En 1951, siendo todavía estudiante, Fernando Távora asiste al VIII Congreso Internacional de Arquitectura Moderna en Hoddesdon (Inglaterra), dónde coincide con Le Corbusier y Gropius. El título del congreso, «El corazón de la ciudad», avanza la superación de la Carta de Atenas y el interés por los problemas del contexto local, una búsqueda de la identidad del lugar que cristalizará en los encuentros siguientes de la mano de las generaciones más jóvenes.
Estas preocupaciones estaban latentes en el también joven Távora años antes, recogidas en un ensayo publicado en noviembre de 1947 y titulado elocuentemente El problema de la casa portuguesa[i]. Como reacción a la enorme actividad constructiva que se estaba produciendo en su país propone «rehacer todo, comenzando por el principio». Frente a las bases de la arquitectura moderna internacional, defiende una arquitectura de carácter local e independiente, fiel al carácter regional. Un carácter que debe buscarse tanto en la arquitectura portuguesa popular como en las posibilidades que permite la construcción del momento:
Los hombres de hoy no son iguales a los de ayer, ni los medios de que se sirven para desplazarse o vivir, como diferentes son también sus ideas sociales, políticas o económicas. Siendo tan fuerte el grado de estas variaciones, ¿Por qué no han de ser otras, muchas otras, las soluciones que hay que hallar hoy para los portugueses? ¿Por qué empeñarse en permanecer, cuando todo invita un camino diferente?[ii]
Un año después del congreso de Hoddesdon decide poner en práctica sus ideas en el proyecto para la obtención del título de arquitecto[iii], denominado «Una casa sobre el mar». La vivienda se ubicaría en la costa de Foz do Douro, próxima a la ciudad de Oporto, conquistando el límite entre la tierra y el mar[iv].
En la memoria que acompaña al proyecto, Távora destaca la poderosa influencia que tiene la proximidad del océano: desde la elección de los materiales hasta la distribución interna. Al tiempo, recupera la tradición constructiva y espacial de la zona, como el empleo del azulejo blanco y azul como revestimiento de fachada.
Dos fachadas opuestas: la de entrada, firme, majestuosa en la teoría de sus pilares, cerrada; la del mar, abierta, ligera, fluctuante, prolongándose en un último esfuerzo por una terraza y dejando ver, a través de sus vidrios toda la estructura y todo el capricho de las formas interiores de la casa. Revistiendo las fachadas el azulejo tradicional: observaremos su perfección, la belleza de su color, su brillo (nada como él sabe reflejar el poniente en Foz), uno de los elementos de mayor interés en esta construcción. No es difícil imaginar el efecto de la caja cerámica que será la casa, con sus reflejos, correcta, impecable, casi metálica, contrastando con el color blanco y tranquila de los elementos estructurales y de la roca de dónde brota o aliándose a la transparencia del vidrio.[v]
Távora finaliza la memoria escribiendo: «Una estructura partiendo de la roca sustenta el volumen dónde se habita y parece que quiere entregarlo al mar. Así se podría traducir en palabras el propio proyecto». Analizado años después por Kenneth Frampton se convertirá en piedra de toque de la Escuela de Oporto, por su «racionalismo topográficamente mediado»[vi].
antonio s. río vázquez . arquitecto
a coruña. mayo 2013
Notas:
[i] TAVORA, F. «O problema da casa portuguesa» en TRIGUEIROS, L., Fernando Távora, Blau, 1993, Lisboa, pp. 11-13
[ii] Íd., p. 12
[iii] «Concurso para a obtençao do diploma de arquitecto», abreviado CODA.
[iv] TAVORA, F., Concurso para a obtençao do diploma de arquitecto. Uma casa sobre o mar., Archivo Facultade de Arquitectura. Universidade do Porto, p. 2
[v] Íd., p. 7
[vi] FRAMPTON, K., «En busca de una línea lacónica. Notas sobre la Escuela de Oporto» en AV 47, Madrid, 1994, p. 26