer lo borrado de la vida judía en su historia». Fuente: https://libeskind.com/work/jewish-museum-berlin/
5 Radio Carve. (2022). Un joven de 30 años falleció luego de tropezar y caer sobre el escalón de un edificio ubicado en Héctor Gutiérrez Ruiz y Durazno y golpearse sobre un pincho que había en la fachada de la propiedad. El hombre finalmente murió tras permanecer varios días internado en CTI. Fuente: https://radiocarve.uy/defensoria-del-vecino-entiende-que-arquitectura-hostil-configura-una-vereda-inapropiada-por-lo-que-la-intendencia-deberia-tomar-acciones-para-prohibirla/