A los pocos días de llegar a Vigo, Antonio Valcarce comenzó a trabajar en una panadería de la calle Velázquez Moreno. Fue en 1914 cuando funda con José Abalde González la sociedad “Valcarce y Abalde”, dedicada también al negocio del pan y afincada en el barrio de Casablanca. Este negocio se convierte rápidamente en la mayor panadería de Vigo. En 1918 la producción diaria era de 1500 kilos.
En 1919 se disolvió la asociación “Valcarce y Abalde” y en el año 1920 Valcarce se asoció con otros cuatro empresarios para construir la “Compañía Panificadora Viguesa S.A.” Empresa dedicada a la venta y fabricación de pan así como de granos y cereales. Pretenden con esta asociación llegar a la venta diaria de 50 toneladas de pan. Para lograr estas cantidades industriales y desbancar a la competencia, la empresa se hizo con diversos puntos de venta por toda la ciudad (Elduayen, A Pedra, plaza de a Laxe…) Valcarce fue a Alemania en 1921 para comprar la maquinaria propia de una panificadora automática, fue en ese mismo año cuando se hicieron con un terreno en la calle Falperra para constituir allí la fábrica.
En el año de su inauguración la panificadora era la más moderna de España. En 1923 el edificio ya contaba con dos plantas, una fábrica de 5´6 metros de altura y tres hornos de plaza rotativos, 4 moledoras, 4 amasadoras, un almacén de harinas, depósito de combustible, despacho de pan y aseo. Trabajaban 30 personas. La panificadora destacaba en su publicidad la higiene de sus productos, higiene protegida por el suelo impermeable, paredes revestidas de ladrillos esmaltados en blanco, duchas para los obreros… El trabajo humano solo entraba en contacto con el pan para recoger el pan de las moldeadoras y depositarlas en las tablas.
Además de los panes tradicionales, la empresa comenzó a anunciar los primeros panes individuales, muy usados en comedores y restaurantes. En 1931 se acabaron de construir los cuatro grandes silos. En los años 30, los conflictos laborales y las huelgas por las mejoras laborales afectaron al crecimiento de la empresa, pero lo que más la afectó fue el boicot de otros grupos de la competencia que comenzaron una campaña de desprestigio para ganar algo de terreno comercial.
Con la guerra civil, la panificadora amplió su demanda e incluso consiguió un convenio con el ejército, que le daba harina y compraba el pan a cambio de un precio muy reducido. En la posguerra el negocio no decayó, y gracias a la alianza de varios panaderos, la panificadora vio incrementadas sus cartillas de racionamiento y por lo tanto, sus beneficios.
En 1941 Valcarce propone un proyecto de incremento en la producción que pasa de las 24 a las casi 40 toneladas diarias. Aunque este proyecto es rechazado inicialmente, fue aceptado en 1946, año en el que el edificio inició su tercera mayor transformación. La compañía, paralelamente incrementaría su capital adquiriendo otras empresas dedicadas a otro tipo de negocios.
Entre 1940 y 1943 Valcarce fue adquiriendo acciones de Tranvías Eléctricos de Vigo S.A. en esa época y debido a ser el accionista mayoritario, Valcarce accedió al cargo de presidente del consejo de administración, cargo que ocuparía hasta su muerte. En los años 60, la obligación de vender la barra básica a un precio ya estipulado y debido a la mejora de la economía española con la que el pan dejó de ser un alimento esencial en los hogares gallegos, la panificadora fue sufriendo un progresivo descenso de beneficios.
La maquinaria, tan moderna en su época, comenzaba a quedar obsoleta, y Antonio Valcarce, que por entonces ya rondaba los 75 años no quería cambiarla por una más moderna. En 1962 Valcarce abrió dentro de la propia panificadora la empresa GANASA especializada en pienso animal, con el fin de aprovechar los subproductos que ofrecía la panificadora. En el año 1968 Tranvías Eléctricos de Vigo S.A. presentó un expediente de crisis y desapareció fugazmente del panorama vigués.
En 1978 fallece Antonio Valcarce, dejando en una muy mala situación a la panificadora. En 1980 la Compañía Panificadora Viguesa S.A. entra en suspensión de pagos. El edificio permanece abandonado a su suerte desde entonces, el futuro dirá se será recordado en pie como lo que merece ser, o si la especulación inmobiliaria destrozará el edificio que representó a la que fue una de las más importantes empresas gallegas del siglo XX.
Toda la información fue recogida del libro «Antonio Valcarce García 1888-1978», Del capítulo titulado «O rei do pan» escrito por M.J. Facal Rodríguez.
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